Miami?

Se acabó.

Me cansé de esperar y de trajinar tanto para conseguir mi barco al oeste. Las cosas tienen un límite y YA. No puedo estar más tiempo aquí, quiero continuar!

Las compañías de cruceros me confirman que no me dejan hacer la jugada barata. Barcos privados no hay porque es temporada de huracanes y si hay alguno me ven cara de querer llevar ganja (maría) a Méjico… o eso me pareció cuando un alemán jubilado me denegaba educadamente la opción de subir a su barco del CLUB mirándome como si no fuera del CLUB.

Así de últimas encuentro una conexión relativamente barata, si, desgraciadamente VOLAR, de un día para el siguiente, pero es a Belize. He de pasar por Playa, Méjico, una última vez a recoger mis cosas no-pensadas-para-las-islas-caribeñas. Un sube y baja hasta allí… pero, qué coño! Belize? SEA! Nada malo puede salir de Belize.

Ah! Pero el vuelo tiene una pequeña escala de 16 horas en MIAMI. ¿Noche en banco de aeropuerto? Ya veremos.

Aunque luego pienso, mira, ni tan mal, me acerco un momento, le doy a Enrique Iglesias el tortazo que nunca le dio su padre, y le pongo voz de hombre.

Y me vuelvo corriendo al aeropuerto.

* * *

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Y entonces… bailé salsa!!!

Junio 2013, Santiago de Cuba

Llegar a Santiago de Cuba con el festival caribeño.

Las calles llenas de músicos, el talento de esa gente no es concebible hasta que se llega a Santiago en el caribeño!

Carnavales por las calles, bares oscuros llenos de gente bailando al son cubano, la salsa, la trova, antiguos instrumentos en las calles, negros deliciosos sonriendo hipnotizados por su propia música, con la mirada perdida.

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El partidito de confe

España – Italia, confederaciones

Hoy he visto el final de este partido en una terracita de Camagüey después de correr por las calles como si me persiguieran las sombras de la película de Ghost, agarrando a la gente del brazo y suplicándoles que me indicaran dónde podía ver el partido. Llevaba un rato en shock porque en todos los lugares me decían estupideces como «no funciona el mando» ó «la encargada no nos permite ponerlo (en un bar vacío) porque hay problemas».

La tele era pequeña, con bolitas de interferencias analógicas y al final de la segunda parte se fue la señal. Después de dar un puñetazo en la barra y ver que los demás no hacían nada, me enteré de que era normal y de que no era del bar sino de todo el país, que la señal a veces se «tumba». Que sólo se podía esperar. Mi cara era un poema y mi ojos estaban muy abiertos de ira mientras sorbía mi refresco con impotencia.

Pero mereció la pena. El menda que tenía a mi izquierda tenia unos 45 años, hablaba cubano rápido (así llamo yo al cubano cerrado en el que no pronuncian las consonantes y todo es una hilera de canto vocal) e iba por Italia. A mi derecha un señor de unos 80 años, tuerto de un ojo, cachondísimo, sucio de dormir en la calle y con ese cubano de abuelo gracioso, que iba por España.

Ninguno tenía desperdicio. Como dos chavales de 10 años, picándose uno a otro por el partido, diciéndose cosas inmaduras pero graciosísimas. Al final el joven callado e irritado miraba la pantalla mientras el viejo se metía con los italianos dicendo que estaban todos viejos con diversas ironías (cuando les daban calambres, se veían cansados, el viejo portero, etc) y dándome codazos y guiñándome el ojo tuerto para que viera cómo al jóven le salían rayos y centellas de la coronilla y de su silencio.

No pude por menos que inmortalizar el momento grabando en sus caras pero sin que se enteraran y haciéndoles la foto que véis.

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Yo, descojonado. Y con el último penalti, más.

Pensando en la coope

26 junio 2013

Ahorita mismo llevo como 6 horas esperando en un cruce de carretera por donde pasa una guagua que me lleva a la costa norte de Cuba, y me quedan otras tres horas de espera más nosécuántas de viaje. Los días se van así, viajando de esta manera, con el pueblo. Podría viajar en buses turísticos más caros (pero aún baratos) y prefiero meterme en camiones o ir a un cruce como éste, donde el «amarillo» me organiza una salida por pocos pesos nacionales, ó puedo hacer dedo.

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Estoy en un bar -la cooperativa- donde he comido por unos céntimos y me he quedado con su permiso a escribir, para aguantar la espera. Se sienta una señora campesina y me cuenta que es revolucionaria y unas cuantas cosas interesantes que acepta decir frente a mi grabadora, como testimonios, como ntrevistada. Después se sienta un chaval de unos 15 años super estiloso y espabilado y me quiere contar como acaba de conocer a una moza que esta ahí desde que yo llegué tambien, y cómo se la liga y le dice cosillas románticas. Un crack.

