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Finales de diciembre. Averigüé por Nacho el lugar, y cuando llegaba, estaba ilusionado por poder entrar en contacto con esta gente y compartir con ellos unos dias tan especiales. Caminé despacio fuera de este pueblo costarricense, siguiendo las indicaciones de los residentes, y aunque algo nervioso e indeciso por haber dejado descartadas otras opciones atractivas para empezar el año, como la familia del Jungle Hostel, algo me decía que había tomado la decisión correcta, porque las cosas habían pasado sin llamarlas: Nacho me habló justo en el momento perfecto, con la dirección, y él me proponía ir.

Dos furgonetas hippies con llamativos colores y pintadas yacen a un lado del camino paradas por mucho tiempo. Un cartel pintado a mano sobre madera junto a un sendero de salida me confirma que he llegado; Como en toda rainbow, dice alegremente con colores de arco iris: ‘Bienvenido a casa’.

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Sabía que algo bueno empezaba. Conozco a esta gente, he compartido cosas con ellos en el pasado, sé cómo son, compartimos fuertes ideales y sé que si traigo mi transparencia, mi cariño, sonrisas y muchas ganas de dar, no tardaré en ser uno más, ni en recibir. De hecho, a partir de ahora no son ellos de la familia, somos NOSOTROS.

En la fuerte subida por la colina, me encuentro una instalación circular de adobe y muchas plantaciones pequeñas con sistemas de regadío deficientes pero funcionando. La sostenibilidad ya me da la bienvenida! No quiero adelantarme sin ser advertido ni sorprender a nadie, así que me planto y empiezo a vociferar, HOLA.

Escucho una contestación, y aparece Tobias. Un gran alemán, alto, fuerte, melena, barba larga pero escasa y buena sonrisa; Me dice que se alegra de ver una buena barba llegando aunque su alegría es realmente por ver a más gente que llega, y casi sin palabras le entrego un abrazo largo, de varios segundos, silencioso, rompiendo ya de entrada unos cuantos clichés, competencias y estupideces actuales de hombre a hombre.

Le cuento mi por qué, y se alegra de saber de Nacho. Me cuenta rápidamente que tiene problemas con el regado de tantas cosas a tantos niveles en una pendiente tan pronunciada, me explica el por qué y entiendo que se está peleando con ello, le digo que lo vamos a solucionar y caminamos a la estructura principal del campamento y centro de vida social en las comunidades como ésta: la cocina. Me confiesa que sólo son cinco, cuando suelen ser 30 o más. Por un lado me apena no tener muuucha gente interesante que conocer, enredando, pero pronto me daría cuenta de que la intimidad que ibamos a desarrollar entre nosotros los próximos días sólo podía pasar con los que estábamos.

La cocina es una gran superficie protegida de la lluvia y el sol con unos plásticos. Una cocina de barro al fuego está encendida y una chica jóven y guapa corta verduras en una estructura de madera muy simple y rústica. Me encantaba que todo era del mismo color, el suelo de arena marrón hace juego con toda la madera utilizada en las simples mesas, sillas, decoraciones y troncos vivos con hojas que sujetan la estructura, y con el barro de la cocina y otras plataformas para descansar. Lo primero que hice una vez que hube abrazado a todos como a Tobi, fue preguntarme qué podía darles. No era mucho. Un paquete de galletas ricas que sabía les encantarían pues allí no se ven, fruta, y libros que fueron bien recibidos. Tati, una linda mejicana, escoge una copia parcial y vieja de Walden (la vida en los bosques) y me acompaña semidesnuda por la jungla a un lugar donde puedo dormir porque tiene una mosquitera vieja tirada en el suelo donde ella medita, y tiene ‘un chingo de energía’, y en definitiva, donde instalarme.

