7 Septiembre 2016
Caminar por las carreteras de Sikkim haciendo dedo es algo extraño, porque es literalmente mejor que nadie te lleve. Cuando alguien se para, algo se muere en el alma por la pena de pasar demasiado rápido por curvas que son todas miradores. Aún arriesgando el no llegar a los sitios a tiempo -con luz-, es mejor seguir caminando para no perderse cada esquina y sus vistas, puentes o cascadas.
Aunque en aquella época de lluvias llegó a haber en Sikkim, que yo contase, unos 14 landslides serios (corrimientos de tierra) que cortaban temporalmente las precarias carreteras y que dejaban incomunicadas varias zonas, más un sinfín de pequeños desprendimientos de rocas y árboles sobre el pavimento. Los sumos de transporte público vendían una plaza hasta el landslide y sus conductores te prometían que, tras cruzar a pie el tramo cubierto de tierra, lodo y algún arroyo, otro sumo podría empalmar con un destino posible. Los viajeros corríamos sobre las rocas corridas para conseguir plaza al otro lado, ya que podríamos quedarnos tirados en medio de la nada, y yo especialmente sabía que, por culpa de los landslides, no existía opción de ir a dedo pues el tráfico privado tampoco pasaba por ellos…
Así que caminando llegué a aquella esquina de la carretera entre Yuksom y Pelling en la que empieza un terrible atajo de ascenso a Kecheopari. Me perdí en él y volviendo a bajar encontré un muchacho que estaba dispuesto a acompañarme, animado por sus padres, para mostrarme el sendero oculto entre vegetación nueva de temporada.
De nuevo se me pasó el mal rato de perderme y subir dos veces, sudando y ya sin apenas luz, con unas vistas tremendas que ya eran comunes en Sikkim. Me acarcaba al lago Kecheopari y sabía que me esperaba un merecido descanso después de las aventuras en Yuksom y la ruta hacia Goechala. Unas pocas casas formaban una aldea donde encontré una casa de madera humilde con 3 niveles y balcones, uno de ellos lo suficientemente grande como para colgar mi hamaca y tener vistas hacia el valle. Del otro lado podía entreverse el lago sagrado. Era más de lo que esperaba. Sigue leyendo