Enero 2014
Mi ridícula visa de Costa Rica vencía el 31 de diciembre.
Me arriesgué a quedarme en la comunidad el 31, pero el día 1 debía pisar Panamá. Mis pasos en el nuevo país estaban guiados por un valle que sería el protagonista hasta el momento…
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Henry Sr. murió hará unos siete meses en sus propias tierras, al norte de Panamá, con 60 años, de un ataque al corazón. DEP
Henry Jr., su hijo y heredero, decidió dar a las tierras una utilidad especial y altruista y llevar un grupo de voluntarios con diversos conocimientos y muchas ganas para empezar un proyecto capaz de llenar de ilusión a corazones buscadores de sueños como el mío.
Henry es soñador y tiene mil ideas en la cabeza acerca de las posibilidades de la Tierra, a la que decidí llamar ‘el Valle del Futuro’, por el concepto que quisimos crear en él. Creo que es evidente que no tiene objetivos comerciales con el proyecto del Valle, es piloto comercial. Sin embargo, su hermano y madre no están de acuerdo con sus ideas y quieren rendimiento económico; él ha de luchar para llevar a cabo su cometido, con nosotros de por medio.
La idea general era arrancar una comunidad con buenos principios de sostenibilidad, consciencia ecológica, permacultura, reuso de residuos y reciclaje. De nuevo, otras mentes que buscan vías alternativas, un paraíso donde desconectar y hacer las cosas a nuestra manera. Energía solar, agua corriente y potable de nuestro río, baños secos, composts, respeto a la naturaleza viva. Los voluntarios viviríamos en la tierra, construiríamos casas de adobe y madera (había carpinteros en el grupo y conocimientos extensos sobre los objetivos), cultivaríamos nuestra propia comida, y haríamos un hostal pequeño y especial para generar algo de ingresos.
Cuando llegué al Valle estaba escéptico porque me invadía una prisa por llegar cuanto antes a Sudamérica, ya es hora. Quería empezar allí el año, sentir su inmensidad, perderme. Henry nos prestó una caseta junto a las tierras; Éramos un grupo de 7 personas de diversa índole que no entendía bien; después de la sencillez de la familia rainbow, volvía a la luz, tele, cocina, lujos, comida cara, envasada y contaminante, tonterías, ordenadores, teléfonos… Y me faltaba la humildad, madurez, consciencia, respeto, buenas costumbres, ohms y oscuridad… de cualquier modo volví a adaptarme, y ahora ya estamos todos tan unidos que son como mis hermanos.
Cada día en el Valle me llenaba más de motivación. ¡Teníamos un valle entero completamente a nuestra disposición! Podíamos hacer lo que quisiéramos, todas nuestras ideas eran bien consideradas por Henry, y teníamos luz verde para empezar a hacer cosas. Disponíamos de muchas herramientas compradas a tal efecto, y cada día planeábamos y trabajábamos, pero sobre todo disfrutábamos del lugar. Exploré el valle al completo:
Estaba muy cerca de la costa Caribe, y de Portobelo. Podíamos ver el mar si subíamos a cualquiera de las mil pequeñas lomas redondas y verdes que lo formaban, cerrado detrás por una gran montaña alargada y afilada, completamente virgen y de espesa jungla, con árboles cuyos troncos ocupaban lo que una furgoneta y en la que vivían monos aulladores que se enfadaban en los amaneceres y felinos que pesan más que yo; de ella, bajaban muchos arroyos y dos ríos que nunca se secan y se unían en un lugar cubierto completamente por árboles felices y sin sed: el corazón del valle, donde el río final formaba pozas con sus redondas y confortables rocas, para bañarnos o lavar nuestra ropa. Había lugares increíbles. Era grande pero pequeño, la multitud de montículos hacía que se pudiera pasear dibujando diferentes rutas, siempre distintas, con otros ríos, árboles protagonistas de sus zonas, ardillas y vayas de alambre que saltar aquí y allá para el control de nada más y nada menos que 66 cabezas de ganado y dos caballos propios, para disposición de la comunidad, pastando libres, hoy aquí, mañana allí.
Incluso teníamos una perrita cachorra llamada Ceci a la que educar y ver crecer, y que nos daba muchas alegrías. En las tierras, se me llenaba la cabeza de ideas y la boca de babas con cada rincón y cada vez que me subía a las alturas. Realmente tenía mil posibilidades… Pensaba y pensaba, en cada puesta de sol, cada día en un lugar diferente, río, colina o jungla. Pensaba que que en algún lugar de este blog mencioné 4 cosas que podrían hacerme parar y crear una vida: un lugar increíble, muy buenos amigos, un trabajo motivante, o el amor. Creo que quiero los cuatro a la vez, pero es mucho pedir; aquí tenía los 3 primeros. En algún momento creí que había llegado a mi lugar.
