Días 58-61

Bitácora pacífico
06 agosto 2015

Día 58

Los días pasan en Rangiroa.
Éste es el lugar de la leyenda de la perla negra. En Polinesia la perla es un gran mercado. Un día fuimos -toda la familia- a una granja de perlas. Una misma ostra puede producir varias, que tardan en formarse años y tienen varias categorías de calidad. Los operarios las abren un cachito para retirar las perlas y plantar nuevos embriones. Averigüé muchas cosas interesantes, pero también que las perlas no se recogen en ambientes naturales. Todas son de granjas. A veces se venden tiradas.
Hay una perla negra en alguna parte de mi mochila.

Este lugar es realmente un paraíso. Es una enorme barrera circular de coral y arena, de pocos metros de altura, con palmeras. Por el lado exterior del anillo está el océano, olas lejanas que rompen en la distancia, y está el infinito. Por el lado interior es un ‘lago’ íntimo, profundo y calmo, enorme, unos 30km de ancho. Los barcos entran por los ‘pases’, estrechas aberturas con increíbles corrientes de marea y que son el horror de los capitanes si no se pasa en la hora exacta.

Todas las islas y atolones que conozco de la Polinesia tienen un anillo de arrecifes semejante que protege naturalmente a su mismo paraíso interior.

* * *

He remado hasta un islote junto al pase, en slack tide, para ver el esnórkel, y no está nada mal!

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Y superb scuba. Carísimo bucear. Me animé humildemente por la probabilidad de bucear con delfines pero no hubo suerte. Aún así he visto muchos tiburones (white tip, black tip, grey) en un ‘drift dive’, buceo en la gran corriente del pase (la entrante, claro, que en la profundidad se suaviza) que nos llevaba flotando ante una pared de coral y fauna marina.

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Día 59

En 6 días hará un mes que estoy en este barco, en el que calculé solo dos semanas a Tahití. Lento el avance por el pacífico, pero mmhm ¿Puedo quejarme?

Mañana zarpamos al ‘lago azul’ los dos barcos, en un lugar remoto del mismo atolón de Rangiroa. 12 millas, 2.5 horas si hay viento. Ojalá.

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Día 60 – Lago azul

El capitán es tan conservador que nunca he visto la vela mayor más allá del tercer rizo.

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Día 61

Estoy impresionado con el lugar. Merece un post a parte.

Hubo un momento brillante, hoy. Jugaba con los niños del otro barco, los ingleses, y con Alex, con una tabla de surf, yendo hasta otros lugares, donde todo eran piscinas, azules, ellos jugaban a saltar o mantenerse en la tabla, con razón: había tiburones yellow tip por todas partes. Son generalmente pequeños y amigables -he de decir-.

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Un espontáneo polinesio apareció de la nada y me dio una calada de una intensa maría que no pude rechazar. Quién sabe, quizás me lo colocaron en el camino por algo. Me sentí de pronto vulnerable con los niños, la responsabilidad paternal me golpeó, y me fui a caminar solo, lejos.

Mi cabeza viajó y reflexionó con lo siguiente.

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«Las stingrays amantes»

En una conclusión certera, sé que la soledad es libertad, y por eso me gusta tanto, definitivamente. Ahora noto y saboreo esa libertad en mi paseo solitario; pero ojo, Ed me espera, Graeme el capitán vendrá a recogernos luego y no puedo hacerles esperar: no soy libre, no puedo enfadar a nadie, mi moral no lo permite, alguien depende de mí o yo dependo de alguien. Así, se ve coartada la libertad. No puedo tomar cualquier decisión, como sentarme, ir allí lejos del lado del oleaje, explorar sin límites, meditar.
Sentarme a meditar una hora, eso no puedo.

Por tanto, soy más yo mismo cuando estoy solo, porque puedo hacer más mis cosas y no las que me condiciona la gente o el entorno. Encuentro esto extremadamente interesante desde el punto de vista antropológico.

Adoro esa libertad, estoy enganchado a ella, es una adicción, es droga. La soledad es libertad. La libertad que te hace estar completamente desnudo en una isla de éstas y cambia hasta tu forma de mear. Da igual, estoy solo. Da igual, nadie me ve. Cuando uno está así de solo o libre, uno no mea; a uno le sale el pis cuando viene, mientras uno hace otras cosas, como una vaca mientras rumia o camina. Uno es definitivamente más animal.

Poco más tarde, me quedé eclipsado con dos stingrays (como mantas) que se desplazaban lentamente en una zona donde apenas cubrían 20 cm de agua, a un metro de mí y sin miedo. Parecían disfrutar. Dos gaviotas negritas, raras, con la cabecita blanca, se perseguían y una hacía lo que la otra: si se posaba, se posaba, si volaba, volaba. Parecían disfrutar. Madre e hijo, novio y novia, no sé; pero parecían disfrutar.

A lo que voy es que sé que la vida en solitario es rica y hermosa, más espiritual en mi caso, pero sé que el amor está en la compañía, en la pareja, en la familia, en los amigos. No quiero prescindir de él, lo necesito, o mejor, sé que lo voy a necesitar.

Pero!

* * *

¿Cuán fácil es acostumbrarse a algo para siempre? A la soledad, o al amor. Cuánto hay que entregar? Cuán duro es dejar la libertad como droga y qué terrible abstinencia se nos viene?

Cuánto hay que acuchillar al ego-ismo para amar de verdad?

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