De campañazos y hamacazos

Bitácora pacífico, día 82

Me dispuse a dar una vuelta completa a dedo a la isla de Moorea, pero pronto me decepcionó que el espacio entre la carretera que recorre sus costas y el mar era inaccesible, de terrenos privados o demasiado estrechos como para acampar. Me adentré pues en el interior la primera noche, llegando a unas cataratas altas que caían pegadas a una pared. El terreno era abrupto con rocas volcánicas, las más hostiles; el follaje, jóven y blando. Ni mi tienda de campaña ni mi hamaca tenían lugar. Caminé de vuelta y encontré gentes amables y otras extrañas, y una propiedad sin dueños donde colgar la hamaca y cocinar bajo un refugio. El valle era cerradísimo, todo alrededor eran paredes verdes.

En los días siguientes encontré la manera de quedarme junto al mar. A veces en propiedades, otras en huecos, pero lo cierto es que Moorea acabó siendo uno de los lugares con las mejores noches que recuerdo. Quizás debería hacer una categoría para archivar las mejores noches del viaje: campañazos, ó hamacazos.

Una vez ví una motu (islita) atractiva cerca de la costa. No paré hasta encontrar el lugar. Había un embarcadero roto y aun estando orientada al sur, veía gran parte de la puesta de sol hacia el oeste.

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Las flores flotantes

Bitácora pacífico

Día 77

Los múltiplos de 11 son buenos días, como el 33.

Estoy en una isla llamada Moorea, solo de nuevo, volviendo a la tienda de campaña y la hamaca, independiente, recorriendo a dedo la carreterita que da la vuelta a la isla, muy pegada al agua.

La situación es la siguiente. Hay una nube enorme tapando el sol poniente justo en el oeste, muy gris. Contuvo el espectáculo hasta el final, cuando no pudo más y se le escaparon unos naranjas a los lados: azul, naranja, gris.
Hay unas casas sobre el agua cerca, se llega por una pasarela desde los árboles, unos pinos que están tan cerca de la orilla que sus ramas quedan sobre el agua y hay que agacharse para continuar el paseo.

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El atardecer de hoy, con tiempo, con horas, lo comparto con un perro que huele agujeros de cangrejo y cuando hay uno -lo sabe- lo desentierra y juega con él sin hacerle daño. Les da la vuelta, los suelta rápido antes de que le pillen un labio.Es su única habilidad, no tiene otras, es un acojonao, unos perros han ladrado desde las casas sobre el agua, y ha desaparecido sollozando 10 minutos.

Sería el típico pringadillo pero que cae bien.

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Una mini gaviota de mar de las que pescan en picado -he ahí mi descripción, hay tantas diferentes- ha quebrado el vuelo al verme y pensé que se había asustado, pero no, empezó a volar en círculos sobre mi cabeza mucho rato; luego, como hacía ruidos incesantes, vino otro como preguntando, Qué pasa, y ella le contestó algo, y los dos se quedaron un rato dando vueltas encima de mí y emitiendo graznidos insistentes.

Después se quedó sola de nuevo sobre mí, después se fué.
El perro y yo -él también estaba mosqueado- las miramos alejarse hasta que no pudimos saber si las veíamos o no. Yo me preguntaba quién habría venido a saludarme volando tan de cerca, y si nos volveríamos a ver.
El perro no sé qué se preguntaba.

* * *

De pronto, me dí cuenta de que unos objetos pequeños cubrían las tranquilas aguas que, dentro del anillo de arrecifes que protegen naturalmente a estas islas, son de poca profundidad, transparentes y turquesas, permitiendo hacer grandes recorridos.

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El sonido de las olas exteriores del pacífico rompiendo continuamente en aquellos anillos de arrecifes es quizás el que representa, para mí, a Polinesia.

Eran flores. Estaban perfectamente distribuidas en las aguas estáticas como espejos, alrededor de mí, flotando, perfectas, jóvenes y fuertes, moviéndose muy lentamente si es que había algo de viento, o tal vez con una corriente imperceptible.

