La Puna

24 Octubre 2014

Cuando llegué al km 512 de aquella carretera me apeé del bus y ví a Iván, junto a un caballo y con un poncho del mismo color.

La imagen de Iván es la de un indio verdadero. Ancho, con ropas de colores de una tribu, brazaletes y pulseras, rasgos ancestrales, largas melenas negras con warkas (trenzas/rastas) y conocimientos de maestro.

Con pocas palabras nos invitó a seguirle en una caminata de dos horas por una llanura impresionante que realzaba más aún sus orígenes. Su figura desapareció entre la lluvia y los dos wooffers que le seguíamos llegamos empapados y congelados un rato después a la casa de la Puna.

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A la Puna he llegado para hacer wooffing. Generalmente, mediante wooffing, se visitan granjas orgánicas y ecológicas donde se practica la permacultura (ver también connotación social) y se producen alimentos, aprendiendo como voluntarios. En este caso es diferente: los voluntarios trabajamos construyendo un proyecto de Iván basado en casas de adobe y techo de ichu (paja), lo cual no me motiva menos pese a su dureza. Aunque lo que motiva aquí más es la Puna.

La Puna es uno de los lugares más mágicos que he visto. Es de esos lugares donde la combinación de los colores de la Tierra y las montañas y el cielo y las nubes y etcétera es única.

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Antes de que anocheciese el primer día, aún con frío y mojado, me fui con los hijos de Iván a reconocer el terreno. Lanzón y Wayra son un espectáculo de críos. Diferentes a todos los demás. Mis conversaciones con Lanzón (8 años) se salen de lo común y Wayra (5 años) no deja de sorprenderme. Jugamos y les llevo de la mano, me enseñan las acequias que traen agua del valle y me quedo boquiabierto cuando veo que el agua de la puna sube cuestas. Todo lo que veo alrededor es más bajo y sin embargo de allí sube agua corriente murmureando su frescor. No lo entendía, la Puna sorprende. Wayra (viento) se pegó en ese rato dos hostias cayendo sobre piedras que se me heló la sangre en las venas pensando en el daño o la reacción de Iván, pero jaja. Lo único que hacía era levantarse y seguir contándome historias en español e inglés perfectos. Su madre es canadiense. Ella es la niña más fuerte que he visto. Yo llevo toda mi ropa y tengo frío y los niños van con sudadera tan tranquilos.

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Llegó la noche y nos sentamos alrededor de un fuego con las consiguientes ceremonias y ofrendas que corresponden a esta cultura familiar. Cuando me fui a la cama, la Puna me sorprendió con luna llena y estrellas mientras meaba; un impresionante espectáculo que tardé en fotografiar debidamente con mis manos congeladas y que les regalo aquí, con una Cassiopea que hacía siglos que no veía saliendo tras las nieves.

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Desde nuestra Puna vemos la cordillera de Huayhuash, y la cordillera negra oculta el sol cada tarde. Justo en frente, unas impresionantes montañas nevadas de la cordillera blanca sostienen una presencia brutal, heladora y mística. El viento sopla en los arbustitos de ichu con un sonido que jamás había óido pero es el de las películas, o el que intentan imitar, el auténtico. fuiu fuiiiiuuuu. ¿Nadie quiere donar para una grabadora nueva?

No todo es orégano. El brutal cambio de clima me ha machacado el cuerpo, no me reconozco, he perdido peso, diarreas y mocos, mi piel son escamas de pez y el trabajo es duro duro. No tenemos luz eléctrica, claro, ni baños. Nos levantamos con el sol, con un pájaro que golpea el techo tipo carpintero tres veces cada mañana (Iván dice que es el espíritu de su abuelo, dueño de las tierras). Trabajamos portando piedras enormes para la base de los muros, haciendo barro con agua y tierra con nuestras propias manos heladas, como argamasa, y cavando a pico y pala en el suelo de arena y rocas para sacar la tierra que, combinada con agua y paja en justa medida, forma el adobe de los muros. Nuestra técnica es tapia con cajones de madera. Movemos la tierra a peso en costales, y nuestras espaldas crujen cada vez. Tengo heridas que no se cierran hace muchos días y me chillan al trabajar. Pero me niego a quejarme aunque nunca ví mi cuerpo tan deteriorado.

Sin embargo el orégano recompensa. Levantar la mirada y ver el paisaje! Cada hora es diferente, lluvias y arcos iris nos regalan sonrisas. A veces cortamos ichu para el adobe o tejados, con hoces, y esos ratos son de peli. Es más fácil, además.

A veces bebemos chicha de caña (aguardiente) en los descansos y mascamos coca, y para la puesta de sol solemos estar libres. Comemos vegetariano y justito, pero complace. Siempre hacemos té caliente con hierbas frescas para mantener el calor. Yo me voy a un lugar cada día para la puesta de sol con una galleta secreta de mi mochila y un mapacho (cigarro natural local manual curativo). Un jóven muchacho pasa cada día a caballo a recoger su ganado y me dice Buenas tardes! Después se queda en silencio junto a mí largos minutos, ilusionado quizás con mi compañía extranjera, algo típico de los mozos peruanos, para decir de repente Adiós! y galopar su caballo sin montura, magistralmente. Es el mejor momento del día -obvio-.

