Nuku Hiva

Me desperté intranquilo ante la amenaza de un día en Nuku Hiva sin planes. Tenía que hacer algo, no soporto los días banales.

Decidí que me iría temprano con una mini mochila, agua y poca comida a un lugar remoto de la isla a pie, en el oeste, donde había una supuesta catarata al fondo de un valle, atravesando las montañas que rodean la bahía principal, verdes y vírgenes.

No sabía si podría volver en el mismo día, y así lo advertí a la tripulación. Caminé, se acabó la bahía, ascendí firme la primera colina, continué, olí aromas nuevos y me encontré con guayabos, comí varios, sudé, consumí peligrosamente la poca agua que llevaba, surqué crestas y ví un caballo con montura atado junto a un saco lleno de carne fresca y huesos enormes, escondido en un arbusto. Será un cadáver? Matarán por aquí a gente?

Caminé indeciso sin encontrar el camino, cubierto por la vegetación, pero volví curioso al caballo, sin camino. Un hombre salió armado de la nada y nos miramos indecisos, pues no debe haber muchos como yo en aquel lugar. Pero era noble y acababa de cazar una cabra enorme para las fiestas y su familia. Me dio la botella de agua helada más rica del mundo y me indicó el camino, nos despedimos con risas.

* * *

Perdí la cuenta de las bahías y calas que dejé atrás, desde las alturas.

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El camino era imposible, me perdí. Volví atrás 4 veces, al último punto seguro, y salí en las 4 direcciones de él, buscando y sintiendo el mal humor surgir con el tiempo perdido. Volví más atrás y encontré el descenso, noté una playa y llegué a ella. Me costó casi todo el día llegar allí.

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* * *

Encontré unos hombres motivantes que no creían que hubiera llegado por tierra -ellos van en lancha-. Estaban bebiendo y me ofrecieron algo de comida, necesitada para alargar mi estancia otro día más. El dueño llegaría más tarde, me fui a explorar.

Aquello era un precioso poblado desierto! -Pensé cuando ví en la siguiente playa casas simples con un río que forma una laguna limpia antes de salir al mar, con lianas para saltar al agua, coches antiguos abandonados, jardines de colores preciosos, plantas y flores exquisitas, a la sombra de palmeras generosas con los cocos y con una pared de caliza rugosa vertical e infinita siempre de fondo.


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Todo el mundo estaba en las fiestas! Allí solo se llega en barco, y una cabina telefónica entre ridícula y tal vez muy útil se levantaba en la callejuela principal, de arena y hojas. Enormes cangrejos corrían a sus anchas por los jardines, disfrutando la tranquilidad.

Tras la playa había un campo verde natural con una cabaña-bar para las ocasiones especiales, creí. Bananeros en todas partes y un camino de hierba que se adentraba junto al río en la jungla. Ese debía ser mi camino, pensé mientras observaba un espectacular caballo negro que no se inmutaba, completamente surrealista.

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Maravillado con el lugar, volví junto a mis cosas en la primera playa. La familia había llegado y oscurecía. Agarré unos trapos de trabajo viejos y sucios para cubrirme y me dispuse a dormir, pero quise hacer lo correcto y subí a saludar. Una extraña familia sin mujeres de un hombre gordo y sano, líder, uno esquelético y atontolao, una niña y un niño se sorprendieron pero poco más tarde reíamos en la mesa con mi escaso francés, comía pescado fresco frito ante su atenta mirada y explicaba mis aventuras.

Fue precioso ver la felicidad simple y solitaria de aquellos niños, y los hombres. Se vinieron junto a mí con una esterilla enorme y cojines para dormir amontonados en el suelo viendo las estrellas. Aprendí el significado de ‘à la belle étoile’ y que se ponían allí para espantar con los perros a un supuesto toro tozudo que se comía no se qué. Los niños me miraban con esa excitación de tener un invitado en casa y de dormir fuera.