Contábamos con un acceso fácil para logística desde una carretera cercana, pero el valle se queda completamente cerrado al exterior y en silencio e intimidad cuando se entra. La tierra no era fértil en sí y necesitaría de apoyo para el cultivo. Teníamos ya situadas las zonas donde irían nuestros primeros proyectos: The Tree House, una casa en un árbol que estaba en un lugar genial encima del río, y en la que instalaríamos la biblioteca de la comunidad con un montón de libros que disponíamos. Quien no haya soñado alguna vez con una casa en un árbol, donde leer o dormir, que levante la mano.
Los otros tres proyectos principales eran el hostal, la plantación o huerta general y una base de voluntarios donde dormir y trabajar.
Los carpinteros colgaron los soportes principales en la casa del árbol, después de una cruel quema de hormigueros en las ramas que nos dolió casi tanto como cortar el árbol del que sacamos los soportes, que sangró savia roja como un toro. Todos íbamos al valle cada día con diferentes objetivos, establecidos en la reunión de la mañana. Limpiábamos las tierras de arbustos y malas hierbas a golpe de machete, abríamos un camino para que pudiese pasar un coche hasta el centro, a pico y pala en roca y tierra, llevábamos materiales a la base para empezar, donde también el gran Scott y yo hicimos la primera instalación de agua con ducha y grifo para fregar.
Una de la cosas buenas que descubrí, importante para ser felices en la vida, es levantarse sin tener prisa y marcarse un tiempo propio. Poder regalarse un buen desayuno comunal, hacer ejercicio físico, meditar quizás, cuidarse antes de trabajar. Después, se trabaja mejor y más duro. Y también ayuda que a uno, después de una jornada en el valle, le esperan sus amigos, una cena con velas, risas, quizás una peli, o un picnic en la loma verde, con luna, ilusiones e ideas que compartir… ¿Sólo los voluntarios pueden disfrutar de esto?
La caseta, en la que vivíamos 7 personas, también nos llevó un montón de tiempo reformarla. Llevar una vía de agua, hacer un baño exterior, una ducha fuera, escaleras en el barro, bancos de madera. Aunque viviéramos en condiciones chunguillas para cualquier persona acomodada (era una grimosa caseta de 4 paredes de ladrillo gris, durmiendo en el suelo con bichos en los colchones que nos llenaban de granos cada noche, sin agua potable, etc), le sacábamos rendimiento y la convertimos en un lugar acogedor y apetecible, estábamos orgullosos. La llamamos ‘The castle’.
Así se pasó Enero. Unos días trabajando como bestias, otros no haciendo nada, otros yéndome a explorar el valle y la jungla, abrir caminos y aprender a imitar a los monos. Porque esa gente sabe tela.
Nuestras ilusiones iban y venían: a veces Henry nos motivaba en sus cortas visitas entre vuelo y vuelo. Pero la realidad era palpable: la familia no apoyaba. No quise creerlo hasta que fuera real, a veces era un sueño demasiado cercano. Nuestras paranoias iban desde un mercado interno los domingos para intercambiar lo cultivado, lo manual, los collarcitos, algo, hasta tirolinas a nuestra disposición para un rápido desplazamiento por el valle con un arnés que siempre llevaríamos encima. Excursiones a la jungla, miradores en lo más alto, mis soñadas hamacas en la copa de un super árbol, música en grupo por las noches, proyección de peli los miércoles, conchas de llamada comunal. Yo por lo menos veía estas cosas…
…hasta que llegó la ley, los vecinos curiosos, los miedos de los familiares, los permisos, la compra a familiares, los abogados, las reescrituras de contratos, y la santa madre, esa barrera oculta impalpable que genera miedo a los no-soñadores, a los realistas… a mí mismo también.
Lo más realista es que tuviéramos que esperar 6 meses de media para poder construir, talar, etc. Henry nos ofreció avanzar con la parte aburrida del proyecto (imagen, web, anuncios para voluntarios, reclutamiento de personal) en su casa de Panamá, en la ciudad, en…
… en la ciudad.
El sueño del Valle del Futuro se quedaba congelado. Quizá sea mejor recordar siempre así aquel lugar. Ó quizás vuelva cuando esté todo listo y vuelva a poner todos mis esfuerzos en él… ya es un lugar de mi lista de lugares a los que volver. Lo que estaba claro era que yo no iba a esperar 6 meses en una gran ciudad, teniendo por delante la berrea que me espera.
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Sin embargo hoy estamos todos en la ciudad, planeando la gran cruzada a Colombia, paseando, ya bastante unidos y sin ganas de separarnos, y haciendo escapadas como la del Darién, en la que Scott, yo y Brandon -el equipo barbas- evaluábamos la posibilidad de cruzar a Colombia no en barco como la gente, sino de la manera más barata pero más peligrosa y desaconsejada que existe… a pie.
Próximamente,
El final de una gran carretera: el agujero de América
Otro posible título del post sería «Era perfecto, pero no era el momento».
El título que has puesto «Año nuevo, país nuevo» también es interesante, porque lo que cuentas como sucedido en un mes bien podría ser lo sucedido en un año entero. Sólo se entiende que todo sucede en un mes porque dices algo como «y así se pasó enero». Es como un recurso retórico que logras y que no sé si tiene nombre.
Qué experiencia tan intensa.
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