La magia de Bali en moto

Ya con moto en otros rincones del noreste de Bali y alrededor del volcán tremendo de Agung conocí ese lado rural que tanto me interesa y fascina. La gente en los poblados es simplemente tierna e inocente. Siempre se deja notar la diferencia entre el abuso de la ciudad y las accionas desinteresadas de los paisanos que viven tranquilos cada uno de sus días. Muchos, dedicados al cultivo en zonas altas y con pendiente -todo esto son islas volcánicas- donde las nubes ya rozaban las cumbres. Entre maíz, cebollitas y los pimientitos picantes que hacen el sabor de todas las comidas en Indonesia, muy picantes, conduje muy despacio saboreando vistas y extrañas costumbres.

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Una noche me empeñé en pasarlo con estos interesantes locales de las montañas: es imposible que una noche en sus casas no sea repleta de sorpresas, y a los indonesios les sobra tiempo para invitar a un ‘bule‘ (extranjero) ó mister, como ellos nos llaman, a como mínimo un café y cigarro. El café en Bali es ‘balinese coffee’, en Lombok es ‘Lombok coffee’ y así en todas las islas, que producen el suyo, pero todos son una cucharada de café en polvo disuelta en agua caliente con azúcar, lo que deja un poso al final siempre de café puro que ha de descartarse. Todos están buenos!!

Una niña de la casa trabaja en turismo y es la única que habla inglés, con lo que puedo abrirme paso entre las numerosas mujeres, tías y hermanas y sobrinas, que me miran con recelo. No entienden por qué estoy ahí. Sentándome directamente a trabajar con ellas, me gano ya unas sonrisas. Limpian y separan las cebollitas que han recolectado en sus tierras para venderlas. Fácil! Otros muchachos llegan y muestran su intereś: les fascina que venga de ‘Barcelona’, leyenda de sus sueños futboleros, y me observan con distancia y serios.

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Cuando llega el patriarca de la casa, me invita a café y cigarro en una habitación y masculla alguna palabra inglesa pero noto que le gusta mi presencia. Especialmente cuando vé que aprendo rápido a tocar los instrumentos de percusión balineses que va mostrándome, como el tingklik o los kulingtan. Siempre alabando sus habilidades después, claro…

Está tan emocionado con nuestras improvisaciones que me lleva a una casa colina abajo donde todos los familiares y amigos, todos hombres y ni una mujer, se juntan para fumar e interpretar música balinesa, en lo que son bastante buenos. Mi preferido es un nota que está encerradito entre gongs, y los toca en escala de 3 golpes cada tanto: es el mejor sonido, el más hermoso de todos.

Salamat pagui!!!, se saludan los buenos días, o simplemente «pagui». La mañana amaneció sin nubes y las vistas de montañas cercanas y el mar abajo, siempre infinitamente calmo mientras viajé por Indonesia, fueron motivadoras para continuar. Los niños habían ido a la escuela, la abuela de la casa escupía y sufría de pecho contínuamente, pero no paraba de trabajar. Me miraba con recelo pero al irme me sonrió. El hombre no me dejaba irme sin desayunar, claro.

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Pasando por otras tierras más bajas, cerca del templo enorme de Besakih en faldas del Agung, ví un alboroto interesante y me paré: era una especie de festival con comida, bebida y otro tipo de actividades, como la de peleas de gallos. Era, por fin, mi primera vez, y no pude evitar la curiosidad. Cada diez minutos, como pulsos, muchos hombres se apelotonaban en un lugar y empezaban a gritar repetidamente una o dos palabras, y a los pocos minutos volvían a dispersarse.

Me colé disimuladamente entre ellos en una de esas, y me aseguré una posición. Poco a poco empezó a crecer la tensión de nuevo y dos hombres con gallos pequeños y asustados en las manos se movían en el centro del corro. Otros hombres iban de aquí para allá, cogiendo y entregando dinero en billetes doblados, no sé cómo llevan las cuentas pero todos entregan y reciben cada vez.