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Tío (tío de Iván) es tosco y bruto como cualquier hombre de la puna, pero le respeto por sus enseñanzas en la construcción (nos dirige a todos), por su fuerza y porque en el fondo tiene esa parte humilde e inocente de la ignorancia de cosas sin importancia. Conectamos con humor en cada palada. Infinita energía en su pequeño cuerpo, que ya ha levantado otras casas. Su casa, a unos minutos, es una granja de verdad: caballo, vaca, oveja, conejo, pollo, rediles, corrales, piedras y paja. A veces levanta su aguda vista y dice

-¡Pucha! ¡Mi oveja!

y manda a Lanzón a caballo a arrejuntar vacas y ovejas en un lugar determinado. Un pastor.


Iván, Tío y una voluntaria

Iván, Tío y una voluntaria

Iván es mi maestro de otra manera, más espiritualmente. Conoce la sabiduría de las plantas sagradas a través del legado Inca y la medicina tradicional. Cada mañana toca su flauta. Nos cuida con cierta distancia y seriedad, pero muestra su lado tierno a veces con sus hijos o con unas risotadas tontonas. Canta de manera profunda en las noches, cosas en quechua que no entendemos pero adivinamos. Sopla con el sonido del viento entre flauta y voz, y se comunica con los ancestros y espíritus del fuego, agua, tierra, viento. Utiliza medicina tradicional para curar cuerpo y alma. Me curó un agujero que arrastro en el tobillo desde la selva (el famoso estafilococo que se queda en la herida y se va comiendo la piel) con fuego, apagando un cigarro mapacho varias veces en él y tapándolo con mapacho salivado por mí y hojitas de coca, y vendándolo con una cinta de colores bien bonita.

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Jamás olvidaré la imagen de Iván frente a mí, en un pequeño cuarto de la casa de un maestro de Chavín. Chavín es un lugar con fuerza milenaria: cuenta con un templo de los más grandes y mejor conservados de la cultura Inca. Legado del recetario de plantas usadas antiguamente en ceremonias y con poderes curativos, el templo tiene innumerables pasillos subterráneos y un monolito precioso llamado Lanzón, como el muchacho de Iván. Una noche Iván dirigió una ceremonia preciosa con cantos a la luz de una vela frente a dos de nosotros, invocando los poderes de la Ayahuasca mientras tomamos un vaso en una noche con mantas, su voz, tambor, flauta y la sombra de su figura en la pared de atrás, la luz directa de la vela en ese rostro suyo que sólo tiene él.

Otro sábado 4 voluntarios nos fuimos a la montaña blanca a visitarla. Fue un ascenso largo por la cresta de una colina, como siempre amenazados por la lluvia y el frío, pero conseguimos llegar al claustro donde los picos blancos se reunen y hacer una ceremonia de ofrenda con un fueguito de coca y palo santo, como Iván nos recomendó para que la montaña nos protegiera. A la vuelta los muchachos se fueron directos a casa pero yo me lancé a unas lagunas preciosas que se formaban en un valle abajo del camino aún sabiendo que podría lloverme. Llevaba material de pesca y me hacía gran ilusión pescar trucha en tal lugar. Dicen que las truchas allí son enormes, pero que las lagunas tienen vida y no dan trucha cuando hay mujeres delante. Para mí, una vez más la soledad trajo la magia.

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Dediqué 45 minutos a pescar con pluma y cuando la cambié por una cucharilla verde empezó a granizar con fuerza. Desisití del sueño de la trucha caliente de cena y recogí, pero no huí. El granizo resbala y no empapa tanto, y confiaba en la promesa de la montaña y nuestra ofrenda.

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Caminé despacio con el sonido del granizo en mi cuerpo y las bolas rebotando en la pampa, ví cosas y lugares increíbles en este rato. La superficie inquebrantable de una laguna con el granizo y su sonido, extrañas isletas verdes en el suelo que dibujan extrañas formas, parecen querer decir algo y se rellenan de blanco hielo.

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Finalmente me mojé los pantalones, entró frío por las manos. Pero con paciencia, y tras rogar un poco, el viento empezó a llevarse las nubes feas en otra dirección. Se empezó a abrir la tarde y un rato después el sol me secó durante una hora que perdí el conocimiento de placer, y al volver a encontrarme con él pude volver a calcular la hora y me alegré al ver que me quedaban dos horas de sol, y todo fue bueno. Calculé mi vuelta para llegar a casa con la última luz y ver una puesta de sol desde las alturas en la Puna: otro ángulo del lugar.

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El sol pegó en un glaciar y calentó a los pájaros, secó las rocas y pude sentarme, calentó mis manos y pude usarlas. Allí abajo se divisaban varias granjas además de las conocidas, dispersadas, y cabezas de ganado aquí y allá que se movían también por los efectos del sol, que a estas alturas empezaba a disparar rayos a discreción a un lado y a otro, entre las rendidas nubes.

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¿Qué más necesitaba?
¿Qué más podía pedirle a la Puna?

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Dedicado a mis tíos pescadores.

5 comentarios en “La Puna

  1. Você vê meu querido, realmente foi uma ótima escolha, para o seu dia. Obrigada pelas fotos, elas potencializaram a grande magia desse lugar e do momento lindo que vc vive.

  2. BUAH! que maravilla hermano. se me remueven las tripas con tu post y me dan ganas de alcanzarte o esperarte en algún nuevo lugar. Un abrazo dani, disfruta, vive y aprende, que esa es la más grande aventura!

  3. WOW! I went to the puna with Ivan last summer! I cant believe I saw this picture of ivan on google, and it took me here! It was an amazing journey!

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