Dragnag – Gokyo lakes

La mañana siguiente cruzaríamos el enorme y ancho glaciar de Ngozumpa a pie para ganar su otra margen, la derecha, aproximándonos a la bella aldea alpina de Gokyo y sus seis elegantes lagunas mágicas, dispuestas a ese lado del río de hielo.

Cruzarlo fue una experiencia subrayable, pues las condiciones en el Everest Base Camp, que estaba sobre el glaciar Khumbu, no me parecieron invitar a caminar, días atrás. Todos los glaciares de Sagarmatha tienen la característica de desplazarse, una vez descendidos a superficies más planas tras bajar de las alturas verticales, bajo tierra. Por ello, a primera vista parece haberse secado y dejado roca y arena gris en su lugar, pero no; está moviéndose lentamente por debajo, a uno o varios metros de profundidad, dejando esa capa inestable de arena arriba que se mueve y cae por alguna parte hacia las rendijas heladas en descongelación de ese mundo subterráneo. Ví espectáculos inolvidables como cortes transversales donde comprobar este fenómeno, lagunas de colores, cavernas inmensas con aguas perfectas que no saben si congelarse o fluir, continuas avalanchas reducidas por todas partes, enormes rocas de hielo elevarse mientras buscan, muy lentamente, un hueco donde acomodarse.

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Y sin embargo, lo más impresionante no era visible, sino audible. El silencio de un valle glaciar, que ya conocí junto al EBC, es tan intenso que duele y obliga a abrir los ojos para cerciorarse de que uno no sueña: las ondas de sonido son todas absorbidas por nieves y hielo y apenas rebotan, creando el efecto de una cámara anecoica o ecos que solo había oído artificialmente, hasta entonces, en un estudio de sonido. El pitido de mi oídos parecía sonar cinco veces más alto de lo normal, y cuando conseguía separarme de orcos y humanos lo suficiente, lo único que rompía esa vieja y sabia paz eran los crujidos y cracks del lento evolucionar de semejante glaciar, bajo mis pies.

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La impermanencia del universo, sutilmente, me hablaba de nuevo. Sigue leyendo

Everest – Chola Pass – Dragnag

1 Octubre 2016

Es ese olor a caca de Yak fundiéndose en las estufas de los poblados el que caracteriza estas alturas de Solukhumbu: no existen otros materiales, literamente, para combustionar. Atrás quedaron el arbusto y el árbol, y con ellos, los depósitos de madera que se veían junto a algunas casas. No es un olor agradable, pero sentirlo significa acercamiento a humanidad, calor, té y calentamiento de pies y manos. Además, por encima de los 4000 metros y sin vegetación escandalosa predomina la ladera lisa de hierba dura y cortita, que facilita mi acampada allá donde no hay una excesiva inclinación, y me deja ver las vistas incomparables al menos en las primeras horas del día, sin nubes.

Esta hierba, que tiene raíces profundas como muelas en la tierra, la corto como pastel en cuadrados con el cuchillo y la extraigo para usarla como estropajo al fregar sin jabón: ambos lados son perfectos para este fin, como los del vileda. La hierba superior se lleva las morceñas y la arena inferior barrosa acaba con la grasa. Me vienen, con los estropajos y los paisajes, reminiscencias de lugares remotos, Perú o Tasmania, donde hacía lo mismo… además de pasar frío.

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El monasterio de Pemayangtse

9 Septiembre 2016

Muchas nubes, y dentro de ellas, nieblas.

Llegué a Pelling sin saber si podría quedarme en el monasterio de Pemayangtse pero sabiendo que había vistas tempraneras geniales a las montañas. Rápidamente encontré caminando la escuela Padma Choeling, asociada al monasterio en la educación social de niños desamparados con los principios budistas. Era la hora de volver al monasterio y un montón de niños me guiaban y rodeaban en la calle al caminar: a uno de ellos, listico, cabroncete y que chapurreaba inglés, le conté mis planes de quedarme para ver posibilidades, y me dijo que tendría que hablar con el señor Yapu, al que rápidamente reconocí como la máxima autoridad de Pemayangtse.

Giramos en una curva y pude ver por primera vez, entre muchas banderas ‘horse-wind’, la estructura del edificio principal del monasterio, grande y cuadrado como de costumbre pero rodeado, en lo alto de un cerrito, de casas auténticas de piedra y madera antiguas, centros donde tienen 1000 velas en la noche, donde cocinan y comen, o donde dan clase. Tras él, un jardín redondo y verde con un pórtico que da acceso bajo una gran puerta tibetana a la zona de residencia. Pemayangtse es delicioso por las vistas, el contraste entre los colores del monasterio y las montañas, y es como una pequeña aldea consciente y con propósito.