Esta tierra fue cedida por un tal Scott, un americano habitual en los grandes gatherings rainbow, para crear una comunidad permanente Rainbow. En una comunidad permanente, la gente sale y entra, todos aportan lo que pueden en su estancia, y se siguen los principios de respeto, sostenibilidad y magia de rainbow. Se nota que todas las cosas han sido hechas en momentos de inspiración de manitas que de repente han decidido hacer algo por el lugar. Estanterías, centros decorativos, instrumentos, cetros, sombras, lugarcitos, cartelitos… Todos los hermanos -tú- son bienvenidos y pueden instalarse aquí cuando quieran y donde quieran, en cualquier parte de la jungla, y había muchos rincones con evidencia de recientes asentamientos humanos por todas partes. Pero mi lugar era el mejor, sólo por ser el mío.

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Sólidas manos habían construído varias de las instalaciones básicas (para eficiencia hídrica) de este tipo de lugares cerca de la cocina: baños secos, baños subterráneos húmedos con aprovechamiento de metano, bombas de ariete para subir agua de un arroyo al sistema de regadío, cocina y baños, ducha, lavabo. Las condiciones higiénicas serían definitivamente chocantes -por decir algo- para la mayoría de la sociedad actual, sin embargo a cualquier mente abierta le fascinaría ver qué inteligente es hacerlo todo de esta manera y sobre todo, qué beneficios. Qué poco importa no tener tanta privacidad, o una exagerada e innecesaria sobrehigiene, ó quizás ver y oler las heces de tus compañeros!, si contribuyes al ahorro de agua, evitas la filtración de aguas sucias en las tierras de las que vives, generas abono y además entras en un círculo mágico de respeto con el ambiente y los demás, que te llena.

Así, observando sorprendido, recogiendo leña pesada y paseando por MI nueva tierra, llegó la hora oscura de cenar, y empezó un sueño. Mi sueño, nuestro sueño, un sueño real y alternativo que muchas personas buscan desesperadas y han encontrado sobre este estúpido ir y venir de leyes malpensadas e injustas, esta vorágine consumista y evolutiva, este sin sentido; un sueño en que el dinero no fue mencionado en todos mis días allí, ni olido; ni siquiera necesitado. Como la hora, o el tiempo.

Cuando nos sentamos a cenar, yo iba a agarrar mi tenedor, cuando todos me miraron y alguien dijo mi nombre. Se incorporaron y con una sonrisa de complicidad, alguien me hizo entender que faltaba algo, a lo que reaccione con un poco de vergüenza, pero con la seguridad de quien quiere aprender y admite su ignorancia. Todos nos agarramos de las manos en círculo, no caídas sino a la altura del ombligo, y cerramos los ojos. Alguien empezo a entonar ohm, todos le seguimos, tres, cuatro ohms, los que se necesiten. Despué levantamos las manos al cielo lentamente y las separamos, quedando cada uno independiente para ponerlas juntas en su barbilla y hacer, entendí, sus propias plegarias y bendiciones, las que quieran, para acabar arrodillándose en el suelo.

Cuando encontré un buen momento, les expliqué que me encantaba hacer aquello pero que quería hacerlo sabiendo lo que significaba, por respeto y por no sentirme estúpido. Me lo explicaron. Y desde entonces, siempre que lo comíamos sacaba mis propias conclusiones. Por ejemplo, noté que para mí era fácil saber en qué estado de ánimo estaba cada uno de los demás, por sus ohms, por su contacto en las manos, por sus movimientos. Algunas mañanas Tobi y yo hacíamos ohms estúpidos con tonos arriba y abajo, yo imitaba un didgireedoo, y sonreíamos a ciegas con la nariz. Pero a otros no se les oía, y tenían pesares que acabaron saliendo a la luz.

Los baños secos no funcionaban aún, y cagábamos en un baño enterrado con la ayuda de agua, un sistema aislado que un japonés fabricó pero que no funcionaba bien. Lo curiosos era que aprovechaba el metano de la descomposición orgánica para encender una cocinilla de un fuego.