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Algún viento las había traído desde algún árbol feliz, y ellas eran también felices y se entregaban así a su destino, aunque fuese ser destruídas con toda su belleza por la violencia de las olas, allí en el anillo, como conscientes de que ésa es su misión y de que son parte del ciclo único de la Vida.

El lago azul

En un rincón del anillo gigantesco de Rangiroa está el lago azul, poco profundo y rodeado de islas pequeñas, frescas y planas conectadas por pasajes de agua por donde caminar, cubre hasta la cintura máximo. Aguas azules cristal, arena blanca.

La primera noche nos quedamos pacientes dentro del anillo, era tarde, esperando que al día siguiente nos guiaran los ingleses por un acceso sin coral. Veíamos la puesta de sol al otro lado del anillo.

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Al llegar al día siguiente, las dos familias nos tiramos en la arena blanca sin saber por dónde empezar un día en un lugar tan exquisito. Edward y yo abrimos cocos, comimos de ellos; un grupo de polinesios que llevaba una grupo de visitantes nos hicieron amistad y nos regalaron toda su fruta fresca antes de irse. Un hombre asó pescado en una idílica parrilla sobre el agua y docenas de tiburones y gaviotas locales revolvieron cielo y agua cuando arrojó los restos alrededor, caminando entre las aletas nerviosas de los escualos.

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Días 58-61

Bitácora pacífico
06 agosto 2015

Día 58

Los días pasan en Rangiroa.
Éste es el lugar de la leyenda de la perla negra. En Polinesia la perla es un gran mercado. Un día fuimos -toda la familia- a una granja de perlas. Una misma ostra puede producir varias, que tardan en formarse años y tienen varias categorías de calidad. Los operarios las abren un cachito para retirar las perlas y plantar nuevos embriones. Averigüé muchas cosas interesantes, pero también que las perlas no se recogen en ambientes naturales. Todas son de granjas. A veces se venden tiradas.
Hay una perla negra en alguna parte de mi mochila.

Este lugar es realmente un paraíso. Es una enorme barrera circular de coral y arena, de pocos metros de altura, con palmeras. Por el lado exterior del anillo está el océano, olas lejanas que rompen en la distancia, y está el infinito. Por el lado interior es un ‘lago’ íntimo, profundo y calmo, enorme, unos 30km de ancho. Los barcos entran por los ‘pases’, estrechas aberturas con increíbles corrientes de marea y que son el horror de los capitanes si no se pasa en la hora exacta.

Todas las islas y atolones que conozco de la Polinesia tienen un anillo de arrecifes semejante que protege naturalmente a su mismo paraíso interior.
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Hermanos del pacífico

Yo no tengo hermanos (varones).

Pero en aquel barco navegaban conmigo mis hermanos del pacífico,
Edward y Alex. Edward era inglés y conmigo éramos los dos tripulantes ajenos del barco; Alex era el hijo de 7 años de los dueños del barco. Pero todos éramos una familia navegando el pacífico. Todos hermanos.

En mis excursiones por Nuku Hiva, Edward se animó alguna vez conmigo a caminar y así caminaba con mi hermano. Había un desfiladero que me llamaba a gritos en el lado oriental de la gran bahía de la isla, y recuerdo subir hasta el punto más privilegiado con él y compartir silencio y fruta. Mangos robados de alguna finca en el camino.

Los rayos de sol se filtraban por las nubes y tocaban algunos rincones de la bahía, y averiguábamos nuestro barco entre los varios, en la distancia. Allí está Alex! El sol finalmente rompió la nube y gritó antes de irse, mostrando su divino contento ante nuestra atención.

