La gran sabana

Finales Abril 2014

La gran sabana de Venezuela es el lugar en el que cualquiera querría tener un auto para perderse. La gasolina es «gratis» y el lugar ofrece carretera y caminos, innumerables cascadas, piscinas naturales, paisajes planos preciosos, ríos y tepuys en el horizonte.

Pero yo no tengo auto, y el poco dinero local que tengo lo guardo para mi próximo objetivo: el tepuy Roraima. Camino tranquilo antes del amanecer por la única carretera que cruza la sabana hacia el sur, hacia Brasil. Un autobús me ha dejado de madrugada en un lugar con gente que vuelve de pasar la Semana Santa en el área: el conductor no me quiso dejar en un puesto militar porque no se fiaba de ellos (…)

A veces me lleva una familia encantadora que aprovecha el último fin de semana de vacaciones y sonríe sin parar. Otras, un muchacho que tiene que reacomodar su moto totalmente para mí y mi mochila. Una vez un autobús turístico lleno de venezolanos de diferentes edades y algo borrachos, hasta bebés cuya mirada inesquivable y constante me enamoraba, y con los que me quedé acampando el sábado por su gran simpatía. El resto de las veces, caminaba con TODO, acalorado, pero por una de las carreteras más motivantes que recuerdo.

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Canaima y la oveja negra

Abril 2014

Dejé atrás aquel pequeño Cessna que se había posado en Canaima.

Canaima es una tierra de dinosaurios. Que las carreteras no lleguen hasta allí hace que tampoco llegue la corrupción sobre ruedas, el alcohol, el consumo, la peste. Y el lugar lo merece: está como debió estar hace millones de años, un paisaje único. Caminé y me encontré en una pequeña aldea indígena en el borde de un lago misterioso. Sus habitantes viven en casas rudimentarias y mantienen sus costumbres. Tienen una adorable conexión con la vida que les rodea, todas las decoraciones son de motivos naturales: cascadas, selva, mujeres preciosas semidesnudas y con rasgos amazónicos representando la maternidad y una comunión con la naturaleza.

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Volar

Abril 2014

Fue tan sólo hace unos 80 años.

Jimmie Ángel se puso en contacto con unos exploradores españoles para sobrevolar un hallazgo que se atribuye unas veces al siglo XVI, por parte de España, y otras al XX. Lo que está claro es que hasta hace dos días, sólo los indígenas disfrutaban del lugar más espectacular del mundo para muchos: la Gran Sabana de Venezuela, sus Tepuys y el famoso salto del Ángel.

Los Tepuys (monte en Pemón, lengua indígena local) son montañas inmensas y aisladas que terminan con abruptas paredes verticales que parecen haber sido empujadas desde abajo por alguna fuerza brutal. Son las formaciones expuestas más antiguas del planeta, su origen data del Precámbrico (violentos choques de placas), y a lo largo de la historia, la meseta entre la frontera norte del río Amazonas y el Orinoco se erosionó, formando estos tepuyes. El aislamiento y las condiciones únicas de sus cimas hacen que sean lugares literalmente ‘de otro mundo’.

El cabezón de Jimmie Ángel, estadounidense, puede estar contento: el salto de agua más grande del mundo, con casi un kilómetro de altura, cayendo al vacío desde el majestuoso Auyantepuy, lleva su nombre. El Salto del Ángel no se llama así por otra cosa, por decepcionante que parezca. Jimmie quería llegar al salto y aterrizar en lo alto del Auyantepuy, y lo consiguió, incrustándose con un aparatoso accidente en la cima, que no dejó víctimas pero necesitó un rescate y ocasionó que las noticias dieran el nombre de un pesao a una de las proezas mas brutitas de la pachamama, Natura.

En el aeropuerto de Ciudad Bolívar, peleando con gente para buscar la manera más barata y afortunada de llegar a semejante lugar, me encuentro la avioneta de Jimmie, como homenaje, lo que me motiva aun más.