En un momento empezaron los gritos y los gallos fueron soltados, mucha tensión al menos para mí, por el miedo a la sangre y al sufrimiento terrible de aquellos inocentes. Hacían pequeñas embestidas el uno contra el otro y en pocos instantes uno estaba derrotado por el agotamiento y tal vez una rendición, pues no recuerdo verlo morir totalmente. Pero aquello estaba sentenciado y los billetes empezaron a correr por todas partes, contándose frente a mis ojos en cantidades sorprendentes para el valor local.

Ahuyentado de aquella violencia y de la falta de escrúpulos de mis hermanos y de mi raza continué ascendiendo hacia el templo. Había un evento especial con miles de devotos celebrando con sus interesantes ceremonias algo que no entendí porque no me dejaban entrar si no iba a rezar y practicar. Pero le dí una vuelta a los muros y pude experimentar, en un lugar especial, como los hindúes disfrutaban de lo que sería una misa para otros: unos hombres pasaban repartiendo agua sagrada y unos granitos de arroz húmedo que la gente, sentada en el suelo y preciosamente vestida de blanco, se pegaba en la frente en el tercer ojo, el espiritual. Tras cantos, campanitas y colas para otras bendiciones, me animé, desde la distancia y el respeto, a grabar sus suaves cantos.

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Después de aquello me quedaban las vistas desde este volcán, impresionantes, sobre gran parte de Bali, y sobre el océano infinito que reflejaba entre nubes su propia agua y los colores tardíos del sol en doradas e inmensas extensiones de agua.

* * *

En el sur de la isla, por cierto, gracias a mi buen Rodrigo, un verdadero ayudante de viajeros blogueros y un soplo de aire español en Asia, conocí playones como este. Aun siendo muy Mordor, una zona demasiado turística cerca del aeropuerto, tiene secretos que los buenos expatriados como Rodri conocen :)

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La magia de Bali

Abril 2016

El caos de Bali me chocaba tremendamente, incluso en Ubud. Tráfico y polución, ruido. El segundo día me adentré en el norte del poblado, donde felizmente ví las plantaciones de arroz y la paz de los lugareños. El destino me llevó por un sendero a encontrarme con un hombre local que me dijo, al decirle que era español, que su mujer también lo era. ‘Estás de coña’, le dije, me extrañó. Pero allí al lado encontré a Begoña, una interesante mujer, directiva de una ONG llamada ‘Kupu kupu’ que ayuda a personas discapacitadas de Bali. Toma ya! Sintiendo complicidad con ella, le pedí que me dejara quedarme en aquel lugar a dormir por su paz y separación del caos mundano, y aceptó. Recomendaría enormemente visitarla y colaborar con la asociación de las muchas maneras en que se puede, durmiendo allí en aquella paz, visitando lugares con ellos o simplemente asistiendo con ellos a las danzas balinesas que ocurren cada noche.

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Allí empecé a centrarme en meditar y paseé cada día un rato antes de desayunar con la paz, ya que me iba acercando a los territorios budistas del planeta y me esperaba un retiro intenso en Birmania de meditación. Entre esa paz y escribir pasaron días de calor y lluvias tropicales, y empecé a enamorarme de Bali y su cultura hindú.

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Casi sin haber meado me iba a caminar por los arrozales poco después del amanecer, pues dormía al aire libre y despertaba con la luz. Por diferentes senderos cada vez, las divisorias de los campos son laberintos de paz y caminar descalzo y libre. Hacia el este, solo un ratito temprano, podía ver el volcán gigante de Bali, el Agung. De las cosas más impresionantes que existen en Indonesia, es la presencia contínua de volcanes gigantes en todas direcciones, quizás en lejanas islas, pero siempre visibles por su tamaño.

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Wayan, el chico local encargado de los bungalows, un risueño e inocente jóven, venía a mi lugar a tocar un tingklik de bambú cada mañana, así que a la vuelta tocábamos juntos.

