Momentos hacia Chacaua

Salto en el tiempo:
9 septiembre 2013

Uno de los caminos que más he disfrutado haciendo dedo sin éxito, es el de San José a Chacaua.
Volvía a estar sólo (después de la muchedumbre de San José) y mi mochila TODO se sentía ligera y agradable.
A mi alrededor, las montañas de Oaxaca, frescas, y una carretera con curvas que las esquila.
Los únicos rides que conseguí en las primeras horas fueron super cortos, hasta el siguiente pueblo, pero los agradecí.

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San José y los derrumbes

8 de septiembre

Nuestra siguiente parada (inconcebiblemente para mí, somos una muchedumbre compuesta por los tres entrañables australianos, dos americanos, una inglesa y yo) es un pueblo al sur de Oaxaca muy pacífico e idílico, y muy frío, que se llama San José del Pacífico. La policía no existe y las leyendas cuentan historias sobre la naturaleza y la comunión de las gentes con ella mediante ritos, limpiezas interiores, hierbas, terapias e incluso hongos mágicos.

San José de Pacífico

San José de Pacífico


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El árbol más grande del mundo

4 septiembre

Unos días de paseo por la agradable y moderna ciudad de Oaxaca, donde disfrutaría de agradables gentes y rincones coloniales preciosos, me hizo sentirla artística y cultural. Calles bien acabadas, catedral e iglesias impolutas, centros artísticos y lindos patios públicos con actividades, todo entre las montañas que ya caracterizan a esta parte de Méjico.

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Joder, otro taxi

2 septiembre
Un dedo hacia Oaxaca

Dice:
No sabía que se podía llegar a odiar tanto a los taxis.

Cuando haces dedo y diluvia y estás mojado y aparece un único coche en la distancia… y es un taxi.

O ponerse en un control en el medio de la carretera y que a ambos lados pase todo gente que te mira y se ríe, de las pintas o no sé de qué, y que saluden estúpidamente como si yo les estuviera saludando y no pidiendo un ride.

Ésto es llevando horas y anocheciendo, claro.

Libertad

31 agosto

Un día, por los altos de Chiapas, me perdí en las montañas para encontrar algo salvaje de comunicación con los indígenas. Éso buscaba, inconscientemente ése era mi objetivo. Quizás algo de charla, entrar en una choza y compartir un té, un fuego, intentar entendernos.

Sin embargo, en una ocasión en la que me senté a leer junto a dos caballos, lo que encontré fue su libertad. Aún estando atados con una cuerda, la sentí: una libertad de unos 15 metros. Pero pastaban felices y se alegraron al verme.

Entonces, gracias a ellos, descubrí mi propia libertad, me la contagiaron. Nueva, brillante, verde y enérgica. No tenía que ver, por supuesto, con el dinero. Ni siquiera con la tranquilidad; venía en una forma extraña y abstracta. No me importaba lo que pasara después ni donde dormiría esa noche. Como a los caballos.

Encontré la única verdadera libertad que puede hallarse en el siglo XXI, y sabía a felicidad.

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Los altos de Chiapas

30 agosto

Bueno. Pues me voy a los altos de Chiapas con esa intención de conocer a los indígenas, o intentarlo. Los indígenas son cerrados de por sí y reacios a mis apariciones… Muchos niños corrían asustados a sus casas al verme, y las mujeres se metían despacio en casa a mi paso, cerrando la puerta. Los hombres hablan conmigo confiados, la mayor parte de ellos leñadores cargados con leña a las espaldas.

Intuyo que creen que mi presencia pertenece a otro tipo de gente maligna que no puede traer buen tiempo ni suerte. Ni hablar de fotos directas, que creen les roba parte del alma.

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Chiapas: San Cristóbal y Chamula

Cuando el frío me despertó en ese último trozito de viaje, me dediqué a observar por la ventana, muerto de sueño. Pero ví cosas que me despertaron curiosidad acerca de los indígenas y las gentes locales de esta zona de Chiapas. Casitas de madera, chimeneas, trajes y vestidos muy peculiares entre los bosques de la montaña. Quería explorar la zona, pero éso sería más adelante.

San Cristóbal de las Casas se encuentra en un fértil valle rodeado por montañas en el estado de Chiapas, al sur de México. Es el hogar de varios grupos indígenas que descienden de los mayas; dos de los más grandes son los Tzotziles y los Tzeltales que habitan en los pueblos de los altiplanos que rodean a San Cristóbal.
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