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Veneziala

Abril 2014

Pues estoy en Venezuela. Tras cruzar nada más y nada menos que el Orinoco, que, en esta parte, sirve de frontera con Colombia.
Yo no sabía que el nombre de Venezuela, este precioso diminutivo, viene de Venecia. Alonso de Ojeda, sobre el año 1499, estaba en la primera expedición que recorrió el país. Después de pasar por la península de Paraguaná llegó al golfo de Coquivacoa (Golfo de Venezuela), y allí quedó muy impresionado con las casas de los indígenas que estaban construidas sobre estacas, en medio del agua, de forma que recordaban en algo a la ciudad de Venecia. Es por ello que denominaron el lugar Venezuela, o Pequeña Venecia. En esa expedición también se encontraba Américo Vespucio, quien por su parte dio origen al nombre de América.

Puerto Ayacucho, al cruzar el Orinoco desde Colombia, no es precisamente como aquel golfo. Pero me gusta la población negra que ya mismo detrás de la frontera va apareciendo. Con su habla venezolana, de entrada tiene alegría y humor. Otra novedad es la carretera: un montón de controles policiales de risa molestan a los conductores contínuamente. Si encuentran cualquier cosa, y la encuentran, especialmente a los turistas, pedirán dinerito para hacer la vista gorda, y mejor que no te niegues. La ventaja de que la gasolina sea «gratis», y he estado a punto de no poner comillas, porque cuesta mucho menos que el agua, céntimos, ridícula, se ve descompensada por los controles molestos policiales. A veces he visto controles sólo para ver, cerca de las fronteras, que nadie trafica con gasolina … Pero si lo haces, está todo bien. Sólo colabora un poco con el agente de turno, que necesita su dinero. Uno de los trabajos más apestosos pero a la vez más resultones y deseados del país: policía, militar, ó cualquier cosa con algo de autoridad… para poder ser sobornado.
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LFO’s y motores

Sete Maio 2014 (ahora)

En 2ª persona? A ver qué pasa.

Cierras los ojos.
Es la primera vez en mucho tiempo, ha sido un día largo. Conectas contigo mediante una profunda respiración consciente. Estás cómodo, la hamaca se porta bien, el viento te mantiene fresco, el sueño entra moderadamente. El frescor en la boca, de haberte lavado los dientes, es otro indicador a tu cuerpo de que ya puede aflojar la tensión y la pestaña, como los perros de Paulov cuando salivan. Los párpados hacen contacto lentamente con la pestaña inferior, placer, pero empiezan a descargar más y más peso sobre ella, más placer, como una persiana que bajamos hasta la última línea de agujeros cuando sabemos que no queremos luz de amanecer.
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Es que está el Rey

Entrar al único bar del pueblo donde televisan un clásico en final de Copa del Rey completamente sudado después de buscarlo por callejones ardiendo, tiene su aquel.

Se hace el silencio momentáneamente, y después de escuchar la palabra Jesucristo unas 80 veces en todos los rincones del bar, la gente consigue volver a concentrarse en el partido.

Me entrego a mi cerveza y al aire acondicionado y me sumerjo en España. Las caras de los jugadores, las de los asistentes… la del Rey. Poco a poco me voy olvidando de donde estoy, hasta que entre vociferios, una mujer le grita a su marido RELÁHATEEE más alto que nadie, con su acento venezolano, tan fuerte que me hace pensar en cómo es posible que toda esta gente hable nuestra misma lengua -me pasa a menudo-. Un gracioso con unas birras de más quiere hacer reír a los demás preguntándome a quién le voy. Me pilla por sorpresa, y por resorte digo del Madrid -aunque por dentro ya estoy cuestionando por qué, cuando es lo último que me importa en el mundo, y en el fondo me gusta más el Barsa-, a lo que el suelta su chiste: -«Pues como te pareces a Jesucristo, no os salva ni Dios».

Vuelvo a España. Observo detenidamente la importancia del partido, la mierda que conlleva. Noto el enorme mal rollo del estadio, el desprecio de los perdedores al recoger su medalla del Rey, el mal rato que pasa, la imagen que se da, el odio, el mal perder, lo ridículo. A lo que hemos llegado. Que el estado de ánimo de tantísima gente dependa de si el árbitro pita o no un fuera de juego, o de si el Madrid hubiera fichado o no al mismísimo hijo del viento.