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Por las tardes, solía perderme en el pueblo de Ubud, que, una vez aceptado su caos, tiene mil y un rincones deliciosos. La cultura es la de vida sana y equilibrada, rollito yoga, meditación, masajes, hidroterapias y comida vegetariana, juguitos vegetales, etc. -«eat, pray, love» ha tenido su influencia, recuerdo bastantes solteronas cachondas-. Los precios eran asequibles hasta para mi bolsillo, con lo cual estaba feliz. Las puestas de sol las intentaba hacer hacia el norte, por algún arrozal extenso, donde aprendía, cada día más, cómo es la vida del arroz en todas sus fases: algo que se absorbe sin que nadie te lo explique, pues el arroz aquí tiene una gran importancia y un cultivo contínuo. Mi compañía eran luciérnagas voladoras y libélulas.

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Las decoraciones de las casas y las tradiciones hindúes de Bali me tenían muy entretenido. La gente, en las mañanas, prepara ofrendas lindas con una bandejita de hoja de banano que contiene varias flores, incienso, etc y se las van a colocar a sus deidades por cada templito junto a sus casas. Los templitos pueden ser diminutos, cajitas en árboles remotos por los arrozales con sus tejaditos, o en medio de la calle, normalmente con alguna tela amarilla decorativa y a veces paraguas protectores del sol y lluvia.

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En Bali existe un estilo integrado en las construcciones; por alguna razón de influencia, las casas y restaurantes, alojamientos, etc. se hacen manteniendo un mínimo de gusto en la línea de calma y paz interior y vida sana que mencionaba. Hay estanques y piscinas a menudo y siempre suelen añadir, aun con falta de espacio, estatuas de piedra-cemento bonitas y algún invento en el que discurre el agua contínuamente generando paz con su sonido: el agua es protagonista en Bali. No sé como describirlo, pero tienen la capacidad de hacer que paredes o construcciones de ladrillo y cemento sean lindas. El gris de aquel cemento tiene arte, no sé por qué.


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Los templos, bastante presentes, eran edificaciones en muchos casos piramidales y con ese mismo componente de cemento viejo que tiene tanta estética. En este jardín de loto donde posan tres muchachos, escenario ideal, pude ver una noche una demostración de baile balinés, adornado con música instrumental única en la isla. Aquellos instrumentos eran todos nuevos para mí, flautas y percusión, resultando en un rato de hipnotismo total, viendo aquellos músicos golpeando tantos objetos con ritmos que parecen descuadrados para un visitante remoto como yo pero que son el ritmo de este lugar. Las diferentes escenas representadas eran geniales y los caracteres muy extraños, desconcertándome, lo que más, la extraña manera de mover el cuello y la mirada hacia los lados contínuamente de los actores, cuyas caras a veces ya eran de los más exótico!


Escuchar un tema de la danza balinesa

(continúa)

Isla solar

1 Diciembre 2014

La isla del Sol tiene un sol que pone a la gente la piel quemada. He visto a abuelas que son blancas y ahora son muy negras. Es fácil ver todo el recorrido del sol desde su salida hasta su entrada estés donde estés, y siempre se refleja alrededor, en aguas frías del Titikaka. Quizás por eso.

La luz de la isla es única como la isla misma. Hay tantas cosas únicas en la isla que no se cómo ordenarlas.

Cuando llegué me sorprendió un silencio que resonaba en mis entrañas, resultante de la ausencia del motor de explosión. El viento volvía a imponer su hegemonía como en la puna, la paja silbaba. Ascendí desde la orilla cientos de escalones incas hasta la primera población y entendí que en esta isla las principales intervenciones humanas siguen siendo incas, como todos los caminos que la cruzan o las terrazas de cultivo que ahora siguen dando robustas plantas verdes que contrastan con la palidez de la roca. Me imaginé a los incas surcando estas aguas heladas y haciendo de la isla el lugar tan espléndido que aún ahora es, y volví a admirarles una vez más.