Evidentemente no me dediqué a la vida contemplativa; hay muchísimo que hacer en un lugar así. Por las mañanas todos nos juntábamos a la misma hora, cuando el frescor desaparecía, o cuando unos insectos empezaban a cantar con un sonido muy raro, esa era mi marca. Si no, podía oír a Tati cantar con su charana, cantaba de maravilla, como una niña rabiosa que sonríe, dejando salir desgarritos en algunas frases. Y si no, como en buena rainbow, había un cuerno que algún hombre sabía hacer sonar fuerte cuando el desayuno estaba servido y no estaban todos en la mesa.

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La sensualidad de Tati y su charana

Yo recogía leña, ayudaba en la cocina, intentaba entender a Tobi con sus regados para ofrecer soluciones potencialmente válidas. Pero sí teníamos ratos para nosotros, juntos en la cocina, o íntimos y solitarios en nuestras guaridas, o en algún lugar de la tierra. Cómo no.

Comíamos dos veces al día; desayuno y cena. Comida básica, patatas, arroz, frijoles, lentejas, fruta. De la huerta, de donaciones, del super del pueblo, que ya nos reservaban la comida que tiraban, a un lado del local, para aprovecharla, pues ya no estaba ‘apta’ para su venta. Una de las cosas que he aprendido en este viaje es que se puede comer arroz y frijoles tres veces al día, como comida única, y siempre están buenísimos. Hacemos eso alguna vez, en casa? Lo consideramos imposible y cansino.

Cocinábamos alternativamente. Lo primero al levantarse era poner mucha agua a hervir en diferentes cacharros, pues valdría para café, té, y cocinar y hervir. Para ello había que hacer un fuego bueno, y cada uno tenía sus técnicas: es super interesante ver cómo cada uno se relaciona con y entiende el fuego. También fregábamos lo cacharros de la noche anterior, ahora con luz, pues en la oscuridad es difícil: nuestro jabón eran las cenizas del fuego, y aseguro que quitan la grasa como nadie, además de otras propiedades antibactéricas y sobre todo, anticontaminantes. En fin, todo llevaba mucho tiempo, pero cuanto más tiempo llevaba, más rato pasábamos juntos, ayudándonos, hablando en aquella cocina inmensa en la selva, y más disfrutábamos del resultado.

Fumábamos con una pipa un tabaco fuerte y duro, pero el más barato que había: puros baratísimos desmenuzados a tiras de tabaco, en una bolsa con cáscaras de naranja, para frescor y sabor. No nos encantaba el sabor, pero fumar la pipa en momentos clave, como después de cenar, era simplemente sabroso.

Pasaron los días. Surgieron roces entre dos componentes del grupo. En un principio me parecieron roces infantiles y con raíces sexuales entre un hombre y una mujer, deseos confundidos quizás. Pero se convirtieron en roces más serios que apagaban la luz familiar y nos salpicaban a todos. Por un momento pensé (y se lo dije a todos) -Pues vaya una mierda de paz!- pero entre risas, todos decidimos que el problema no era de dos personas que no se entendían, no se comunicaban bien, o no eran transparentes (cosas fundamentales en una comunidad así, a mi parecer) sino era ya un problema de todos; personalmente, me alegré de pasar por ello, pues la unión hacía que todos nos escucháramos atentamente y con respeto, en búsqueda de una solución, y además iba a presenciar cómo se solucionan los problemas sociales en una familia Rainbow.

Una mañana que siguió a una noche de decisiones, la corneta sonó, y todos nos juntamos en la cocina. Esta vez no encendimos el fuego, ni fregamos. Nos fuimos a uno de nuestros dos círculos, el cubierto. Los círculos son lugares para meditar, charlar, debatir, decidir. Hay mantas o telas sobre el suelo, alrededor de un agujero en la tierra para fuego, y nos sentamos todos a arreglar NUESTRO problema, de todos, como familia, aunque de dos en particular.