El paisano de al lado le dice al otro, -«Mira, ése es el Rey, es que está el Rey, por eso se llama la Copa del Rey», muy satisfecho, ignorando cualquier cosa más allá de esa presencia.

El paripé, la espera, las caras largas, Casillas.

Estoy tan sumido en esa realidad que me quedo casi solo en el lugar, mirando abobado la pantalla, pensando en un miércoles santo.

Salgo, y mi realidad me golpea con 35 grados, multitud de músicas reaggeton y bachatas con acordeón, vendedores de calle y coches americanos destartalados de los 80, de los del equipo A, fords, chevrolets, dodges cuyas puertas han de ser sujetadas porque ya no enganchan.

Me gusta ver que hay mucha gente que ni sabe que ese partido está pasando, y que en lugar de preocuparse por quién gana, lo hacen por la cola de horas que han de hacer para el único supermercado, y por si les quedará carne o mantequilla cuando consigan entrar.

Me alegro muchísimo de estar aquí, de volver a lo mío. Me voy a orillas del Orinoco, que es inmenso como cualquier embalse de los nuestros, a digerir los sucesos, donde las últimas camisetas del Barsa desaparecen entre los millones de túnicas de la única procesión que se ve por aquí al año, imitando las nuestras. Y que son, por cierto, del mismo color.

Escondidos en el Darién

4 febrero 2014

Así que nos conformaríamos con unas noches en medio de la jungla del Darién, a unas horas de camino de Yaviza hacia el sur. Cuando intentamos bajar en lancha, el Senafront nos puso literalmente la pierna encima y nos denegó. Empezamos a arrepentirnos de haber hablado con ellos. Nos quedaba ratear sin que nos vieran para coger una lancha, o serpientear al otro lado del puente y caminar sin ser vistos, aunque ellos decían que patrullaban la zona. Me ha pasado varias veces esto, cuando ya tienes un no y te pillan es peor, cuando no tienes el no, puedes decir ‘ah, mire, no sabía’.

Escogimos la opción de caminar por un sendero que bajaba al sur, al otro lado del puente… La adrenalina de no ser vistos por los militares y no cruzarnos con locales malignos hizo que camináramos como prófugos, al salir del pueblo, de esquina a esquina, agachándonos en ocasiones cómicamente, y en jungla, caminando rapidísimo en silencio sin hablar y vigilando todos los puntos anteriores y posteriores del camino. Nuestras mochilas pesaban, con muchos litros de agua cada uno y víveres para 3 días.

Nuestro sendero hacia lo desconocido.

Nuestro sendero hacia lo desconocido.


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Larga vida a mis chicas

19 octubre 2013

Palpé mi bolsillo y no estaba. Mi cámara, después de que se saliera de mi bañador cuando me tiraba por uno de esos toboganes en las cuevas de Semuc Champey, se posó en el fondo de aguas neeeegras por la oscuridad. Volví al lugar donde la tuve en la mano por última vez, repitiéndome que la encontraría, empecé a bucear en pozas ante la sorprendida y negativa mirada de los demás, y tras unas inmersiones, a unos 3 metros de profundidad, sin mas luz que la de velas, buceando a oscuras y palpando el suelo arenoso, la encontré, o me encontró.

Ya estaba asumiendo que no volvería y grité de alegría… visualicé su importancia en mi camino.

La fuerte naturaleza del río de Semuc Champey, más tarde ése día, me arrebató 3 pertenencias como un cuarzo que colgaba de mi cuello y lava volcánica de Pacaya en mi muñeca. Estaba claro que le debía algo y tomó lo que era suyo, pero no mi cámara.

También acabo de recuperar la grabadora de una fuga de electrolito en las baterías que la dejó ko.

Todas han superado la época de lluvias -o casi-.

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Porque sin ellas ésto no sería posible, por lo importantes que son para registrar esta aventura hacia el futuro, por esas imágenes, por darle a este proyecto la gracia de los sonidos…

…les dedico este post: Larga vida a las chicas!