La campesina

El muchacho ligón

En las dos conversaciones, los dos hablan bajito, como en secreto, como si alguien pudiera oírles y delatarles, siempre hay esa sensación de desconfianza entre cubanos, es tal vez otro estigma del comunismo.
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Adios Habana

Ya está bien de la Habana, hay mucho que ver en el país… Pero es difícil separarse de un ambiente y un lugar tan único en el mundo.
Cuándo volveré? Volveré?

Cualquier lugar donde miro me da energías para seguir y me provoca un extraño sentimiento de nostalgia sin haberme ido aún.

Un paseo por Habana Vieja no deja indiferente, y suena tal que así.

Miro cómo los adorables cubanos luchan por pintar de azul cielo una escena que llamaría gris e incierta si no fuera por su sentido del humor…

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una paloma cruza ese cielo con esa incertidumbre, sin saber qué camino tomar…

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Una mujer dormida me hace pararme a retratarla por su incomparable aspecto, un hombre trabaja duro con uno de esos coches que nunca mueren, y dos mujeres más con sus habanos me hacen reír frente a la bodeguita del medio.

Otro CDR (comité de defensa de la revolución) se asegura de que no hay desertores…

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Paso por la estación central, donde veo gente muy pobre que viaja en malas condiciones a sus pueblos, y donde mis oídos escuchan los curiosos avisos.

Y me voy a ver la puesta de sol al mismo Morro, un viejo fuerte de defensa marina que protagoniza la escena de La Habana desde el mar.

Otra vez, volveré?

Ese cine de mi memoria

El cine Jara sí que me transporta en el tiempo.

Cuesta 2 pesos nacionales -NADA- entrar y encima me lo paga un paisano con el que charlo en la cola. Un precio muy social, o comunista, si gustan.

El cine es igual que el Ramos Carrión aquél que teníamos en Zamora. Enooorme, con piso de arriba y de abajo, si se ríe una en la esquina de arriba se oye con eco por toda la enorme sala.

Todos se ríen -es una comedia- y las risas comunales son espectaculares y se contagian a dolor. Es más divertido. Huele un poco a choto y los asientos son con reposabrazos de madera y el muelle de la parte baja ya no levanta la parte baja.

Me quedo a verlo con luz tras los créditos. Merece la pena. Mugrecilla buena. Viva lo antiguo!!

Ps.- La película es ‘Se vende’, de Jorge Perugorría, no está muy allá pero se ve una Cuba que me gustaría que vieran.

Coppelia, fresa, chocolate

Coppelia, la más famosa heladería de Cuba y la Habana, cumple ya muchísimos años…. sin fresa ni chocolate.

Ésta enorme heladería ha sido icono en el Vedado de la Habana, en la calle 23, durante generaciones de cubanos. Es casi imposible que haya habaneros que no tengan alguna historia o un recuerdo agradable relacionado con esta monumental heladería. Se recuerda con orgullo su inauguración y la gran gama de 26 sabores riquísimos que daban por el 66. Calidad y barato. Cincuenta centavos costaba una bola de coco almendrado o de crema de vie y un peso, una Copa Melba (helado de vainilla con una tajada de mango, sirope de fresa y altea). Se vendieron más de 3 mil tinas de helado y durante las doce horas que estuvo abierta, las colas fueron de varias cuadras.

Cuando visito Coppelia hoy, sigue habiendo la misma cola que entonces. Pero ésta vez es sólo por el precio. A un peso nacional o dos la bola, sigue con éxito, pero las caras y comentarios de los clientes son otra historia. Todos recuerdan los buenos tiempos. Un anciano señor super educado, junto a mí en la cola, me da conversación y me cuenta con risas pero con tono pesimista, cómo con pena el cubano hace la cola para ver que sólo ofertan 2 sabores, y nunca los que se quieren, como almendra o moscatel, fresa o chocolate. Y además, por la escasez de leche barata, aguados.
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El malecÓn y miradas a la calle

Algún día, después de desayunar con Mercedes y Amando, me iba al malecón, que quedaba ahí en frente.

El malecón es la larga avenida de piedra que da al mar en Centro Habana. No es agradable para que la gente se bañe, pero es lo único que tienen allí. Las playas más cercanas son malas y están lejos…

Se accede con un salto importante al muro y cayendo en una estructura de hormigón muy pinchuda para pisar.

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