Pensativo llego a Santa Clara, con todas las notas mentales sobre la revolución de este país, recogidas de testimonios, del museo en la Habana, del ambiente.
Y en esta ciudad, aún más, voy a saborear historia. Santa Clara es la ciudad del Ché Guevara, pues es donde, después de haber sido atribuído con la difícil tarea de tomar esta ciudad, hubo de ingeniárselas para conseguirlo. La ciudad contaba con gran armamento y el apoyo de la aviación, y el ejército ocupaba buenas posiciones estratégicas. El Ché estimaba una larga lucha.
Los rebeldes, escasos (unos 400) controlaban el acceso, pero con poco armamento. Así fue que el Ché decidió intentar tomar un tren blindado que llegaba con refuerzos para el ejército, haciéndolo descarrilar. Con su contenido, pudieron armar bien la tropa y avanzar con éxito en la ciudad. Ya en diciembre de 1958, en los albores del triunfo, el Ché forzó la rendición del coronel Hernández, tomando militarmente Santa Clara. De hecho, este paso fue decisivo en la revolución de Fidel contra el dictador Batista, pues al día siguiente de la toma de Santa Clara, Batista huyó en avión y Fidel proclamó el triunfo.
Así que me dispongo a ver el tren blindado que se salió de unas vías dobladas por los rebeldes. En el camino, encuentro una famosa escultura del Ché, probablemente la mejor, tanto que siento que puedo abrazarle y charlar. La expresión de su cara es una perfecta representación de él y su gesto es triunfante y humilde a la vez. Largos minutos me quedé mirando sus ojos y pensando en el por qué de su exagerada rebeldía natural contra la injusticia.
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