Llegamos y el niño me mete en una casa preciosa y coloreada tras el patio redondo, y me veo en un cuarto viejo pero ideal donde parecen alojar a visitantes pero hay niños aquí y allá. No me acomodo sin la aprobación de los superiores… el señor Yapu llegó en un coche viejo y me acerqué con el rabo entre las piernas. Me entrevistó y me dio el VB para quedarme allí, en el cuartito azul de la casa, su casa: él vive en la parte alta y tiene todo ventanitas alrededor. Vaya suerte, me encanta mi humilde cuarto y mi ventana llena de telarañas por fuera.

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Junto al lago Kecheopari

7 Septiembre 2016

Caminar por las carreteras de Sikkim haciendo dedo es algo extraño, porque es literalmente mejor que nadie te lleve. Cuando alguien se para, algo se muere en el alma por la pena de pasar demasiado rápido por curvas que son todas miradores. Aún arriesgando el no llegar a los sitios a tiempo -con luz-, es mejor seguir caminando para no perderse cada esquina y sus vistas, puentes o cascadas.

Aunque en aquella época de lluvias llegó a haber en Sikkim, que yo contase, unos 14 landslides serios (corrimientos de tierra) que cortaban temporalmente las precarias carreteras y que dejaban incomunicadas varias zonas, más un sinfín de pequeños desprendimientos de rocas y árboles sobre el pavimento. Los sumos de transporte público vendían una plaza hasta el landslide y sus conductores te prometían que, tras cruzar a pie el tramo cubierto de tierra, lodo y algún arroyo, otro sumo podría empalmar con un destino posible. Los viajeros corríamos sobre las rocas corridas para conseguir plaza al otro lado, ya que podríamos quedarnos tirados en medio de la nada, y yo especialmente sabía que, por culpa de los landslides, no existía opción de ir a dedo pues el tráfico privado tampoco pasaba por ellos…

Así que caminando llegué a aquella esquina de la carretera entre Yuksom y Pelling en la que empieza un terrible atajo de ascenso a Kecheopari. Me perdí en él y volviendo a bajar encontré un muchacho que estaba dispuesto a acompañarme, animado por sus padres, para mostrarme el sendero oculto entre vegetación nueva de temporada.

De nuevo se me pasó el mal rato de perderme y subir dos veces, sudando y ya sin apenas luz, con unas vistas tremendas que ya eran comunes en Sikkim. Me acarcaba al lago Kecheopari y sabía que me esperaba un merecido descanso después de las aventuras en Yuksom y la ruta hacia Goechala. Unas pocas casas formaban una aldea donde encontré una casa de madera humilde con 3 niveles y balcones, uno de ellos lo suficientemente grande como para colgar mi hamaca y tener vistas hacia el valle. Del otro lado podía entreverse el lago sagrado. Era más de lo que esperaba. Sigue leyendo

3 días perfectos en Sikkim

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27 Ago 2016

Fue un día perfecto ayer. -me alegra poder reconocer que cualquiera de aquellos días era perfecto-

Cada cosa que necesitaba, la pedía y me llegaba; la comida, la cena, la puesta de sol ideal, un arco iris bajando de las nubes hasta las montañas, como un puente fácil para que algún ídolo de las viejas civilizaciones sin ciencia bajase de los cielos a visitar y generase gran expectación y murmullo entre sus habitantes.

Por la noche hablé largo sobre budismo con el «big-lama» del monasterio de Lhabrung, muy jóven a pesar de ser el leader, y le caí con una gran pregunta que en aquellos días solía preguntar a los sabios que me encontraba. La presencia de Dios en India me había llegado tan profundo que ahora el budismo se me quedaba como incompleto al no considerar su existencia… o al no considerarla como otros.

-¿Crees que Dios existe?
Mirada breve dejando de recoger por un instante.
-Por supuesto que Dios existe.

Increíblemente, aún pensando que aquellos hombres de las montañas no consideraban a Dios, ésa era la respuesta la mayor parte de las veces. Me generaba más complicidad con ellos.

Me fui a dormir a una habitación y leer con velas. Hoy me despierto con la luz y me vuelvo a la cama para ver el amanecer desde ella, el sol subiendo y marcando el contorno de la cresta de la montaña en él, con un árbol justo en el trasluz, en un agujero del horizonte rocoso.

Pareciera que en esa entrega a Dios en la que Él se encarga de todo cuando uno va con fé, hubiese una gran veracidad, especialmente si uno se sabe conformar con comida y agua, o solo pedir lo que realmente necesita: refugio, comida, agua. Sigue leyendo

De lo profundo del intelecto (el amor)

Septiembre 2016

No cabe duda de que son grandes las teorías orientales expuestas sobre el condicionamiento humano a un inherente sufrimiento o insatisfacción que es notable en la inestabilidad global de hoy. Entendidas con esfuerzo, tampoco cabe duda de que son grandes verdades con un gran poder curativo para el atasco material que tenemos con los sentidos, y el hábito del deseo-placer-dolor.

