Agosto 2016
Continuando con las verdades filosofales extraídas de los sabios indios, tal vez este sea el acercamiento más digerible que tengo sobre nuestro apego material y el extravío en nuestras vidas, a un nivel profundo pero revelador. Para los que quieren saber más sobre el dualismo placer-dolor y la cura del deseo.
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Si creyésemos que tenemos alma.
Una porción espiritual y divina de nosotros; ¿qué le pasa? ¿A qué se debe la ignorancia y el sufrimiento mental y corporal que afectan a casi todos en el mundo?
En India dicen que el alma se ha identificado con el vehículo transitorio corporal y la inagotable mente, creando el ego, y siendo molestada contínuamente por los estados transitorios dualistas de pena (enfermedad, dolor…) y delícia (salud, placer…), igual que la madre se identifica con el placer y el dolor de su bebé. Esta identificación es la razón del sufrimiento, de la jaula del ego encerrado entre nacimiento y muerte, valorando un cuerpo y mente que no somos: no lo somos si creemos en nuestra alma, lo único que existe de verdad.
Por tal identificación, llegan tendencias: el deseo por realizarlas crea ‘querer’, y ‘querer’ produce dolor. Cuanto más querer, más dolor, porque más difícil es realizar todos los quereres, con lo que el deseo (o excitaciones de la mente) es la fuente del dolor o miseria.
Deseo no satisfecho -> dolor.
Deseo satisfecho -> placer que se obtiene de objetos exteriores, que desaparece con ellos (impermanencia de todo lo que nos rodea!!!) y revive por memoria, creando deseo de nuevo -> dolor.
Este placer tiene una parte de excitación (obtener lo deseado) y otra del pensamiento de que el dolor del querer que sentía ya no está. La conciencia del querer y su realización, mentalmente, precede a la conciencia del placer real sensual: es la mente la que crea el querer, es un error ver los objetos como fuentes del placer y remedios para obtenerlo en el futuro. Si lo fuesen, la misma comida o el mismo vestido siempre darían placer a todos en el mundo; tristemente, no es así.
Los objetos no son causas; a un pobre que desea comer delicadezas podemos darle un chorizo zamorano, pero a un rico con el mismo deseo sólo puede satisfacérsele con, tal vez, caviar. El placer no está en los objetos: depende del estado de la mente.
Total! Para reducir el dolor hay que sacar de la mente el deseo y sentido de ‘querer’. Si el deseo por algo que supuestamente va a calmar mi ‘querer’ no está presente, la excitación por placer no aparece aunque tenga delante de mí el objeto de deseo.
Como dato, diría que obviamente hoy no reducimos nuestros quereres sino que los multiplicamos, uno genera 100 más. Buscamos la Calma real realizando deseos, pero nos quedamos atascados en el placer, en los objetos que generan esa excitación, creyéndolos sus causas, olvidando que esta excitación de placer viene de otra excitación de deseo, que a su vez fue generada por otro placer, entrando en el ciclo infinito de dolor y placer, entre las paredes del dualismo de este universo. Es obvio que el placer propio no es nuestro objetivo ‘universal y de alta necesidad’, pues nunca estamos satisfechos con un objeto de placer: vamos de uno a otro, generando un insatisfecho y desconocido tipo de … ‘mono’.
Confundimos los medios con el objetivo: confundimos el dinero o la satisfacción temporal con la felicidad o la Calma permanente (eterna, si creyésemos que tenemos alma).
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Acabar con la identificación mencionada, matando el apego a los objetos materiales y el deseo a las cosas irracionales o no nobles (ojo que yo quisiera seguir follando (pero rico) mientras pueda, tampoco han de salir monjes de estas líneas) es pues, atacar la raíz de la miseria.
Hay un término que he acuñado tras todo esto, es la Divina Indiferencia, una descripción de aquel ‘hidrodinamismo’ flotando por la vida, de aquella ecuanimidad clave que aprendí en el budismo, que no se involucra en las experiencias, y que aplicada a esta no-identificación hindú sería como ser actores en el mundo con toda la mente y el cuerpo, pero sin sufrir internamente -en el alma- los dramas de la telenovela de la vida (o ilusión, o sueño)-…
…como los buenos actores, vaya.