Me encantó el token. El cetro, o token, es un objeto que alguna mano generosa ha diseñado y creado para este fin. Tiene decoraciones con joyas, cuarzo, pintura, lo que sea, y es bonito. En toda rainbow debe haber uno, pues es símbolo de sabiduría y representa la palabra. Sólo una persona en el círculo lo sostiene, y mientras tanto, prepara sus palabras y/o habla, y NADIE puede interrumpir su voz, sino escuchar. Se pasa en círculo y esperas tu turno, siempre a la derecha. Puedes pedir la palabra y si todos están de acuerdo, la recibirás directa. Puedes saltar tu turno si no tienes nada que aportar o añadir en esta ronda. Como se puede imaginar, la calma está asegurada, y la resolución de problemas bien conducida, pues nadie se atreve a incumplir las reglas delante de todos, faltar al respeto, o de alguna manera, levantar la voz.

Todos aportamos lo mejor de nosotros dando ideas y haciendo ver a los dos enfrentados los por qués. Yo sabía que estando cara a cara las cosas iban a salir, pues no existe la exageración que hay cuando la otra persona no está. Era 31 de diciembre, y nuestro objetivo era el arreglo, y conseguir que una de las dos personas no abandonara la comunidad, huyendo herida y con mal sabor en tal día, sino que aceptara las cosas y las tragara y aceptara, volviendo a sonreír: para ello estábamos allí sus hermanos. Se quedó en nochevieja, y hoy por hoy, tengo constancia de que ambos siguen allí y pueden abrazarse sin falsedad.

Por la tarde, me senté tranquilo, desnudo (algo común entre los hombres) y cómodo en un rincón de nuestra maravillosa cocina a preparar a mis hermanos un regalo de navidad. Cogí las joyitas que había recogido en mis viajes, y unos alambres, y fabriqué en silencio collares para mis hermanos y pendientes para mis hermanas.

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Para la cena de nochevieja me encargué de la cena principal. Tobi y yo habíamos conseguido patatas, zanahorias, cebollas y pimientos, y decidí hervir lo duro y pasarlo por un sofrito de lo blando antes de servir. Una versión de tortilla española sin huevos, para veganos :)
Cocinamos durante mucho rato, Marlene la coquito hizo uno de sus deliciosos pasteles de mango en olla, Tati mantuvo un fuego perfecto mientras cocinábamos, Tobi me consiguió romero para las patatas, lo que dio el toque :), y Chris ayudaba con su linda presencia y humor.

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Tobias y yo

Claro que hicimos una gran hoguera, preparada por los chicos, para el gran momento. En torno al círculo exterior, quemamos mucha madera y un gran fuego iluminó nuestras caras. Todos sacamos nuestros instrumentos, la magia hizo que en el lugar hubiese una darbuca en buen estado que pude tocar para dar ritmos a nuestras locas melodías, y sin relojes ni campanadas, nos dejamos llevar por la pequeña locura que nos dio un poco de ron caliente, en nuestro círculo, que sólo rompí cuando, desde el pueblo, llegaron miles de explosiones de petardos y cohetes, marcando un antes y un después, para sacar los regalos y entregarlos a cada uno en cuellos y orejas, con abrazos y deseos. Y para sacar esta magnífica foto que me ayudará a no olvidar.

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Y así, para acabar el año, saboreaba la verdad, magia, amor y placer que se recibe cuando se da, gracias a este lugar y esta pequeña familia.

Ps.- Tenemos fotos gracias a la genuina berliner ‘glitzerfee’

3 comentarios en “31 de diciembre.txt

  1. que preciosa nochevieja ¡ cariño !
    SEGURO QUE NO ERA TODO TAN MARAVILLOSO PERO LO DESCRIBES DE UNA FORMA QUE DESTILA PAZ , AMOR Y FELICIDAD DE LA DE VERDAD , SIN CHAMPAGNE NI LAS DEMAS COSAS QUE CREEMOS NECESARIAS PARA DESEARNOS UN REPETITIVO Y A VECES FORZADO :¡ FELIZ AÑO NUEVO !
    TE QUIERO MUCHISIMO » FORREST GUMP «

  2. Qué Nochevieja tan diferente :) mientras tú vivías esas cosas nosotras tres jugábamos al continental y Quique se encargaba de mantener vivo el fuego :) Feliz año nuevo Bro. Estás hecho un Carlitos Páez.

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