«Anoche mismo mi colchón quedaba junto a una ventana de madera»
Por la tarde me escapé de la gente blanca del hostal y me fui a tocar a los locales, a sentir una vez más, última, a la raza negra garífuna que llega hasta este lugar, a reencontrarme en soledad con el Caribe y a ver salir una luna ya llena por el mar que sería mi primer regalo de cumpleaños venidero. El cumpleaños.
Al volver mi amigo Jeremy me dijo que le flipaba la manera en que yo disfruto de la naturaleza. 2º regalo.
Me acosté y hacía mucho calor. Cerré los ojos y a través de mi ventana empezó a soplar una brisa suave pero amenazante, que fuera, movía todas las palmeras. Llovió, una vez más, y la palapa rebotaba las gotas en un fino rocío que de deslizaba por la ventana hasta mi cuerpo, y, sutilmente, me quitaba el calor.
Buenos días!