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Edward es menor pero aun así he aprendido mucho de él. Sé lo que es ser el hermano … no preferido de la familia. Edward tiene una actitud mucho más adecuada que la mía a bordo y eso le confiere un status de favorito. Además de ser anglosajón y tener esa ventaja cultural y de afinidad con los dueños, tiene más paciencia y menos prisa en el viaje. Le da igual todo. Confieso que mi desconexión ha sido provocada por la ansiedad de continuar el viaje, la preocupación por el dinero que se va en estas caras islas y los días que pasan sin movernos, mientras nos acercamos al fin de temporada, donde podría quedarme atascado en el medio del pacífico un invierno entero esperando a que pasen los huracanes. Además no puedo evitar discutir con el dueño (y capitán) conceptos prácticos de navegación en los que está equivocado por su inexperiencia, que es tan grande como la mía. Su dulce esposa calma con sabiduría y la única energía femenina de a bordo las diferencias.

Pero es otra de las enseñanzas que aprecio. El ser el hermano «malo» de la casa conduce a intentar y saber ser mejor hermano.

* * *

Alex. Gracias a él he aprendido a vigilar mi lenguaje, y ser el hermano mayor de un muchacho. Todos educábamos a Alex, era un trabajo contínuo de mantener una actitud correcta ante él, decir lo correcto y poner límites razonables a sus conflictos.

Cuanto más entregaba a Alex, más bonita se hacía mi experiencia con él. Si jugaba con él a algo, si simplemente miraba la pantalla de su ipad cuando me pedía que lo hiciese, cuando le puse ‘Alicia en el país de las maravillas’ aunque fuese en francés, notaba su afecto. Hubo veces que se me tiró encima antes de irse a la cama y me abrazó en silencio. Eso fue muy, muy guapo. Alex.

Alex en nuestra entrada a Rangiroa

Alex en nuestra entrada a Rangiroa

Hubo una vez que construí la nave más grande que jamás habíamos visto con sus piezas de Lego (esto le emocionaba). La llamamos la ‘super-hiper-invader-spacecraft’ y duró un tiempo sin romperse aunque jugábamos a destruirla y a ver si superaba golpes.

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* * *

Hemos conocido en Rangiroa una familia cachondísima de ingleses -wealthy people- con tres hijos preciosos y pecosos. Me recuerdan mucho a unos amigos de mi infancia.

Pasamos tiempo con ellos, comemos juntos, vienen a nuestro barco alguna noche, y estos van al suyo alguna otra mientras los ‘hijos’ nos quedamos viendo una peli en el nuestro.

Alex tiene nuevos amigos de su edad para jugar, es genial. Qué sueño para ellos, no? Nadan entre barco y barco en aguas más limpias que las de una piscina pero llenas de peces, mientras el sol se pone, van y vienen en una tabla de surf o una canoa hinchable.

Yo me subo al mástil, Edward y yo solemos hacerlo como buenos mozos de a bordo. El lago circular interior de Rangiroa, protegido naturalmente, esta hoy más calmo que nunca. No se mueve el aire ni el agua. Es totalmente perfecto.

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Desde aquí arriba vigilo que mi hermano Alex está bien mientras juega con sus amigos y sus padres descansan. Es un campeón. Rema hacia el otro barco con fuerza en la tabla, nada muy bien. Nunca se ha mareado ni con las peores olas, al contrario, juega tan tranquilo bajo cubierta con su ipad cuando los demás nos agarramos a cualquier cosa para no caer. Su escuela es su madre, que le ha dado un ingles extremadamente perfecto para su edad y le da clases cada mañana por una hora. Nada malo puede salir de ese chico, estoy orgulloso de él!

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Desde aquí arriba veo la puesta de sol. Los demás barcos flotan paralelos en la corriente llenante. Se encienden sus luces de anclado.

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Hoy, de mañaneo, hemos escapado en el dinghy de nuestro barco los tres un rato. Alex se ha emocionado al huir hacia un embarcadero de la orilla.

