22 Noviembre
Lo siento, pero hubo algo que me hizo pensar que al llegar a Tegucigalpa alguien me echaría un cable. Envié unos emails, algunos mensajes, y me monté en el bus, después de la fantástica travesía en velero.
Cuando se llega a Tegu con retraso, a media noche, y los hosts con que contabas no aparecen, y el acceso a internet es imposible, te montas en un taxi cualquiera y le pides que te lleve a un hotel, barato. El lugar al que fuimos estaba chapado ya ante la violencia nocturna con mil cierres, y nadie me abriría. La zona era ya mosqueante, y ser blanquito y tener una mochila enorme a la espalda no ayuda, quisiera poder desaparecer o cambiar mi raza con un chasquido. Otro lugar cercano está abierto pero es más caro, y el taxista quiere más y más dinero por su tiempo y recorrido. Se me acaba el dinero y no hay cajeros o no me lleva. En el lugar en que me dejan pagar al salir, ofreciendo mi pasaporte, hay unos locales mosqueantes que ya están tomando, pero no hay otra. Afortunadamente, su pedo hace que me tomen el nombre escrito pero no agarren mi pasaporte.
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