Me faltó el oxígeno al subir con mi cargada mochila y superar los 4000 msnm a los que me encontraba. Todo este espectáculo está aquí arriba, pensé, en las montañas: es el lago navegable más alto del mundo; el mar, abajo en algún lugar remoto. Aquí arriba, ese sol ya baja, ese reflejo ya quema.

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La isla está poblada por indígenas de origen Quechua y Aymara, que se dedican a la agricultura y pastoreo principalmente. Es bonito callar y escucharles hablar en sus lenguas.

Silencio. Mi primera parada visual continuada se estableció en la cordillera Real, al este: una fila de enormes picos nevados que representan a los magníficos Andes bolivianos y que hacen del lugar, instantáneamente, un rincón frío en el mundo. Se siente su brisa venir con golpes heladores en esta cara de la isla. Quise ver más, y no tardé en remontar el cerro más alto que tuve a mano, como es costumbre, para conseguir 360º de Titicaqueces.

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Después de Machu Picchu

11 Noviembre 2014

(Continúa de…)

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Pasaron horas hasta que dejé de oír a turistas y radios. En el entretiempo, reptaba por el suelo entre ramas sin querer hacer ni un crujido, buscando dos tronquitos que podrían sostener mi peso en la red-hamaca y donde pudiera despejar la maleza intermedia sin tanto problema. Encontré el lugar. Esperé a que pasase la hora de un supuesto control básico de alrededores, reptando a otro lugar más alto donde pudiera ver la puesta de sol sin ser sorprendido, no hubo suerte. Cuando se acercaba la noche, saqué las cosas comprimidas en el fondo de la mochila, y con sigilo, fui montando mi red y un plástico para una lluvia casi segura. Desde mi red podía ver, entre ramas, algo inédito para el público. El sol se despedía en el horizonte, y poco a poco Huayna Picchu se vestía de negro, de abajo a arriba, hasta que solo la ciudadela vió el sol.

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Antes de Machu Picchu

11 Noviembre 2014

Cuando vas a ir a un lugar en el que no has estado, te haces una imagen mental del mismo. Por ejemplo, vas a ir a una playa y te imaginas a tí mismo en ella con la forma de otra playa conocida o de unas fotos.

Para mí, antes de este viaje, cuando imaginaba las Américas, la imagen más clara, entre muchas otras, era la de Machu Picchu y yo explorando rincones y caminando sigilosamente en soledad. Era una imagen muy borrosa, he estado intentando no mirar fotos de este rincón del mundo para shockear más al llegar. Era como una máxima.

Machu Picchu es una antigua ciudad andina construída en un promontorio rocoso espectacular por el esplendor de la civilización Inca, sobre el siglo XV, a unos 2500msnm. Se considera una obra maestra de la ingeniería humana y es una de las 7 maravillas del mundo. La guerra civil incaica y la llegada de Pizarro en 1532 a la zona se consideran las razones de su abandono.

Escogí el día 7 de noviembre para visitar las ruinas. Una luna llena. Aunque, abriendo al público sólo en horas de sol, no tenía mucha importancia, huh. El día era apropiado igualmente. Los días previos a mi visita estaba como nervioso, sabiendo que un momento estelar del viaje se acercaba, deseando que saliera todo bien y temiendo esa parafernalia a la que hemos de enfrentarnos como «turistas»: el transporte, la jodida palabra «tour», la masa ovejuna, los costes.

Sin entrar en detalles de cómo llegar pero subrayando que una compañía privada tiene una línea de tren que es la única manera de llegar a Machu Picchu, y que cuesta como tres veces la entrada al recinto, diré que siempre hay formas alternativas para los viajeros que no queremos ser turistas. Buses y largas caminatas, en este caso por la vía del tren durante horas, que siendo positivo, al final es un bonito trayecto, hasta romántico: puentes, río, chacachá, pipiii, saludar con la manita a los adinerados que sonríen en las ventanillas. No cambio mi caminata, la verdad.