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Hay un lugar en el ‘pase’ de Rangiroa (por donde entra y sale el agua de las mareas, haciendo corrientes increíbles) donde se forman ‘standing waves’, olas estáticas. Los delfines van todos los atardeceres a saltar en ellas, pues deben pescar mejor. A veces saltan dos juntos, ocasionando gritos de júbilo entre los asistentes al espectáculo.

Después, mi hermano Edward y yo caminamos por una orilla cualquiera, y hablamos de cosas de mayores, que mi hermano Alex no puede oír, porque es, de momento, pequeño.

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Días 54, 55, 56

Bitácora pacífico
01 Agosto 2015

* * *

Dia 54

Finalmente navegando hacia Tahití, pero con paro total de viento. Calma chicha.

Los últimos días navegando han sido, sin embargo, bastante buenos. Hemos tenido vientos de través bajando hasta 150º AWA babor. Una noche entró de popa cerrada (180º) y abrimos la doble génova en mariposa, lo que no me gusta mucho porque flamea si el viento es flojo.

Hago turnos de noche y mediodía. La noche es maravillosa. Leo mientras timoneo con el pie para quitar horas de piloto automático y consumo eléctrico en la noche, en la que no hay carga eléctrica solar.

La luna se está llenando y baja a ponerse cuando se acaba mi turno, creando un reflejo anchísimo en el mar, por proa, que me facilita el timoneo (rumbo) muchísimo. La constelación que llamo ‘puerta de Tannhausser’ ya se ha ocultado a esas horas, y el ‘piragüista’ sigue ahí pero poco visible por la luna.

Puestas de sol ok, me pierdo amaneceres. No me gusta cocinar en este barco. Es incómodo y poco agradecido. Creo que jamás he dejado de decir ‘qué rico’ a la persona que ha cocinado y, error mío, busco el mismo cumplido.

Solo encuentro un hueco para escribir, no hay mucha paz o tiempo, al fin y al cabo.

* * *

Día 55

Sin viento.
Es demasiado motor y hacemos 4.5 nudos de media. Podríamos quedarnos sin combustible si el viento no vuelve.
Tras levantarme hoy todos me miraban con una sonrisa pues no sabían cómo iba a reaccionar (yo soy el que tiene más prisa -qué idiota-).

Han decidido cambiar rumbo al archipiélago de Tuamotus. Específicamente Rangiroa, donde haremos diesel y pasaremos unos días incluyendo el cumpleaños de la mujer de a bordo. Unos 4 días, dicen. Jajaja. Sé que serán muchos más. Pero les he devuelto la sonrisa y dicho que me encanta el plan. Voy a relajarme y vivirlo. Tuamotus es uno de los paraísos más bellos de mundo, sin duda, aunque provocan miedo a capitanes sin experiencia por sus peligrosas entradas, corrientes y escasa profundidad.

La altura máxima en esta zona es de unos pocos metros, es decir, es un conjunto de arrecifes y arenas bajas donde aun así vive gente aisladamente.

Cambiado el rumbo hacia Rangiroa (SUR) el sol se pone por el costado de estribor y la luna sale por el de babor, muy exactamente a los lados. Es una de las mejores estampas que recuerdo en el océano. Cuando la luna se llena, sabemos todos, sale al ponerse el sol. Otra de esas coincidencias físicas y curiosas del universo.

El pacífico, sin nada de viento, está plano como un embalse. ¿Cómo puede ser?
Sin olas, solo ligeras ondulaciones lentas, sin acristalarse lo más mínimo. Hacemos 5 nudos a motor, y nuestras olas son las únicas perceptibles en la gran paz que transcurre. ¿Cómo es posible?

Puesta de sol increíble, colores y reflejos, salida de luna amarilla peor aún, casi llena, no sé a qué lado mirar.

La paz se ve interrumpida por el chivato de la caña de pescar, que tras tres días ha pillado un atún. Nos pilla por sorpresa y con la emoción nos hemos perdido el atardecer. Cullons.

