En realidad es una de las cosas que le dan el encanto que tiene a Cuba, pero con el permiso de ellos, en Cuba está todo reventadico. Es como si se hubiera parado el tiempo o la moción en un momento dado, o el país de hubiera desenganchado del giro de la tierra que une al resto de países. Las casas se quedaron como estaban, los coches se quedaron como estaban, el transporte se quedo como estaba, los baños se quedaron como estaban, las calles se quedaron como estaban. Todo está a punto de caerse, romperse o estropearse. Todo tiene décadas de uso y la mugre está aquí y allá. El mismo roce de piel humana mugrienta de sudor tropical y aire contaminado por petróleo quemado por motores no-diseñados-con-mentalidad-ecológica ha ennegrecido los marcos de las puertas y las cornisas de las ventanas durante generaciones, y así está todo. Las casas son ruinosas y nada se ha hecho después como las casas coloniales, que mantienen su belleza pero sin una reforma no pueden mantenerse en pie ni un día más. Algunas se caen y hay gente que ha muerto en su interior, y es normal ver casas vacías o apuntaladas todo el tiempo. Pero mola.

También es de los pocos lugares del mundo donde no verás un MacDonalds o un Whopper, y donde no veo muebles de Ikea. Y eso, también mola.

Lo único que me despierta a veces al presente global es la insoportable música que oyen. El reaggetón o como quiera que se escriba semejante atrocidad, así se me aparezca un genio azul en una esquina, le pido que meta todo el reaggetón del mundo en una lámpara y le atice un golpe que la mande a una grieta profunda de las entrañas del planeta, como en el final de Aladdin de Disney. También la moda, que los cubanos se matan por la ropa y los chavales se ponen camisetas ajustadas de colores llamativos cortas que dejan ver todo el calzoncillo antes de que empiece el pantalón a a la altura del pubis. Y los peinados! me callo.

Pero si no fuera por ésto, a veces entrecierro los ojos, y no veo más que chevys, fords, y dodges americanos de los 50, y entre ellos, cruzando esquinas por aquí y por allá, negrazos y negrazas interesantes, quién fuera negro. Y me creo que estoy en el estado de Georgia o Alabama, en la década de los cincuenta, así escrito con letras que parece más antiguo aún, tal y como lo he visto en tantas películas americanas sobre la época.

Para que luego digan que la máquina del tiempo no existe.