La FE cubana y festivos

Hoy, hablando con la familia cubana de Santa Clara, me han contado que los festivos anuales en Cuba son 4; como ya habréis leído algo de historia de la Revolución, tiene más sentido contarlo:

26 y 27 de Julio – Por el movimiento revolucionario del 26 de julio, obvio

1 de Enero – no por ser año nuevo, sino porque es el día del Triunfo (1 Enero del 59, triunfa la revolución definitivamente en Cuba). Ya es mala suerte…

24 de Diciembre – si, por Navidad, pero porque vino el Papa a Cuba y se lo comentó a Fidel. Y Fidel dijo ‘Bueeno, venga, vale.’

Después, entre risas, dejaron caer que la famosa FE Cubana que les da esa fuerza para continuar es, para muchos, la verdadera FE: Familia en el Extranjero.

Y es que Cuba esta hecha a primera vista de Españoles y Africanos! Pocas personas han dejado de decirme que tienen un abuelo en Cataluña, Galicia o no sé dónde.

Santa Clara decisiva

Pensativo llego a Santa Clara, con todas las notas mentales sobre la revolución de este país, recogidas de testimonios, del museo en la Habana, del ambiente.

Y en esta ciudad, aún más, voy a saborear historia. Santa Clara es la ciudad del Ché Guevara, pues es donde, después de haber sido atribuído con la difícil tarea de tomar esta ciudad, hubo de ingeniárselas para conseguirlo. La ciudad contaba con gran armamento y el apoyo de la aviación, y el ejército ocupaba buenas posiciones estratégicas. El Ché estimaba una larga lucha.

Los rebeldes, escasos (unos 400) controlaban el acceso, pero con poco armamento. Así fue que el Ché decidió intentar tomar un tren blindado que llegaba con refuerzos para el ejército, haciéndolo descarrilar. Con su contenido, pudieron armar bien la tropa y avanzar con éxito en la ciudad. Ya en diciembre de 1958, en los albores del triunfo, el Ché forzó la rendición del coronel Hernández, tomando militarmente Santa Clara. De hecho, este paso fue decisivo en la revolución de Fidel contra el dictador Batista, pues al día siguiente de la toma de Santa Clara, Batista huyó en avión y Fidel proclamó el triunfo.

Así que me dispongo a ver el tren blindado que se salió de unas vías dobladas por los rebeldes. En el camino, encuentro una famosa escultura del Ché, probablemente la mejor, tanto que siento que puedo abrazarle y charlar. La expresión de su cara es una perfecta representación de él y su gesto es triunfante y humilde a la vez. Largos minutos me quedé mirando sus ojos y pensando en el por qué de su exagerada rebeldía natural contra la injusticia.

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Adios Habana

Ya está bien de la Habana, hay mucho que ver en el país… Pero es difícil separarse de un ambiente y un lugar tan único en el mundo.
Cuándo volveré? Volveré?

Cualquier lugar donde miro me da energías para seguir y me provoca un extraño sentimiento de nostalgia sin haberme ido aún.

Un paseo por Habana Vieja no deja indiferente, y suena tal que así.

Miro cómo los adorables cubanos luchan por pintar de azul cielo una escena que llamaría gris e incierta si no fuera por su sentido del humor…

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una paloma cruza ese cielo con esa incertidumbre, sin saber qué camino tomar…

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Una mujer dormida me hace pararme a retratarla por su incomparable aspecto, un hombre trabaja duro con uno de esos coches que nunca mueren, y dos mujeres más con sus habanos me hacen reír frente a la bodeguita del medio.

Otro CDR (comité de defensa de la revolución) se asegura de que no hay desertores…

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Paso por la estación central, donde veo gente muy pobre que viaja en malas condiciones a sus pueblos, y donde mis oídos escuchan los curiosos avisos.

Y me voy a ver la puesta de sol al mismo Morro, un viejo fuerte de defensa marina que protagoniza la escena de La Habana desde el mar.

Otra vez, volveré?

Ese cine de mi memoria

El cine Jara sí que me transporta en el tiempo.

Cuesta 2 pesos nacionales -NADA- entrar y encima me lo paga un paisano con el que charlo en la cola. Un precio muy social, o comunista, si gustan.