Me he sentido raro porque creo haber matado al atún. No era enorme pero sí muy pesado. Al arponearlo para subirlo a bordo, vibrando con su aleta, todo se llenó de sangre. No valgo para esto. Edward lo ha fileteado tras ahogarlo en alcohol, pues no queríamos golpearlo.

Con la paz posterior he deseado más que nunca ser capitán de mi barco: quería tremendamente parar máquinas y pasar la noche a la deriva, en esa paz, sin olas, silencio, en el medio del pacífico. Nadar un rato, bañarnos, etc.

Pero el capitán no va a querer.

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Día 56

Atún a la sartén y otro tanto en carpaccio con limón y vinagre.
Mañana sashimi.
Yo haré un ceviche con lo que sobre.

Nuku Hiva

Me desperté intranquilo ante la amenaza de un día en Nuku Hiva sin planes. Tenía que hacer algo, no soporto los días banales.

Decidí que me iría temprano con una mini mochila, agua y poca comida a un lugar remoto de la isla a pie, en el oeste, donde había una supuesta catarata al fondo de un valle, atravesando las montañas que rodean la bahía principal, verdes y vírgenes.

No sabía si podría volver en el mismo día, y así lo advertí a la tripulación. Caminé, se acabó la bahía, ascendí firme la primera colina, continué, olí aromas nuevos y me encontré con guayabos, comí varios, sudé, consumí peligrosamente la poca agua que llevaba, surqué crestas y ví un caballo con montura atado junto a un saco lleno de carne fresca y huesos enormes, escondido en un arbusto. Será un cadáver? Matarán por aquí a gente?

Caminé indeciso sin encontrar el camino, cubierto por la vegetación, pero volví curioso al caballo, sin camino. Un hombre salió armado de la nada y nos miramos indecisos, pues no debe haber muchos como yo en aquel lugar. Pero era noble y acababa de cazar una cabra enorme para las fiestas y su familia. Me dio la botella de agua helada más rica del mundo y me indicó el camino, nos despedimos con risas.

* * *

Perdí la cuenta de las bahías y calas que dejé atrás, desde las alturas.

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Días 48 – 52

Bitácora pacífico ::: Día 48

Julio 2015

Debo confesar que la falta de la Independencia desarrollada en el continente americano me está matando. No tengo paciencia, me es pesado depender de los barcos o capitanes y de sus decisiones. En el barco en el que estoy, el Dreamtime Wanderer, pensaba estar unos días y llevo más de dos semanas. Todavía en Nuku Hiva. Cuando por fin zarpamos para continuar hace dos días, tras unas horas el capitán decidió volver porque el barco se movía mucho y había olas ‘grandes’, para mí un mar movido pero normal. Hubo tensión por su indecisión y por la insinuación a continuar de Edward y mía. Son conservadores y navegamos con un crío de 7 años, así que finalmente reconocimos la decisión del capitán y nos echamos a las velas, facilitando su momento. Si algo hubiera pasado habría sido por nuestra culpa y eso no tiene sentido, estas cosas se aprenden en el mar.

Pero volver de noche significó casi chocar con dos barcos en la bahía buscando un lugar sin luz y con un temporalillo en el que de pronto se rompió el freno del ancla y perdimos el control. Esas cosas también enseñan. Tenemos días hasta que el tiempo mejore, de nuevo en espera.

Sin embargo, aunque quisiera estar ya en Tahití buscando -la temporada se va lentamente- y a veces me pongo de mal humor por la espera o por la actitud de la familia, lo tomo como un nuevo trabajo de paciencia y una nueva lección de la vida. Y más aún, estoy en un lugar super apartado del mundo, privilegiado y difícil de llegar, las Marquesas. ¿Qué puta prisa?

[Mientras traspaso estas palabras escritas del diario hoy, me llamo idiota 3 veces y me arrepiento de no haber tenido más paciencia o haber disfrutado más de aquello entonces. De nuevo, en aquel presente, estaba en el futuro, y la ansiedad no me dejaba desparramarme en el lugar. Idiota.] Sigue leyendo