El lago azul

En un rincón del anillo gigantesco de Rangiroa está el lago azul, poco profundo y rodeado de islas pequeñas, frescas y planas conectadas por pasajes de agua por donde caminar, cubre hasta la cintura máximo. Aguas azules cristal, arena blanca.

La primera noche nos quedamos pacientes dentro del anillo, era tarde, esperando que al día siguiente nos guiaran los ingleses por un acceso sin coral. Veíamos la puesta de sol al otro lado del anillo.

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Al llegar al día siguiente, las dos familias nos tiramos en la arena blanca sin saber por dónde empezar un día en un lugar tan exquisito. Edward y yo abrimos cocos, comimos de ellos; un grupo de polinesios que llevaba una grupo de visitantes nos hicieron amistad y nos regalaron toda su fruta fresca antes de irse. Un hombre asó pescado en una idílica parrilla sobre el agua y docenas de tiburones y gaviotas locales revolvieron cielo y agua cuando arrojó los restos alrededor, caminando entre las aletas nerviosas de los escualos.

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En el lago azul no importa el tiempo. Las nubes pasan rápido sobre nuestras cabezas y son el único cambio perceptibe. Puede nublarse o llover en un día tras el sol, nada importa. Nublado puede ser aún más especial.

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Mi hermano Ed camina en una abertura del lago azul hacia el lago principal

Mi hermano Ed camina en una abertura del lago azul hacia el lago principal

Ed y yo nos quedamos solos y fuimos caminando entre los islotes. No había nadie más, y fuimos al poblado de los supuestos habitantes, deben ser una o dos familias, pero todo está abandonado ahora. Preparamos aquella fruta en unos cocos con su propio jugo.

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Dejé a Ed haciendo fuego y busqué otras orillas del lago, donde encontré aquellas stingrays. Pasaron los minutos sabiendo que en cualquier momento se acabaría aquella maravilla. Exploré y entré en ciénagas de cangrejos y me senté varias veces. De pronto, los gritos de los niños me sacaron de mí y ví que corrían hacia mí: habían venido todos a recogernos para volver a los barcos. El pequeño corrió hasta mí un buen trecho, más bien por saber qué estaba haciendo y si podría vivir alguna aventura corta conmigo antes de volver a ‘casa’, y recuerdo esos instantes como pura felicidad, como si mi hermanito viniese a jugar. Me ví en él con mis pecas de la infancia.

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* * *

Otro día antes de dejar el lugar decidí irme a explorar más lejos y reencontrarme con esa libertad abrumadora de la soledad absoluta. La certeza de estar solo en todos aquellos lugares. Los únicos barcos eran los nuestros, allá, en aguas más profundas.

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Pasé por varios lugares inundados de agua impecable que conectaban los dos lados del anillo, y rodeados de arena blanca con palmeras de generosa sombra. Crucé hasta el lado exterior del atolón, viendo corrientes fuertes y oleaje peligroso hacia el infinito océano abierto.

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Cuando llegué a la otra cara del lago azul era aún más intenso y azul, más prodigiosamente diseñado para el puro deleite, aguas blancas poco profundas, con peces curiosos, que se tornan azules turquesa lentamente según se incrementa la profundidad hacia el lago azul.

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El azul más oscuro es el más profundo, pero al nadar hacia él descubrí que se trata tán solo de unos metros de visibilidad perfecta entre rocas de coral. Vuelvo a las palmeras a tumbarme, e inevitablemente, pienso.

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Podría pasar cinco vidas aquí… Y tan solo tengo horas. ¿Y si me quedase aquí? Jamás nadie me pediría explicaciones en la zona, y no creo que tardase mucho en entablar amistad con los pocos locales que podrían vivir aquí. ¿Sería capaz de superar con los años la carga de conciencia de abandonar todo mi pasado, incluyendo mi familia? Nah.

¿Sería capaz de resistir la tentación de mis adicciones desarrolladas inconscientemente, de vivir en el desconocimiento de todo para siempre, ahora que ya estoy habituado a la modernidad, a la tecnología, a las ciudades, a las comodidades, a las amistades, a los lujos, a la información, al vicio, al saber?

¿Se puede volver a no saber cuando ya se sabe?

Perdón por la frecuente retórica.

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