El Remate y una vida

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El Remate, Guatemala

Ahora si, después de un día de agotadora expedición por los senderos inacabables de Tikal, me disponía a encontrar una buena cama después de conseguir que una familia adinerada me bajase en su van hasta El Remate. Cuando estoy en modo exploración, cualquier sendero repentino que se cruce en mi camino merece una oportunidad de ser explorado, y me desvío para ver a dónde lleva, comenzando una nueva ruta y loop, y así… Ésto, en Tikal, es agotador!

El Remate es una pequeña población que dista de Tikal menos que cualquier otra. Es una parada cercana para turistas pero está muy tranquilo, al menos en ésta época, y cuando pasé por primera vez de camino a Tikal ví que estaba a orillas de un lago majestuoso, y que estaba orientado al oeste en su orilla: una puesta de sol en el agua segura.

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Tikal 3: día

Una vez pasados a modo de visita normal, está bien refrescar la memoria y meterle la cultura maya de improvisto para sentirlo mejor. Para ello, visiten primero éste nuevo post (atrasado) sobre mi visita a Chichén Itzá y los mayas.

También escribí sobre Valladolid.

Caminando por Tikal de día y sin la adrenalina de hacía unas horas, en la noche, me dió por caminar despacio y pasar largos ratos observando y pensando. Éso que tienen los templos de imaginártelos en su momento real, nuevecitos, y a las gentes haciendo vida de arriba a abajo. Imaginar a la gente en qué cama, imaginar cocinar con qué cacharros, imaginar fiestear con qué sustancias, imaginar, con esa indígena, qué polvete y dónde.

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Tikal 2: a mi manera

Pues verás.

A las 22.30 me desperté sobresaltado, con esa sensación de haberme dormido sin recoger o lavarme los dientes, mi cuerpo me decía que faltaba algo. Pero en realidad yo ya sabía lo que le faltaba a mi cuerpo, lo que me faltaba a mí.

Cuando digo que las piezas encajaban y mi cabeza empezaba a dar vueltas, quiero decir que una idea que hasta el momento conocía como imposible, empezaba a flotar en mi cabeza como posible. En realidad, ¿qué es imposible en esta vida?

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Tikal 1: el encuentro

A mi llegada a Guatemala desde Belice sólo había una palabra en mi cabeza: Tikal. Estaba demasiado cerca, ya lo sentía, es uno de los grandes pasteles de este viaje… a la altura de Machu-Pichu, el Salto del Ángel, el Amazonas o Iguazú.

Tikal reune misticismo y jungla densa, ruinas impresionantes y fauna salvaje. Leyendas infantiles en mi mente hechas realidad, respeto espiritual por los tan aclamados mayas, grandes películas o documentales que he visto por fin justificados. Éste complejo maya es el más famoso del mundo. Quizás sea por su ubicación y lo mágico de la visita y el entorno. Sin embargo hay opiniones y suelo oir que otros complejos están a su altura o lo superan (Kalakmul, Palenque). Lo cierto es que es una delicia de visita y requete-merece la pena venir.

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Pero estos sapos?

Pues continuando el último capítulo,
SI que pude grabar otras cosas en la jungla. Una vez vueltos a la granja pasé un rato de miedo entre el lugar, la gente y una perfecta familia de perros con 3 cachorros que no paraban de jugar y molestar a los padres.

Me bajé a la orilla del río por pasear en la noche y respirar, y cuando llegué me encontré a ésta gente (sapos) con un festival de aúpa.

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Congregados ante mí y a la orilla del recién remado río, se sumaban en tonos y armaban un escandaloso coro con efectos de fase y pitch que ni en estudio.

No llevaba la grabadora, y tuve que grabar un vídeo para extraer el sonido que mereció la pena:

¿Tenéis un río, o algo?

Esto es una zona llena de atractivos como ruinas mayas, actividades chulas, montañismo, junglas, playas y ríos. Desde Belice mismo había una gran oferta de tours a ciertas ruinas y la gente empezaba a hablarme de Tikal por todas partes. Ví que era necesario dejar visto tal complejo maya ahora por proximidad y me fui a dedo al oeste, a un pueblo llamado San Ignacio.


San Ignacio

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Querer encontrar

Escuché que había ríos y cataratas no muy lejos de este lugar en que me había enganchado, aunque en esta época, algo secos.
Una mañana me levanté demasiado pronto y me encaminé hacía allí muy fresco: unas dos horas de camino. Tenía ese sabor en la boca a reto del día: encontrar el lugar. Doggy, el rasta salao, dijo que encontraría mi camino y eso ya es reto.

Dejando atrás a las familias salí con fuerzas al oeste; sabía que debería pasar 2 ríos y no separarme mucho de la costa. Nada más. Caminé y caminé junto a la costa, dejando atrás ondulaciones de la escarpada y parda costa norte Jamaicana. Me desvié y me perdí cuando creí que debía entrar al interior, pero volví a salir y ví una playa grande de arena negra.

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Perdí la cuenta de las horas que pasé alli. Me dormía y me despertaba con una luz distinta, más de tarde que de mañana, y entraba en el agua a veces para combatir el sofoco, cada vez más profundo pero con la sensación de mosqueo de no ver lo que hay debajo. Dejaba mis cosas abandonadas largo rato. Las miraba desde la otra punta de la playa, hasta que ya no podía saber si las estaba viendo, pero no importaba. Era una soledad que se intuía simple y segura.

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El ascenso 2

Por la mañana me desperté algo más tarde porque menuda noche me dieron los chavales y la gente que ascendía la montaña para el amanecer, llegados en coches. No vale!

Todavía me quedaron ganas de pasar un rato con los muchachos del equipo de fútbol a pesar de las que me habían liado de noche.

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Cuando me puse en marcha tenía mucha fuerza después de un buen desayuno continental con brickito de leche y todo. El ascenso desde Portland Gap es ya muy denso y con una vegetación especial, adaptada al clima y a la humedad, que es única del parque. La luz mañanera hacía muchas escenitas interesantes con tanto verde.

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