Día 107 de la bitácora pacífico
22 Septiembre 2015
Tal vez el momento más digno de recordar de la travesía con la persona de Mario en velero sea cuando un día puso de golpe el tema ‘Riders on the storm’ de los Doors, a tope. El equipo de música del barco era, la verdad, potente.
Se acababa de duchar, o de lavar el culo después de cagar por popa, no sé. El caso es que estaba desnudo. Cagamos fuera borda por popa porque él dice que con la escora y la presión del agua en el casco, la bomba de drenaje no funciona bien. Así que nos atamos de pecho con el chicote de la burda de barlovento, que viene firme del winch, y sacamos la colita al mar, agarrados del backstay.
Descargamos directo al impecable mar.
A mitad de canción se nos echa encima un ‘squall’ sin ser visto, una de esas nubecillas cabronas y grises que se desplazan y adelantan al barco dejando inestabilidad, agua y vientos frescos cruzados que pueden comprometer al barco fácilmente.
Le dio por agarrar el timón para ponerse un poquito de través -nos venía de popa-, y en un segundo, todo rodó por el suelo, el tragaluz de mi camarote estaba de pronto sumergido en el agua (el de barlovento!) y yo tenía el pecho contra la pared, sin poder separarme de ella ni con todas mis fuerzas. Tales son las fuerzas del mar, y el viento; te susurran en el oído, rugen y te arrancan el aliento.
Evalué el desastre bajo cubierta y viendo que eran cosas menores subí a socorrer a mi capitán, a ver lo que sucedía. Había trasluchado accidentalmente, la botavara con la vela mayor estaban en el otro lado, bajo presión; Mario mostró por una vez cara de tensión mirando hacia arriba a la perilla o veleta, pues siempre conserva cara de calma, cigarro en boca -aunque sé que hace un esfuerzo para ello, por ser capitán-.
Allí estaba él, totalmente desnudo y mostrando su cuerpo frágil ante el fuerte viento, ambas manos en la rueda del timón, pequeño y con ese toque de ridiculez que tienen los hombres desnudos. Yo seguía una a una sus órdenes para recuperar el gobierno, callado y todo lo eficaz que podía ser. Mario siempre voceaba aunque hiciese y tuviese todo perfecto.
De fondo, a gran volumen, ‘Riders on the storm’, una canción que yo escuchaba en ‘repeat’ con 13 años en el disco ‘L.A. Woman’ que vino de regalo con una minicadena.
La pequeña tormenta siguió su paso.
Pero una hora más tarde, de una playlist grande de Mario, volvió a sonar, el mismo tema, y mágicamente otra nube o cúmulo o temporal pasó a discreción por encima, poniéndonos alerta y en modo tormenta de nuevo, como dos buenos ‘riders’ (no encuentro en español la palabra).