El cine es igual que el Ramos Carrión aquél que teníamos en Zamora. Enooorme, con piso de arriba y de abajo, si se ríe una en la esquina de arriba se oye con eco por toda la enorme sala.

Todos se ríen -es una comedia- y las risas comunales son espectaculares y se contagian a dolor. Es más divertido. Huele un poco a choto y los asientos son con reposabrazos de madera y el muelle de la parte baja ya no levanta la parte baja.

Me quedo a verlo con luz tras los créditos. Merece la pena. Mugrecilla buena. Viva lo antiguo!!

Ps.- La película es ‘Se vende’, de Jorge Perugorría, no está muy allá pero se ve una Cuba que me gustaría que vieran.

Esa tele de mi memoria

Hoy paseo feliz por el parque de la Vera en la Habana.

En una esquina veo el interior de una humilde caseta con un hombre que mueve con la mejor de sus sensibilidades una de esas antenas telescópicas que tenían nuestras teles antaño.

Las teles, son de aquellas. En Cuba hay como 4 ó 5 canales, y cuando hay interferencias, no salen cuadraditos pixelados como en nuestra era digital, no. Sale nieve, granitos de esos, bolitas.

Y lo que ponen pues es de aquello. Y por las noches cortan. Menos en algún canal que repite lo que puso durante el día.

Y así, el pueblo, sin tele internacional ni internet, no sabe… pero sabe.

¿Hace cúanto que nos levantábamos en casa a cambiar de canal y la tele hacía bolitas y ruido rosa?

Coppelia, fresa, chocolate

Coppelia, la más famosa heladería de Cuba y la Habana, cumple ya muchísimos años…. sin fresa ni chocolate.

Ésta enorme heladería ha sido icono en el Vedado de la Habana, en la calle 23, durante generaciones de cubanos. Es casi imposible que haya habaneros que no tengan alguna historia o un recuerdo agradable relacionado con esta monumental heladería. Se recuerda con orgullo su inauguración y la gran gama de 26 sabores riquísimos que daban por el 66. Calidad y barato. Cincuenta centavos costaba una bola de coco almendrado o de crema de vie y un peso, una Copa Melba (helado de vainilla con una tajada de mango, sirope de fresa y altea). Se vendieron más de 3 mil tinas de helado y durante las doce horas que estuvo abierta, las colas fueron de varias cuadras.

Cuando visito Coppelia hoy, sigue habiendo la misma cola que entonces. Pero ésta vez es sólo por el precio. A un peso nacional o dos la bola, sigue con éxito, pero las caras y comentarios de los clientes son otra historia. Todos recuerdan los buenos tiempos. Un anciano señor super educado, junto a mí en la cola, me da conversación y me cuenta con risas pero con tono pesimista, cómo con pena el cubano hace la cola para ver que sólo ofertan 2 sabores, y nunca los que se quieren, como almendra o moscatel, fresa o chocolate. Y además, por la escasez de leche barata, aguados.
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El malecÓn y miradas a la calle

Algún día, después de desayunar con Mercedes y Amando, me iba al malecón, que quedaba ahí en frente.

El malecón es la larga avenida de piedra que da al mar en Centro Habana. No es agradable para que la gente se bañe, pero es lo único que tienen allí. Las playas más cercanas son malas y están lejos…

Se accede con un salto importante al muro y cayendo en una estructura de hormigón muy pinchuda para pisar.

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Mis desayunos con Mercedes y Amando

Me quedé unos días en la casa de Eylen, en Centrohabana, que me salía bien económica y tenía toda para mí, gracias a un contacto de México.
Tenía una terracita a la calle desde la que podía deleitarme con todas esas cosas que pasan desapercibidas para los locales pero para mí no tenían desperdicio. Y veía el mar, el famoso Malecón, como lo llaman ellos. Me pasé días diciendo la palabra malecón con su acento (extra-acentuación en la sílaba tónica y la N nasal), y nunca me cansaba de hacerlo.

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El MalecóOngn

Para más lujo, cruzando la calle, un matrimonio adulto de conocidos de Eylen me ofrecían comidas tiradas de precio: desayunos a 1 CUC y comidas y cenas a 2 CUC. Para mí era como ir a casa de la abuela. Sus hijos no vivían allí y a mí me trataban como a tal. Eran encantadores y les dije que iría todos los días, al menos a desayunar.

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