Érase una vez,
Estaba yo en Torotoro, un pueblito que quizás hoy viva de los dinosaurios. Son frecuentes las huellas de dinosaurios en esta zona y esto atrae a muchos turistas, y el bonito pueblo cuenta con una horrible plaza donde réplicas de algún bichejo antediluviano muestran los dientes bajo luces de colores y flashes.
Cuando hube explorado bien lo que más me motivaba a mí del lugar -a mí déjame de huellitas-, que era un precioso cañón con paredes naranjas que se encienden según el sol avanza, dejando a sus rayos alcanzarme solo a mediodía el tiempo justo para bañarme en pozas frescas y que me hizo sentir un poquito como en 127 horas, me dispuse a dirigirme hacia Sucre.