Éstos, han sido años de desapego material a los objetos de placer; de contar con una mochila como única pertenencia; de no sufrir identificación con ninguna costumbre o tradición ni con ninguna estructura social o establecimiento político, por el mero carácter y espíritu nómadas de la experiencia, que evitan arraigo y apegos y promueven la opinión objetiva sobre las cosas; de perder todos los antiguos hábitos a placeres y deseos (y por tanto, dolores) de alcoholes, tabacos, estimulantes e intoxicantes en general, coca-colas, chocolates, helados y el etcétera que sobrepase aquello relacionado con la supervivencia básica -comida plana- bajo un propósito de economización de largo recorrido que podrá entenderse; finalmente, han sido años de continuada soledad, que es bien responsable de la conclusión de este escrito; recientemente llegué en dos ocasiones a una interesante realización que tiene tanto peso como para escribirla, aunque no diga nada nuevo que no sepamos.

El desarrollo del amor y la compasión por los demás, si es que queremos considerarlos cosas diferentes, se convierte en una misión pues son palabros universales que han sido objetivos en el viaje por su importancia y recurrente aparición en todas las esquinas sabias. Buscándolos sin encontrarlos en mí mismo, pues creo que los hemos perdido en algún lugar y a ver dónde diantres andan, he sentido algún destello como los siguientes. Sigue leyendo

dolor, placer, Calma: material attachment explained

Agosto 2016

Continuando con las verdades filosofales extraídas de los sabios indios, tal vez este sea el acercamiento más digerible que tengo sobre nuestro apego material y el extravío en nuestras vidas, a un nivel profundo pero revelador. Para los que quieren saber más sobre el dualismo placer-dolor y la cura del deseo.

* * *

Si creyésemos que tenemos alma.

Una porción espiritual y divina de nosotros; ¿qué le pasa? ¿A qué se debe la ignorancia y el sufrimiento mental y corporal que afectan a casi todos en el mundo?

En India dicen que el alma se ha identificado con el vehículo transitorio corporal y la inagotable mente, creando el ego, y siendo molestada contínuamente por los estados transitorios dualistas de pena (enfermedad, dolor…) y delícia (salud, placer…), igual que la madre se identifica con el placer y el dolor de su bebé. Esta identificación es la razón del sufrimiento, de la jaula del ego encerrado entre nacimiento y muerte, valorando un cuerpo y mente que no somos: no lo somos si creemos en nuestra alma, lo único que existe de verdad.

Por tal identificación, llegan tendencias: el deseo por realizarlas crea ‘querer’, y ‘querer’ produce dolor. Cuanto más querer, más dolor, porque más difícil es realizar todos los quereres, con lo que el deseo (o excitaciones de la mente) es la fuente del dolor o miseria.

Deseo no satisfecho -> dolor.
Deseo satisfecho -> placer que se obtiene de objetos exteriores, que desaparece con ellos (impermanencia de todo lo que nos rodea!!!) y revive por memoria, creando deseo de nuevo -> dolor.

Este placer tiene una parte de excitación (obtener lo deseado) y otra del pensamiento de que el dolor del querer que sentía ya no está. La conciencia del querer y su realización, mentalmente, precede a la conciencia del placer real sensual: es la mente la que crea el querer, es un error ver los objetos como fuentes del placer y remedios para obtenerlo en el futuro. Si lo fuesen, la misma comida o el mismo vestido siempre darían placer a todos en el mundo; tristemente, no es así. Sigue leyendo

Del budismo o del Gita, una conclusión

Por otro lado, el budismo, cuyo objetivo no es Dios sino una perfección, liberación, nirvana, o iluminación, dependiendo de la escuela, considera que todos somos potenciales Budas, o iluminados, incluídos los mosquitos y las sanguijuelas: en nuestro ciclo de vida y muerte pasamos por muchos seres diferentes y todos tienen derecho a iluminarse alguna vez al final de esa evolución, así que matarlos o interferir en su camino es pecado y cargará karma a tus espaldas del que tendrás que hacer cuentas en algún punto de tu existencia.

Por el no matar mismo, es lindo ver a la gente tener cuidado de no matar mosquitos. Yo les daba tregua meditando en el calor y el sudor. -Pero me he cargado unas sanguijuelas recientemente caminando en Sikkim, edito, que se llenaban de mi sangre muy gordas bajo mis calcetines, dejándolos para escurrir sangre. Mire perdone, pero hay cosas que…-

Otro colega le preguntó a Buda,
-Buda, ¿por qué debemos amar a todos por igual?
-Porque en las numerosas vidas de cada hombre, todos los otros seres han sido en algún momento amados para él.

Quería decir que en el pasado, presente o futuro, todos nos cruzamos con todos en algún punto, y cada persona podría ser un amigo en otro momento de tu existencia [existencia de tu alma, burro]. Y ojo que Buda, bobadas, no decía muchas. Sigue leyendo