Cuando, en los lugares más remotos del mundo, las personas parecen ser felices dentro de una relativa ‘ignorancia’…
… las verdades viajan y llegan a todas partes porque otros parecen querer saber y aunque sufran, aceptan el precio de la verdad.
¿Con quién?
Ah, bueno, si es con un buen periodista,
entonces SÍ concedo una entrevista.
:)
http://www.traveler.es/viajes/mundo-traveler/articulos/el-viajero-de-los-1000-dias-daniel-satue/8220
Gracias Javier M.
La sombra de la jubilación, la amenaza oscura de la sociedad.
Dinero para morir. Dinero para morir viviendo lo que no has vivido en tu vida cuando te tocaba vivirlo. Para un crucero de 12 cubiertas y piscina. Dinero cuando ya no lo quieres, cuando no lo necesitas, cuando probablemente lo guardes por una necesidad de guardar que, no se sabe cómo, se ha quedado en tí después de una vida guardando; guardando lo que te han ordenado guardar o haciendo lo que te han ordenado hacer para que no seas un problema del estado en el futuro. O para que consumas en el futuro, hasta tus últimos días.
Así hay gente que piensa que es terrible, que tiene miedo de la carencia o dependencia en la tercera edad, y actúan ciegamente, creen estar seguros de lo que quieren. Pero lo que temen es la carencia o pobreza material; si en su lugar, fuese guiados a desarrollar la riqueza interior, donde los bienes materiales pasan desapercibidos, o no son necesarios, ¿qué miedo?
Tenemos toda una vida para construir una casa donde cultivar, enriquecernos y morir, independientes.
Vivir la vida y morir pobre, o vivir pobre y morir rico.
Esa, parece ser, es la cuestión. Como decía Jesucristo, ‘el que tenga oídos, que oiga’.
* * *
Discúlpenme la gallardía, la crueldad, el realismo; los ofendidos, los cotizantes y pensionistas, perdónenme por lo categórico y lo revolucionario. Soy consciente de la compatibilidad entre trabajar o ‘ahorrar’ toda la vida y ser a la vez rico interiormente.
Septiembre 2015
Parece ser que por algún favor de nuestra naturaleza, quizás por una reacción química del hipotálamo, a partir de los 60 uno empieza a tener de sí mismo una idea más romántica; qué estupendo tipo era uno. Abuelos sonrientes y pillines lo demuestran con un simple guiño de ojo, o cuando hablan de algun romance o travesura. Incluso en los fracasos debe encontrarse un encanto especial a esa edad. Este pensamiento me hace apostar por ello con viveza, por las sonrisas de la jubilación, o mejor dicho, de la edad: el viaje es mi as de picas.
* * *
Este oceáno pacífico estará en los momentos en que abrí mis ojos, entornados por el sol, rectos, frente a su viento. Lo ví después de luchar contra el mar, y yo era joven y él me miraba.
Y me sentí importante por ello, más allá de afortunado me sentí importante, pues el pacífico era mío y me miraba a mí y me mostraba a mí sus secretos; una sensación parecida a la que tenía cuando iba a la plaza Anaya de Salamanca en mitad de la noche, o por los tejados de la catedral cuando la andamiaron para restaurarla, y por al menos media hora eran míos, ningún otro estudiante de miles se cruzaba con las escaleras de Anaya ni sus jardines, ni se acercaba por allí. Dormían, y yo estaba despierto, como lo estoy mientras viajo en yomelargo.
* * *
De este océano, todo lo que quedará será un momento de fortaleza, de romanticismo y de juventud. El mar, fuerte y bueno, salado y amargo. ¿Pero qué es lo que brilla aquí ahora? ¿Es el pacífico, o es la juventud?
¿Conseguiré cosas en la vida? ¿Tendré amor, dinero, cosas terrenales? Reconocimiento, amistades, una casa, una pensión, lo que sea.
Pero, ¿no es mejor no tener nada en la juventud?
Cuando mi rostro esté marcado por el trabajo, las decepciones, el éxito, el amor, la aceptación de que la vida no es lo que uno quiso o esperó, y aunque mis ojos vidriosos y antiguos, sin ese brillo, sigan buscando ansiosamente algo de la vida que ya se ha ido sin ser visto, como la fuerza, la fantasía de las ilusiones y la juventud, aunque sepa que cometí errores e hice el ridículo, aunque sufro en muchos momentos, pensaré que yo me largué, y si no sonrío senil y espontáneamente, que me aspen.
* * *
Motivaciones y créditos a Joseph Conrad
Cuando una persona que ha estudiado y leído mayormente ciencias sale de su cubo y se enfrenta a un mundo en el que mucha más gente de la que pensamos cree en cosas irracionales, invisibles o ultra-empíricas, su inexistente fé se ve amenazada por una necesidad de crecer. Por mimetismo puro. Especialmente en América, donde cada cultura muestra gran fé en sus doctrinas espirituales, sean ancestrales, coloniales o modernas.
Así, abriendo mi mente voluntariamente desde el primer día de este viaje, he llegado a tener en cuenta cosas que antes rechazaba con furia, como la religión. O el propósito de nuestra existencia, o el mismo concepto de reencarnación, completamente de locos, pensaba. Y sigue pensando gran parte de mí. Será un proceso.
