Mi ventana a la tormenta

«Anoche mismo mi colchón quedaba junto a una ventana de madera»

Por la tarde me escapé de la gente blanca del hostal y me fui a tocar a los locales, a sentir una vez más, última, a la raza negra garífuna que llega hasta este lugar, a reencontrarme en soledad con el Caribe y a ver salir una luna ya llena por el mar que sería mi primer regalo de cumpleaños venidero. El cumpleaños.

Al volver mi amigo Jeremy me dijo que le flipaba la manera en que yo disfruto de la naturaleza. 2º regalo.

Me acosté y hacía mucho calor. Cerré los ojos y a través de mi ventana empezó a soplar una brisa suave pero amenazante, que fuera, movía todas las palmeras. Llovió, una vez más, y la palapa rebotaba las gotas en un fino rocío que de deslizaba por la ventana hasta mi cuerpo, y, sutilmente, me quitaba el calor.

Buenos días!

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Joder, otro taxi

2 septiembre
Un dedo hacia Oaxaca

Dice:
No sabía que se podía llegar a odiar tanto a los taxis.

Cuando haces dedo y diluvia y estás mojado y aparece un único coche en la distancia… y es un taxi.

O ponerse en un control en el medio de la carretera y que a ambos lados pase todo gente que te mira y se ríe, de las pintas o no sé de qué, y que saluden estúpidamente como si yo les estuviera saludando y no pidiendo un ride.

Ésto es llevando horas y anocheciendo, claro.

Libertad

31 agosto

Un día, por los altos de Chiapas, me perdí en las montañas para encontrar algo salvaje de comunicación con los indígenas. Éso buscaba, inconscientemente ése era mi objetivo. Quizás algo de charla, entrar en una choza y compartir un té, un fuego, intentar entendernos.

Sin embargo, en una ocasión en la que me senté a leer junto a dos caballos, lo que encontré fue su libertad. Aún estando atados con una cuerda, la sentí: una libertad de unos 15 metros. Pero pastaban felices y se alegraron al verme.

Entonces, gracias a ellos, descubrí mi propia libertad, me la contagiaron. Nueva, brillante, verde y enérgica. No tenía que ver, por supuesto, con el dinero. Ni siquiera con la tranquilidad; venía en una forma extraña y abstracta. No me importaba lo que pasara después ni donde dormiría esa noche. Como a los caballos.

Encontré la única verdadera libertad que puede hallarse en el siglo XXI, y sabía a felicidad.

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Cenizas de un día mejor

Tirando la ceniza a los lados de la cama sin ningún tipo de problema, me doy cuenta de nivel de mierdosidad de los lugares en los que a veces me meto, o duermo.

Sin embargo, mientras la tiro, pienso que cada día es más intenso y rico que el anterior, y me pongo contento de estar desbanalizando mi vida. Sonrío con la siguiente calada.