El silencio entre los coches

22 Enero 2015

Son tantas horas las que determinaría la suma de mis esperas a dedo en las rutas que se merecen su momento de gloria.

Son momentos dulces si brilla el sol y hay tiempo. Son momentos agrios si se lleva muchas horas y se va el sol. Son momentos feos si se queda uno atascado en un sitio imposible, donde todos pasan a gran velocidad. Pero en común tienen la paz entre coche y coche, ese silencio que a veces dura mucho, y que trae momentos de pensar o no pensar, de evaluar el viaje, de pausa, de escuchar solo las pisadas propias y una patada a alguna piedra bien dispuesta en los alrededores. Si hay calma, se puede leer, esto atrae a los conductores. Queda muy prolijo. Si se tiene música, el tiempo pasa alegremente canturreando. Pero se pierde uno ese silencio entre los coches.

26 lunas llenas

Justo un poquito más allá de la barrera de los dos años, se encuentra la vigésimo-sexta luna llena.

Aparece con fuerza muy amarilla, con algunas nubes rosadas por ahí, como cuando hace frío, como ahora.

Está enmarcada entre algún glaciar andino, de baja altura, y unas montañas con las primeras nieves del frío que ya llega a la patagonia chilena. Con esa preciosa nieve escasa que parece azúcar glass sobre un bizcocho de domingo, tímida pero puntual. Las montañas enrojecen en otoño unos arbustos justo debajo del azúcar, y el horizonte sobre el lago Yelcho es, así, rojo y blanco.

Esta luna llena es la más austral que veré, las estrellas están todas del revés, Orión cae boca-abajo y lateralmente cada noche como el Sol, que cada vez sube menos, arrastrados ambos por el eje polar-sur del cielo, que cada vez está más arriba, junto a la cruz del Sur, invisible y diametralmente opuesto a su hermana mayor, la estrella polar, esa si es un eje visible, pero bien bajo mis pies, al otro lado del planeta.

39 lunas llenas serían tres años.

La serpiente cósmica

En otra de mis incursiones a la ciencia durante mi viaje, me he topado con el ADN, como quien se encuentra un enano con cabeza de avestruz al andar en un bosque. Con el ADN he chocado más fuerte porque se asemeja terriblemente a la representación de la información en mi ámbito profesional, la programación y el mundo digital. Es como un programa de software pero muchísimo más complejo que cualquier cosa que hayamos imaginado, palabras de Bill Gates. El ADN es algo que no puede entrar en nuestras mentes aún, como el universo o la física cuántica. Es simplemente espectacular.

El ADN está presente y es la misma molécula en todas las especies. La información genética en una rosa, bacteria o humano está codificada en un lenguaje universal de 4 letras que pueden ser A, G, C o T. Es una doble espiral enrollada con un montón de información, duplicada, a manera de backup, de modo que si se pierde información puede replicarse de vuelta. Si desenrollamos el ADN de tu cuerpo, alcanza la longitud de 125 billones de millas -para dar la vuelta al mundo cinco millones de veces, ó viajar entre Saturno y el Sol 70 veces ida y vuelta: en un boeing 747 a tope toda tu vida no cubrirías una centésima parte de esta longitud-. Y no puedes verlo sin un super microscopio. Hoy en día entendemos el 3% del ADN. La ciencia considera el 97% restante como descartable, sin función -qué brutita-. El ADN es consciente, sabe dónde ir, qué hacer y cuándo dividirse. Etcétera. Sigue leyendo

Fine tuning

Cuando cursaba 1º de BUP el profesor de historia nos describió claramente las dos diferenciadas vertientes de la teoría de nuestro origen: creacionismo y evolucionismo. Neutral, las expuso sencillamente mientras unos alumnos pintaban en sus cuadernos y otros, como yo, empezaban un camino de dudas aunque fuese en el subconsciente.

Sabía sobradamente que yo estaba con el evolucionismo, ya era de ciencias en aquel momento, y ya entonces sufría de una aversión a la religión actual que todavía hoy no se de dónde me viene, pero creía que eso de la creación estaba relacionado con la iglesia y con todo ese rollo absurdo para un muchacho ya reflexivo. Me resultaba extremadamente creíble la teoría de la sopa cósmica primigenia y que en un momento dado se reuniesen las condiciones químicas necesarias para el nacimiento de la vida celular: gases, polvo, hidrógeno, agua, calor, un rayo. A partir de ahí, la célula evolucionaba: algas, corales, peces, anfibios, lagartos… adaptación, selección. Estaba contento con la teoría.

