El final de yomelargo (por cierto)

Agosto 2016

¿Qué cosas llevan a un hombre a rendirse a una fé incierta? ¿Qué sucesos en su vida, qué límites ha de traspasar para admitir el cambio? ¿Cuánto ha de observar su planeta, a sí mismo y a sus hermanos en él, qué pequeños caracteres de su propia raza le hacen darse cuenta de una verdad absoluta? ¿Cuándo es mayor la necesidad de creer que el apego a los principios que uno tuvo, exactos, limpios, científicos?

¿Qué ciencia religiosa encaja de manera no muy ruidosa con mi nueva vida? ¿Qué me diferencia del hindú, del budista o del ateo, si no es el mero lugar de nacimiento? y entonces, ¿qué es la fé?

Hoy en día, y nadie puede negarlo, nos rendimos a algo: es otra característica humana, necesitamos algo superior que se encargue, tal vez no queremos responsabilidades. A la sociedad, al estado, al rey, al gobierno, pero lo aceptamos y nos rendimos. Tales rendiciones siempre han venido acompañadas de revolución, siempre ha habido violencia en la historia de las infinitas rendiciones. ¿Qué tan absurdo sería rendirse, en cambio, a la fé interior únicamente? Tal vez a un Creador, a un Dios muy particular que es molón, majo de cojones, muy buena gente y gran colega, de risas?

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Mis amigos los científicos, a los que he dado siempre mi confianza y alianza contra un Creador, investigan desde la química. Pero por su naturaleza, se pierden los orígenes; entienden evoluciones y reacciones y mezclas de laboratorio, pero no llegan al origen. No pueden crear vida y una brizna de hierba es imposible de hacer. Creamos químicos con el cuerpo como el árbol crea oxígeno, pero no sabemos cómo: la fuerza de la vida sostiene un poder místico. ¿Cómo crecen mis uñas? A día de hoy, seguimos sin poder probar que la vida viene solo de la materia (y así, que Dios no hace falta). Ya quisiera yo que mis colegas crearan vida en un laboratorio, o que encontrásemos un marciano, ¡qué interesantes se pondrían nuestras vidas! Pero nanay: nuestra mente sigue siendo muy limitada, como la de la rana.

Érase una vez una rana en un estanquecito, que recibió la visita de un amigo que le habló del pacífico, nada menos.

-Ah, ¿qué es? ¿Cuán grande? 10 veces mi estanque, 20? Sigue leyendo

Linux vs Cristianos

Que las religiones y sectas que estoy descubriendo en la verdadera tierra espiritual, India, consideren a Jesucristo un avatar más de Dios, y valoren su dogma o la Bíblia, pero los cristianos no consideren la sabia palabra de aquí, es como, y perdón por la deformación profesional, que Linux vea y monte las particiones de windows pero windows no vea las de Linux… y las oculte!

Meditando con birmanos en tierra de budismo

Estoy en tierra de birmanos, y ellos saben. Aquí nació maestro Goenka, el máximo responsable de que la ciencia del Vipassana haya llegado tan lejos en Occidente y en el mundo. En un centro de meditación tengo las facilidades, me cuidan, guardan mis posesiones materiales, me dan de comer, me he introducido en el entorno apropiado de un monasterio.

Una de las cosas que no voy a olvidar de este lugar es la evolución de frescor y sonido que experimentamos desde la mañana -4.00 am- hasta la noche en la silenciosa sala de meditación. Los grillos aún nocturnos, las cigarras del alba, los pájaros, las lecturas en megafonía lejanas del Tripitaka por monjes de algún otro monasterio, de nuevo los grillos en el oscurecer. Y mi respiración, claro.

Pero no estoy aquí para escuchar cigarras sino para escucharme a mí, y el ruido de mi percepción. Son 11 días con voto de silencio, así que es lo que me queda. Alternativamente, escucho al difunto maestro, su voz grabada con mensajes bien escogidos. De ellos, aprendo los siguientes puntos.

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«Bhavatu Sabha Mangalam», dice el maestro tras muchos de los cantos que preceden una sesión de meditación silenciosa. Significa ‘que todos los seres sean felices’. Sigue leyendo

Reencuentro con osa mayor

24 Abril 2016 – Lombok norte

Hoy he vuelto a ver la osa mayor.

