Querer encontrar

Escuché que había ríos y cataratas no muy lejos de este lugar en que me había enganchado, aunque en esta época, algo secos.
Una mañana me levanté demasiado pronto y me encaminé hacía allí muy fresco: unas dos horas de camino. Tenía ese sabor en la boca a reto del día: encontrar el lugar. Doggy, el rasta salao, dijo que encontraría mi camino y eso ya es reto.

Dejando atrás a las familias salí con fuerzas al oeste; sabía que debería pasar 2 ríos y no separarme mucho de la costa. Nada más. Caminé y caminé junto a la costa, dejando atrás ondulaciones de la escarpada y parda costa norte Jamaicana. Me desvié y me perdí cuando creí que debía entrar al interior, pero volví a salir y ví una playa grande de arena negra.

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Perdí la cuenta de las horas que pasé alli. Me dormía y me despertaba con una luz distinta, más de tarde que de mañana, y entraba en el agua a veces para combatir el sofoco, cada vez más profundo pero con la sensación de mosqueo de no ver lo que hay debajo. Dejaba mis cosas abandonadas largo rato. Las miraba desde la otra punta de la playa, hasta que ya no podía saber si las estaba viendo, pero no importaba. Era una soledad que se intuía simple y segura.

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Encontré un agujero horizontal donde comunicaban dos calas rocosas por el que las olas de un lado provocaban erupciones de agua blanca espumosa por el otro; allí una poza convertía el resultado en un jacuzzi natural que te bajaba el bañador en cada ola de la fuerza. Otra larga estadía allí.

Se me estaba haciendo tarde para las cataratas y río. Cuando emprendí el camino ya sabía que era para no fallar y siguiendo las marcas de ríos me adentré en la jungla por un sendero de los más inspiradores que he visto.

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Grabé un ave que me hizo mantener el aliento en el camino y permanecer inmóvil para que siguieran cantando el mayor tiempo posible. Era tan enigmática como el lugar en sí, y triste.

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La jungla era densa y húmeda y no tenía nada que envidiar a las del mejor documental de la 2, pero no había rastro de la catarata. Quería un baño dulce después de la sal de la playa, me lo había prometido. Empecé a dar una vuelta que significaría un rodeo largo y fuera de planes a sabiendas de que acabaría muy de noche… pero sin embargo era la ruta correcta!

El algún punto empecé a reconocer las evidentes marcas de un río que en algún otro momento del año es caudaloso y más tarde escuché el murmullo que llevaba horas ansiando.

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Tuve que cruzar una poza por un enorme tronco muerto y después subí a encontrarme de frente con mi ‘catarata’. El flujo era muy débil pero el suficiente para mantener una preciosa piscina con agua corriente que me dieran ganas de bucear… y para dibujar con su humedad una enigmática calavera de oveja en la pared por la que se deslizaba.

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Me coloqué debajo del chorro y nadé desnudo hasta cansarme. Quería disfrutar del lugar con luz solar una vez seco.

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Y me quedaba un largo camino de vuelta por la costa que me sorprendería con luna semillena y reflejos plata en el mar.

Decidí que al día siguiente me despediría de toda esta gente, que bastante había disfrutado ya de este lugar.

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Un niño mudo me observa mientras preparo mi equipaje con una imborrable sonrisa en la boca que me da el buen sabor que necesito para enfrentarme de nuevo a mi ruta.

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3 comentarios en “Querer encontrar

    • Mensaje para la madre de Dani: «Tu hijo está muy bien… le he visto y está feliz! está tranquilo y pleno… es un Robinson Crusoe total pero es precavido y con la cabeza en la tierra… simplemente está disfrutando de las maravillas que casi siempre nos perdemos… yo también le sigo de cerca. Algún día me gustaría conoceros en la Encomienda. Muchos besos»

      (Espero que este mensaje le llegue a tu madre, no se como, pero que le llegue <3).

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