* * *

Me desperté mosca a media noche porque se habían ido y más tarde pegué el brinco más respingón de mi vida cuando noté unas pisadas pesadas y al mirar ví el toro más grande y raro que he visto tan de cerca -unos 4 metros- en mi vida después de los san fermines. Lo ahuyenté como pude con la luz roja del frontal y me fui a una cabaña dura, se acabó la belle étoile.

* * *

A la siguiente mañana, cuando estuve listo, subí a despedirme de la familia pero me detuvieron para tomar un té con galletas duras -yo sabía que eso iba a ocurrir-. Jugué con el muchacho, nos hicimos amigos, lo domestiqué y me domesticó, a su vez él había domesticado un corderito del rebaño.

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Seguí el camino.

* * *

Pasé por diferentes etapas, dejando el poblado y un templo extraño, y entrando en túneles verdes, selvas diferentes, cruzando ríos y antiguas construcciones indígenas de piedras negras. A veces había unas columnas de piedras muy humanas que indicaban el camino. Yo sabía que las paredes del valle se acercaban a cada paso y me metía en un embudo de belleza.

Unas extrañas aves cotorras hablaban algo sobre mi cabeza y la jungla sonaba así:


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A través de los árboles, a veces veía las paredes del valle y en la altura sobre ellos diminutos árboles que mostraban las dimensiones del lugar. Adelante, el valle se iba cerrando con perfectas e inmensas rocas verticales que se amontonaban dejando un estrecho pasadizo hacia la causante de todo, el agua, que cuanto más viajo más protagonista me parece del mundo y de sus formas.


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Cuando llegué al corazón, el agua rascaba profundamente la roca al fondo de una piscina helada y era invisible. Pero estaba dispuesto a sumergirme en aquellas aguas, habiendo llegado hasta allí, para darme una ducha de recompensa aunque tuviese que adentrarme en cuevas y trepar por las resbaladizas formas de la garganta.

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Toda mi aventura no era por tierra. Encontré un hombre que llevaba dos turistas en lancha por allí y no me dejó acabar de explicarme cuando ya había entendido que quería volver con él y ahorrarme el viaje de vuelta. Por supuesto que me llevaría de favor. Surcamos de vuelta todas aquellas bahías que yo había caminado, en un ratito, pero suficiente para ver esa cara externa de mi isla actual, profunda, misteriosa y perfecta, con arrecifes y olas blancas brillando al sol.

* * *

Claro que me despedí de la extraña familia, me despedí hablando con el chief de montar allí un negocio de cabañas, pues quería alguien como yo, viajero, con idiomas, con habilidades en internet, para comenzarlo. Tengo su dirección en un papel ahora mismo en la mano, lo he mantenido porque quién sabe.

Pero creo que voy a tirarlo al fuego que tengo junto a mí ahora en el frío de Nueva Zelanda, pues considero que lo mejor que puede pasarle a aquel lugar es continuar exactamente como está.

Con el papel, desaparece otra de esas infinitas posibles vidas que elegimos, a cada instante, no vivir.

5 comentarios en “Nuku Hiva

  1. ya lo creo que las has vivido . ¡ TODAS ELLAS ! Y como debías vivírlas . Asi continuarás conociendo las que te esperan . Y yo espero impaciente que me las cuentes con los ojos . te amo

  2. Recuerdo hace un año tu estadía en San pedro de Atacama Chile, excelente conocer personas como tu que se abandonan en la existencia pra descubrir el verdadero sentido, sin duda tu vida se transformo en un verdadero desierto florido, espero algún día juntarnos a beber unas birras y compartir todas esas experiencias

  3. No sabes la alegría que he sentido al leer tu esperada respuesta a mi comentario. Ha sido el mejor regalo de Reyes de mi vida . Sobre todo porque empleas la palabra VUELVO .
    ¡ GRACIAS ! Te quiero tanto . . .

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