Tikal 1: el encuentro

A mi llegada a Guatemala desde Belice sólo había una palabra en mi cabeza: Tikal. Estaba demasiado cerca, ya lo sentía, es uno de los grandes pasteles de este viaje… a la altura de Machu-Pichu, el Salto del Ángel, el Amazonas o Iguazú.

Tikal reune misticismo y jungla densa, ruinas impresionantes y fauna salvaje. Leyendas infantiles en mi mente hechas realidad, respeto espiritual por los tan aclamados mayas, grandes películas o documentales que he visto por fin justificados. Éste complejo maya es el más famoso del mundo. Quizás sea por su ubicación y lo mágico de la visita y el entorno. Sin embargo hay opiniones y suelo oir que otros complejos están a su altura o lo superan (Kalakmul, Palenque). Lo cierto es que es una delicia de visita y requete-merece la pena venir.

La voz extendida (por llamar de alguna manera al dato masivo, a las guías, a lo que te dicen los locales y otros turistas, al interés económico) te obliga a dormir en El Remate ó en Flores, ambos hermosos pueblos, pero a un ratito de viaje hasta Tikal. A estas alturas os podréis imaginar que hacer lo que hace la masa rosita (así llamo a los montones de carne rosa quemada por el sol que emanan de autobuses y minivans vaciándose antimosquitos encima, haciendo fotos con flash de día a carteles en los que pone ‘Tikal’, bostezando y mirando el iphone mientras siguen a su talentoso guía, y en muchas ocasiones con ropa de ciudad y de mal humor por el calor que tienen) está totalmente fuera de mis intereses. Viajar de madrugada en un autobús de carne rosita hacia Tikal era lo que menos me apetecía… Jamás pensé que pudiera odiar tanto la palabra ‘tour’, ó más bien todo lo que conlleva…

Yo llegué (caminando) a El Remate, más cercano a los templos, y me fascinó. Estaba bien entrada ya la tarde, estaba bien cansado yo, y estaba el pueblo a orillas de un lago -el ya inolvidable lago Petén- donde pronto se sumergería el sol. ‘Pero no me quedo’ -pensé-. Todo lo que sabía de Tikal era que si pagabas la entrada podías entrar el día antes a partir de las 15pm. Perfecto: una tarde con puesta de sol en Tikal de aperitivo. Agarré el primer colectivo que subía y dejé para más adelante pueblos de pernoctancia.

Había oído que existía un camping cerca de las ruinas y había echado todo a que podría quedarme allí, en la jungla, cerquita de todo. En realidad la noche era lo que menos me preocupaba, ya encontraría algún lugar donde tirarme con el saco. Me preocupaba mi reloj y me preguntaba si me dejarían entrar tan tarde! Una vez pagada la tasa de extranjero por entrar a la reserva, ya nadie podría detenerme. Tenía ese pedacito de tarde y el día siguiente! Tardé 5 minutos en dejar a TODO (la mochila grande) en un caseto de vigilancia, conseguir agua y salir disparado, mirando las copas de los gigantescos árboles, hacia TIKAAAAL!

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La energía del lugar no es ignorable. Una ceiba inmensa (precioso árbol local) me recibía protagonista entre todos los demás inmensos árboles, altos como grandes edificios con complejas ramas y lianas que forman diferentes pisos y niveles hasta donde se pierde la vista. Miraba arriba con la boca abierta mientras la humedad acumulada en el lugar por las contínuas lluvias se me metía en el cuerpo.

Empecé a escuchar uno de los sonidos más inquietantes de mi vida. Era tan sobrecogedor que por un momento pensé que era un atractivo turístico reproducido por gran megafonía. Pero no. Era el mono aullador. Un mono que llama la atención de los visitantes defecando sobre ellos y la de otros monos con unos rugidos tan impresionantes que dan ganas de correr, aún sin saber de dónde provienen. Las ramas se mueven con violencia sobre tu cabeza cuando un grupo viaja a otro lugar, siempre sin tocar el suelo, usando las cinco extremidades para colgarse con la destreza más admirable que he visto jamás. Y sin embargo muchas veces no se ven. Son tantos los metros y tantas las capas de ramas entre tú y ellos, que sólo se ven ramas moverse con violencia y algunos frutos caer más rápido que algunas hojas.

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Tengo varias tomas de ellos, pues nunca sabía cuán cerca podría colocarme con la grabadora. Sin embargo ésta la realicé debajo de un par de ellos o tres que se rugían sin cesar con ese inolvidable quebrado de garganta que sólo podía habérsele ocurrido a ésta, nuestra naturaleza.

De la densidad que tenía esta jungla y su compleja flora no tengo palabras; diré que es la jungla más de sueños que he visto en mi vida. No sé si podrá ser mejorada, pues la mezcla de animales, sonidos, y plantas es muy única y yo estaba a flor de piel en mis primeros minutos en ella.

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Tardé poco en dejar los lindos caminos mantenidos para los visitantes y abrirme paso entre la maleza para sentirla más a fondo. Lo bueno de Tikal es que una vez que entras, eres libre, no es una visita guiada a un recinto con camino y vallas, no. Puedes hacer tu visita como quieras, y debido a sus grandes dimensiones, estás a ratos sin ver a nadie, a tu pedo. Eliges las rutas, los caminos, los senderos. En mi caso, sólo me preocupé de no ver los templos más significativos para que no perdiera interés en mi visita oficial posterior, y sólo ví algunos más pequeños, además de perderme en la jungla y permanecer agazapado en ella durante minutos, respirando en silencio, tratando de conectar con ella. Esa jungla tenía una fuerza que me llenaba de energía, ya no estaba cansado, sino excitado y con ganas de imitar a los monos que me recibieron.

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Es tan libre la visita y era tan fuerte mi conexión con el lugar, que me dieron las 19, noche, y seguía por allí, una hora después de que el complejo estuviese cerrado al público. Salí preocupado, pero el hombre que tenía mi mochila sonreía y todo era normal. Mi cabeza empezó a dar vueltas, y algunas piezas, a encajar.

Una vez instalado en el camping, por cierto, yo SÓLO!!!, a oscuras, eran toldos de palapa, sin paredes, me duché en unas siniestras instalaciones, a oscuras, con agua fría una vez más (estuve semanas sin una ducha caliente) y casi sin jabón, me sentí tan relajado y limpio que después de jalarme no recuerdo qué pobre cena fría pero sanadora, me dormí como un tronco sin recoger.

Lo que me ocurrió cuando me desperté sobresaltado una hora más tarde, 22.30, no lo olvidaré ni muerto.

Continuará.

1 comentario en “Tikal 1: el encuentro

  1. ¿ pero me dejas sin saber que te ocurrio a las 22,30 ?
    ¡ vaya arboles ! y vaya pinta que tienes . pareces robinson crussoe .el lunes espero tener mas noticias . ya sabes que viajo contigo . Septiembre en la encomienda es muy contigo . atardeceres deliciosos pero mas pronto ,temperatura un poco mas fresquita a partir de ellos y tiempo para cenar dentro de casa viendo un nuevo capitulo de Isabel ¡COMO NO ECHARTE DE MENOS !

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