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Bienestares del valle sagrado

16 noviembre 2014

El Valle Sagrado de los Incas, en los Andes peruanos en realidad son un montón de ríos y vallecitos donde se asientan un sinfín de pueblos indígenas.

Al llegar al valle también se puede ver el mestizaje en arquitectura y cultura de pueblos coloniales. Cusco es la primera ciudad que me parece verdaderamente bonita e irresistible en el país. Grandes calles bien acabadas, un gran trabajo de urbanismo, grandes plazas y calles mágicas, con gran oferta en todo tipo de tiendas y comidas, hostales cucos y con estilo, casas de piedra y bonitos balcones de madera.

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El valle es rico y apropiado para el cultivo, y los incas conocían sus cualidades climáticas. Es hogar de cientos de hectáreas donde crecen con un clima especial miles de especies locales que hacen perderse a uno en nombres y estudios. Desde que entré en el país, oía a la gente hablar de plantas, granos, harinas, semillas y hierbas que jamás había escuchado. Entendí la riqueza vegetal del país y el por qué del asentamiento de tantas personas interesadas, de hecho esta riqueza es, creo, una de las fuentes de las que proviene la profundidad sanadora y espiritual del Perú.

Lo más interesante del valle Sagrado, en realidad, para mí, es el extensivo aprovechamiento de la tierra para el cultivo de una manera muy cuidada, esforzada, personal, con cariño, obsoleta diría: sin máquinas. Las altas colinas empinadas y las bajas zonas planas tienen verdes claros y oscuros de plantas jóvenes y listas para recolectar, y aquí y allá se ven a las personas agachadas con su herramienta en la mano, con paciencia y buen humor, sacando el sabor natural de los vegetales con cariño y dedicación. Junto a cada casa hay una chacrita familiar con algo que crece con una sonrisa, fresco y respetado por todos los vecinos, sin envidias ni tentaciones.

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Cabe decir que Peru es uno de los países que más se resiste al ataque y terribles fines que los increíblemente expansivos ogros de Monsanto con bloqueos a GMO’s, y no es para menos: es uno de los líderes en exportación de productos ogánicos y en variedad de semillas.
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La Puna

24 Octubre 2014

Cuando llegué al km 512 de aquella carretera me apeé del bus y ví a Iván, junto a un caballo y con un poncho del mismo color.

La imagen de Iván es la de un indio verdadero. Ancho, con ropas de colores de una tribu, brazaletes y pulseras, rasgos ancestrales, largas melenas negras con warkas (trenzas/rastas) y conocimientos de maestro.

Con pocas palabras nos invitó a seguirle en una caminata de dos horas por una llanura impresionante que realzaba más aún sus orígenes. Su figura desapareció entre la lluvia y los dos wooffers que le seguíamos llegamos empapados y congelados un rato después a la casa de la Puna.

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A la Puna he llegado para hacer wooffing. Generalmente, mediante wooffing, se visitan granjas orgánicas y ecológicas donde se practica la permacultura (ver también connotación social) y se producen alimentos, aprendiendo como voluntarios. En este caso es diferente: los voluntarios trabajamos construyendo un proyecto de Iván basado en casas de adobe y techo de ichu (paja), lo cual no me motiva menos pese a su dureza. Aunque lo que motiva aquí más es la Puna. Sigue leyendo

Tikal 3: día

Una vez pasados a modo de visita normal, está bien refrescar la memoria y meterle la cultura maya de improvisto para sentirlo mejor. Para ello, visiten primero éste nuevo post (atrasado) sobre mi visita a Chichén Itzá y los mayas.

También escribí sobre Valladolid.

Caminando por Tikal de día y sin la adrenalina de hacía unas horas, en la noche, me dió por caminar despacio y pasar largos ratos observando y pensando. Éso que tienen los templos de imaginártelos en su momento real, nuevecitos, y a las gentes haciendo vida de arriba a abajo. Imaginar a la gente en qué cama, imaginar cocinar con qué cacharros, imaginar fiestear con qué sustancias, imaginar, con esa indígena, qué polvete y dónde.

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