Clara, totalmente invertida, apuntando a una estrella polar que sigue enterrada bajo tierra: sigo en el hemisferio sur. Ha sido muy especial, pues me ha hecho sentirme cerca de casa. Sonaban muchas oraciones musulmanas de las mezquitas, recordándome que aún estoy muy lejos de mi hogar…

Cuando vea la estrella polar será como estar en casa… qué curioso!

Indonesia

Bali norte, junto al lago del cráter del Batur

13 Abril 16

Es muy diferente. Llegar a Asia desde Australia tras años de mochila es en algún punto… fatigoso, da pereza. La mayor parte de la gente viene para dos semanas o un mes, vienen a darlo todo y a gastar todo… Para mí, aún llegando a un lugar tan barato, sé que debo seguir el esfuerzo de no gastar más de lo mínimo por la que me espera aún, si quiero llegar a casa debidamente.

Sin embargo echo de menos los cafés caros de NZ/OZ y su calidad comparada al café balinés, que parece bueno. Incluso la belleza de los lugares es diferente; al estar todo tan lleno de plástico me hace ‘no disfrutar’ tanto, me siento más ajeno. Hay una pereza extraña. Mi sensibilidad disminuye, me canso del viajar y de la lucha.

El guiño de navidad

26 diciembre 2015

Decidí que las terceras navidades en ruta W de yomelargo serían en solitario. Estaba en NZ y las expediciones en solitario por sus montañas en la costa oeste de la isla sur llenaban de motivación una posible noche estrellada recortada por picos nevados el 24 diciembre.

El 22 me adentré en el ‘Routeburn track’, una magnífica expedición con todos los sabores del ‘Fiordland’ y los bosques neozelandeses.

El 23 salí de la ruta establecida para encontrar mi lugar en un valle majestuoso, coronado por Emily’s peak y otros picos nevados, y con el lago McKenzie a mis pies.

De nuevo saboreé el dulce-amargo sabor de la ilegalidad, que añade intensidad a la experiencia al estar escondido en los arbustos pero incómoda por la sensación de estar ‘perseguido’, y de que todo puede irse al garete en cualquier momento. NZ es estricta y cuadrada y obliga a los caminantes a estar en cabañas o áreas designadas, que no solo son caras sino que también están ya reservadas por las masas navideñas, lo que obliga a hacer planes, y esto no entra en mi viaje -o apenas-. Y qué coño, en navidades, no creo que me deporten precisamente por esto.

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La nube, el agua

Nueva Zelanda
17 Noviembre 2015

Yo caminaba por la costa, entre playas preciosas y frías, entre un follaje desconocido, que me sorprendía perteneciese a aquellas bajas latitudes de la isla sur de Nueva Zelanda, pues era tan maravilloso como cualquiera visto en las tropicales islas del pacífico.

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Había leído de nuevo Siddharta con nuevas revelaciones. La cabeza piensa en cosas incluso al caminar, caminar es un trabajo mental. A veces te das cuenta, como al meditar, de que llevas un rato pensando en alguna idiotez mirando el suelo y no estás viendo los árboles y las extrañas aves que se cruzan en el camino. Y pones tu atención de nuevo en el presente, en la respiración, en las aves. Cada vez que cruzaba un riachuelo, lo cual es casi contínuo, me quedaba parado cinco minutos con los ojos cerrados escuchando el murmullo, el cauce, como Siddharta, hasta que entonaba un Om que superponía el tono real y pensaba que la voz imparable de la vida, del agua, era aquel río con todo lo bueno y lo malo, que es un todo único que debemos ver unido.

Después caminaba de nuevo muy conectado y en el presente. Y mi atención se mantenía en la vida, en el entorno, en el sonido, en las aves y en al agua. Una meditación de caminar.

Mi mochila estaba pesada por la comida que metí en ella, para unos cinco días. Caminaba la ruta de Abel Tasman y sudaba cansado. Me tumbé bocarriba en una playa pequeña pero tan bonita como para quedarme a dormir.

Había una nube en el cielo, muy gaseosa, muy impermanente, y supe desde el primer instante que iba a desaparecer. En aquel momento estaba meditando sobre la magnificencia del agua. A menudo asocio el agua con Dios. El agua parece ser Dios. Está en todas partes, omnipresente, en diferentes estados, no conoce el tiempo, es la misma agua siempre, constante, en el río, en el mar, como un cuerpo absoluto, la sangre del planeta. Preciosa, vital, el 70% de nuestro cuerpo y del planeta. Cristalina, calmadora de sedes y calores, bálsamo de buceo y vida, vital, divina.