En 1953, Miller recreó en un laboratorio unas condiciones semejantes (con electricidad) y voilá! aparecieron moléculas orgánicas y el revuelo fue espectacular. El experimento se descarta actualmente porque las condiciones no eran idénticas. Darwin, mi amigo de toda la vida, autor de la teoría de selección y adaptación natural y el origen de las especies, es hoy también descartado por ciertos huecos en su tesis, como la inexplicable explosión cámbrica, que supone un salto imposible en esa evolución por la aparición, sin registro fósil evolutivo evidente, de millones de especies que describirían líneas independientes de corta evolución en lugar de una ramificada como la que él dibujaba en su Árbol de la Vida. Sigue leyendo

¿Problemas?

A la mente le molan los problemas.
Y también el tiempo, con el que los problemas sobreviven, estancados en el pasado o amenazando desde el futuro.

Incluso en la más perfecta de nuestras situaciones, no tarda en poner un ‘pero’, en inventarse un problema. En el final de un orgasmo, la mente ya empieza a pedir el siguiente placer carnal, la insaciable, de su lista de apegos.

Me gusta la adrenalina en sus variadas formas porque es un atajo hacia el presente, y cuando uno está realente en el presente, se libera de la mente y los problemas. Concéntrate mucho en el Ahora: ¿qué problema tienes en este momento? O, ¿qué problema tendrías en una situación de vida o muerte? ¿Mientras saltas en paracaídas? ¿Corriendo delante de un tigre? ¿Tratando de sobrevivir en una selva o montaña? ¿En un subidón de drogas? Ahí la mente no tiene tiempo para idioteces: se detiene y uno se estampa en el Ahora, tomamos pleno control. Las decisiones tomadas en tal estado son precisas y ágiles, los movimientos de mis manos exactos e implacables cuando he de acampar en cinco minutos ante una tormenta y la oscuridad.

* * *

Desgraciadamente, muchos estamos completamente identificados con nuestros problemas y no sobrevivimos sin ellos, son parte de nuestra vida. Parece haber gente que lo disfruta o necesita tener «movidas», o considerar problemas a cosas que simplemente, son, y van a ser. Sin esa resistencia, sin ese sufrimiento, no son ellos mismos.

Lila

Lila es un juego divino que los antiguos indios creen que somos.
Yo he tenido este pensamiento por deformación profesional.

Cada animal creado, ¿podría ser un objeto o una clase de un lenguaje de programación? ¿Está tan depurado este código que no tiene errores, o no los vemos? ¿Alguna vez han tenido una visión cortada de la realidad, como un error en un videojuego? ¿Son los dejavús pequeños ‘bugs’ en nuestro programa? ¿Cómo se programa el fuego? ¿Y el agua?

Muchas veces me he imaginado a un creador con un ratón en la mano y clicando entre elementos así:

Número de patas:
Peludo
Mamífero

A los ojos de un programador como yo, hasta las realidades más complejas podrían ser implementadas por un Programador super-inteligente. Yo no programo videojuegos, pero que se lo digan a uno que sí.

* * *

Es realmente cruel pensar en las formas de vida que viven sólo unos minutos y después mueren como parte de esta creación, sin más trascendencia o significado aparente. Pero solo si los vemos como una entidad separada de todo lo demás, una forma frágil que tiene su aniquilación, egotista.

Si pensamos en el Todo, en nuestro gran Videojuego, en el programa informático global, en la creación total, no es cruel. No? Es una forma, parte de la esencia, del todo, un thread de ejecución en la pirámide, un puñado de líneas de código pero completamente necesarias para que el programa general funcione, o no pete.

if (!alegria) then {…}

(o de no es el qué sino el cómo)

Si no hay alegría en lo que estás haciendo en este momento, probablemente el tiempo te está desconectando del Ahora. PAM.

Pero el problema no está en lo que haces, sino en el cómo. El cómo siempre es más clave. Poniendo mas atención en el cómo o en el proceso, que en el qué o el resultado, nos zambullimos en el presente y todo empieza a fluir más fácilmente, pues hay una evidente falta de resistencia asociada. El esfuerzo disminuye y hay un rollo cachondo en lo que hago. Es como aquello de concentrarse sólo en el siguiente paso de un ascenso sin levantar la mirada para ver la cumbre de la montaña. Cada acción (y cada paso) llevan calidad, buen rollete. El qué, el fruto, el resultado, llegará solo, con nuestro desapego a ellos, al futuro, a la realización, al fracaso o al éxito. En esta situación ya estoy bien, ya he triunfado, ya no necesito «llegar a ser» algo diferente de lo que soy Ahora.