Yo decía, basado en la observación y mis propias conclusiones, que la religión era el fruto de nuestro miedo a la muerte. Siempre estuvo ahí, siempre enterramos a nuestros muertos con respeto, así lo aprendí en historia en el instituto, cuando se nos dijo que civilizaciones antiquísimas metían a los muertos en grandes vasijas con joyas. Pero ese miedo a la muerte viene de la evolución, de tener un cerebro un pelín más grande que el de un macaco. Lo suficientemente más grande para pensar.
Pensar.
Pensar que yo no quiero que me pase a mi lo que le pasó a la abuela en la caverna, que ya no se mueve más y se pudre, y apesta.
¿Por qué -decía- sólo por tener unos cm cúbicos más de cerebro (sólo por disfrutar de un pequeño paso evolutivo más, de millones), vamos a recibir un trato especial tras la muerte? Un trato diferente al que recibirán macacos -hermanos, ojo- o nuestros perros y gatos. ¿Qué estupidez es ésta? ¿Como hemos llegado a inventarnos dioses, salvaciones y satanases, sólo por ser un poco más cabezones? ¿De tan atrás viene nuestro ego y nuestro egocentrismo? Para mí somos iguales en la naturaleza, ratones y humanos. Más o menos evolucionados, partes de una misma creación, pero iguales. Y tengo a Darwin y a Lamarck conmigo. Eso sí, quién puso aquí todo esto para que evolucionáramos dentro, es otra historia.
No. Cerraremos los ojos, todo será negro y dormiré para siempre, se acabó mi vida, como la de Laika y los macacos. ¿O es que nos encontraremos con la perra Laika en el más allá? Venga, no me jodas. Es muy bonito inventarse historias de reuniones y aplausos, pero seamos realistas. Triste, pero estoy seguro de que es así, estaba seguro. Estoy seguro.
* * *
El tener claras estas convicciones en las que no caben espíritus, fantasmas ni demonios, me ha ayudado a estar tranquilo con el planeta. La fé de mucha gente que he conocido, contradictoriamente, les hace tener miedos ridículos y sustos de saltar. Yo no conozco ese miedo.
Nunca me he asustado por un ruido sordo o extraño, o una puerta cerrándose, ni por una vela que se apaga sin viento, algo que se cae al suelo sin explicación o un crujido cercano en los arbustos. Me río con las películas de terror paranormal. La oscuridad total me gusta y la soledad en ella es un golpe de adrenalina si me pilla caminando en alguna noche, nada más.
Porque sé que todo tiene un explicación, cada coda que pasa está dentro de los límites de lo posible y de hecho le doy un carácter justificado, científico y super normal, inconscientemente, en milésimas de segundo, ni me da tiempo a mirar hacia la amenaza porque ya la he justificado como algo del mundo que conozco, de lo único que existe, de lo empírico, lo normal. Pero quizás así me pierdo también otras cosas basadas en la intuición, o en la fé por las señales, el camino de la vida y el destino, que siempre tuve pero que ahora, por cierto, son más fuertes.
¿Creemos lo que vemos, o vemos lo que creemos?
Una vez escribí que para cambiar lo que vemos, quizás debamos cambiar lo que creemos. Si cambio mi fé, ¿veré o sentiré mas cosas? ¿Estaré más conectado espiritualmente? Pero entonces, ¿también tendré más miedo? Sonrisas.
* * *
Todos estos procesos mentales ebullen en mi mente evolucionada y pensante cuando la película ‘I, origins’ llega a mis manos, boom, en las islas Marquesas, hijas predilectas de la creación y portadoras de la belleza divina celestial.
Un hombre de ciencias se choca con el amor y este amor le abre los ojos de la fé. El hombre se choca con sus principios y acaba buscando respuestas en India, donde yo quiero contestarme por largo tiempo hace largo tiempo.
Demasiado cerca de mi vida y en el mejor momento, la película.
¿Por qué no confiar más en la intuición? Suele funcionar:
En el último año me han pasado muchas cosas que había previsto minutos antes, como una pequeña visión o alarma. Pero no les doy importancia porque pienso que simplemente es la precaución, o un simple pensamiento; sólo se convierten en importantes cuando uno se da cuenta de que había pensado en ello poco antes de que ocurriese, cuando ya nada puede hacerse. Por ejemplo, he perdido la cámara de fotos tres veces en aguas del archipiélago de Touamotus, en 10 días. Las tres veces había pensado un minuto antes, ‘hostia, la cámara, ojo’. Otras veces visualizo una decisión claramente, pero tomo la más realista o fácil, la más mental, y acabo arrepintiéndome de no haber escogido la más intuitiva.
La fé me hizo recuperar la cámara las tres veces; la tercera, tras dos intentos en apnea casi de noche, renuncié y tuve que usar oxígeno al día siguiente. Con una probabilidad de 1/1000 en un atolón revuelto, nublado y sin sol, con viento de 20 nudos, habiendo girado 180º (en el otro lado del ancla y habiéndola arrastrado) con gran oleaje, tras pasar la pobre una noche en la oscuridad, entre pequeños tiburones, a 13.5 metros de profundidad, más de su límite.
O sea, un hallazgo absurdo y ridículo que me da qué pensar. Y funcionaba.
¿Será posible entrenar este sentido de la intuición para desarrollarlo? ¿Podremos mejorar nuestra vida dándole más atención a estos déjà vu’s?
La combinación entre la fé (u optimismo) y las intuiciones me está resultando reveladora.