La nube desapareció finalmente, y una vez más entendí que no desaparecía, solo seguía su camino, mudando, y transformándose, ahora invisible e imperceptible, luego densa y pesada, mañana hielo.

Dios estaba en ella, en ellas, en su belleza y en su inteligencia. Dios era ella y su impermanencia.

¿No es acaso lo mismo que nos ocurre a nosotros cuando morimos?

¿No mudamos de forma y, en lugar de desaparecer totalmente del planeta, a lo que nuestro ego huye atemorizado, no es que nos transformamos en algo diferente, no es que seguimos nuestro camino, no es que mudamos?

¿No es que nos evaporamos como nubes, o nos transformamos en árboles desde la tierra por sus raíces, ahora líquidos, luego sólidos, mañana fuego?

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Aquella noche llovió sobre mi tienda de campaña

¿Pecador, yo?

Qué pesada la mente. Para, hija, siempre con tu quiero esto, quiero aquello. La felicidad sera ésto, la felicidad está allí.

Me siento a leer un momento, y hala, que la niña quiere un café; me pongo a ver una película, y la niña quiere golosinas. Como un hijo tonto. Si voy a escribir, quiere otro placer, soy una veleta apuntando donde ella dice.

Todos queremos una vida feliz, lo que requiere una salud, una dieta equilibrada, ejercicio adecuado y suficiente reposo. Menos famosa y más importante que la necesidad de salud física es la necesidad de salud espiritual. Si ignoramos los requisitos de salud espiritual es fácil experimentar tendencias negativas como la ansiedad, egoísmo, envidia, aburrimiento y desolación.

En la aventura de mi viaje existe un patrón que se repite en mi aprendizaje, al que no puedo ignorar y al que no puedo por menos que traer de vuelta a mi diario. Se trata del cuidado de la salud interior, del cuidado de nuestra felicidad, del crecimiento y la observación interiores.

En cuanto pensamos en algo, queremos hacerlo, y así somos esclavos de los infinitos deseos, apetitos y pensamientos que cruzan nuestra mente materialista, que disfruta con los sentidos experimentando relaciones materiales, sin descanso, adictivas.

Vacilamos así entre el júbilo breve de un triunfo material y el lamento por la pérdida o frustración materiales. Y se diría que si no despertamos la conciencia a esta verdad, no controlaremos la mente sino ella a nosotros, no utilizaremos nuestra inteligencia al 100%, no nos sentiremos satisfechos, no habrá paz. ¿Dónde está la felicidad, sin la paz?

Tal vez es parte de nuestra vida el lidiar con toda esta maraña de suposiciones, quizás elegimos luchar con espada por esa realización debido a nuestra curiosidad, pero quién me manda, ¿por qué no puedo yo ignorar todo esto y vivir feliz, o inconsciente, con las golosinas, gordo, viciado, sumiso, obediente, gris?

Y si he sido creado con defectos, ¿no tengo derecho a ser así, a tenerlos, y en caso de advertirlos, ignorarlos, culpando exclusivamente de mis pecados a aquel que me creó con ellos, pecador?

Chiquito de la Calzada sabía de lo que hablaba.

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Si mi alma existe en el mundo espiritual, pura, y se corrompe en el mundo material, experimentando la ilusión del tiempo y el egoísmo, del cuerpo, del miedo a la muerte, a la edad, a la enfermedad, a la pérdida de belleza o inteligencia o fuerza o habilidades, provocando ansiedad en/ante el cuerpo temporal…

¿Soy yo responsable de todo ello? ¿Elegí yo que esto me ocurriese? ¿Es mi misión trascender los miedos y ansiedades del mundo material, mientras aún estoy en él? ¿es mi misión acabar con la envídia, el odio, la desolación, en una lucha indefinida?

¿O es mi misión disfrutar sin límites de los placeres materiales, acentuando aún más las tendencias asíduas de mi mente, mientras pueda, mientras paso por el mundo material? ¿No es para eso para lo que estamos aquí?
¿No estamos aquí para gozarla, partirla, y reventarla?

¿Cuántas personas tienen estas reflexiones? Porque ojo, todo esto es básicamente ser un humano en el 2016. No sé dónde la hemos cagado para complicarlo tanto.

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Haumm, ñam, chocolate. Voy a hacerme un café. Cuando tenga mi propia casa, seré feliz…