Bitácora pacífico, día 97

Día 97, Bitácora pacífico
12 Septiembre 2015

Sigo con Mario. Después de las dudas de Raiatea, donde casi voy con mis amigos belgas hacia Tonga (su barco es demasiado pequeño) algo me dijo, en una de esas puestas de sol hacia Bora Bora, que mi camino estaba con él, que quería hacer la locura de ir con él hasta Wallis y Futuna y apañármelas como fuera allí. Pero llegué y dijo que no, que quería ir solo, y estaba decidido y no parecía tener escrúpulos al respecto de dejarme allí.

Después le ablandé el corazón -lo tiene- y acordamos el viaje. Es curioso como dos hombres discuten una cuestión. Cuando insistía en ir con él, se cerraba más. Cuando acepté su decisión y me fui cabizbajo a mi camarote a preparar mis cosas, vino detrás y reabrió el caso con más generosidad. Recuerdo sus palabras ‘Tampoco soy un hijo de puta’, no fue capaz de dejarme allí, y esa fue la primera vez que un lazo de afecto me unió a mi capitán.

O todos los capitanes tienen estas cosas, o he tenido mala suerte con los míos. Se creen los mejores, pueden hacerlo todo solos, han hecho millones de millas, tremendo EGO. No aceptarán jamás que no pueden ir solos, o al menos que van mejor con alguien. No saben enseñar con paciencia, sino gritando o enfadados como si uno ya debiera de saberlo todo o lo hubiera olvidado. No recuerdan que, una vez, ellos también aprendían. No saben que uno les recordaría mucho mejor si tuvieran la paciencia que ellos hubieran querido de jóvenes, cuando aprendían. O no les importa cómo les recuerden.

Cosas del mar, lobos de mar.

* * *

Pero quiero creer que a Mario le estoy abriendo un poquito la humildad o eso quiero.
Que nuestros caminos sí estaban juntos, y que los dos podemos aprender cosas con el otro.

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Porque sé que tiene un corazón ahí dentro, aunque lo oculta, he descubierto que es tímido, ya viejete. Que tal vez culpa al mundo de no haber tenido hijos cuando probablemente no haya soportado la compañía de nadie, o quizás sea demasiado egoísta.

He visto ese corazón en los dos ojos verdes incrustados en su cara cuando me mira, asombrosamente parecidos a los de un niño italiano, inocente, con esa expresión de candidez que algunos hombres corrientes conservan hasta el final de sus días gracias a un vano don interior de sencillez de corazón y rectitud, de sentido común, de espíritu.

También tiene esa habitual actitud indiferente, gallarda de algunos hombres cuya profesión implica responsabilidad y control, que yo llamo de ‘ya lo decía yo.’ En las mujeres es un poco más ‘te lo dije’.

Tierra a la vista!!!

Día 25

30 junio 2015

A unas 40 millas de distancia, hemos avistado Tierra sobre las 08.30 de la mañana, cuando he salido a timonear después de dormir un rato. Ahora son las 11.42, 09º 51.753′ S 138º 47.283′ W. Podríamos decir que son casi las coordenadas de Hiva Oa.

Nuestro trazado desde Patagonia

Nuestro trazado desde Patagonia

Está bien llegar porque los últimos días acumulaba cansancio por los dobles turnos sin piloto automático: El otro día ví un capítulo de Big Bang Theory en la cocina y cuando abrían una puerta me ponía nervioso que no la cerraran después, y los tarros y vasos de las mesas de sus cocinas se iban todos a caer contínuamente si no los sujetaban, gran paranoia y anécdota de la continuidad en el mar.

No he visto nada más que agua en 25 días. Ahora, las islas que veo son abruptas, con grandes acantilados, Hiva Oa es muy verde y las cumbres mágicas se pierden entre las nubes, que se acumulan sobre la isla, con descargas.

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Tengo una sensación extraña por la readaptación a Tierra, por lo que me espera, mi mochila es todo de invierno y el calor es insoportable. También me preocupa que no sean hospitalarios y no les interese un hippie mochilero, pues debo ser el único entre mucha gente de yates y adinerada. Pero estoy deseando llegar, salir, caminar, ser libre de nuevo, acampar donde no tengo que hacer feliz a ningún capitán.

* * *

¿Qué me espera en esta isla de la Polinesia? ¿Pues no es aquí mismo donde los caníbales se comían a los blancos después de guisarlos en marmitas?

Días 22, 24

Día 22

27 Junio 2015

Unas extrañas nubes colman el cielo. No las conozco y me encantaría saber lo que auguran.

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Es increíble como se puede desarrollar un instinto de pilotaje. A estas alturas mantengo el rumbo con leves toques en la rueda con el dedo gordo del pie mientras leo párrafos de la Bíblia sentado lateralmente muy jefe, sólo ojeando la brújula cada tanto. Perder el piloto automático fue un golpe, pero hemos aprendido más.

* * *

Día 23

Lat 10º 32.992′ S
Long 128º 19.907 W

632 millas a destino

«Uno de los dones que reconozco en esta vida, es aquel que hace interesantes para mí las cosas que la mayoría descartan.

De esta manera, puedo disfrutar de un sinfín de cosas sin tener que aspirar a ellas o conseguirlas, y saborearlas como si hubiese luchado para tenerlas.

Como el turno del amanecer para timonear por el pacífico.»

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Día 24

200 millas a destino

Empiezo a despedirme del Zanzíbar.
Quedan 200 millas y mañana llegaremos.
Mucho trabajo de preparación porque el dueño del barco llega antes a la isla y tiene que estar todo a punto. Realmente es como llegar con un ferrari, sé que esto no volverá a pasarme y de nuevo veo mi suerte.
Quiero llegar pero se acaba algo muy fuerte.

La luna se está llenando para la llegada a las Marquesas.
Me paseo una de las últimas veces hasta el balcón de proa, me encanta este lugar.

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Algunas noches Lucas y yo compartimos nuestros turnos seguidos y charlamos, bebemos unas cervezas y fumamos una pipa, es divertido. Un día se nos fue el barco a la mierda de rumbo, un quilombo, no nos parábamos de reír.
Es increíble contar cosas de mi viaje y mi pasado en el viaje a otra persona, como Lucas. Me doy cuenta en ese momento de cuán geniales cosas me han pasado. El tiempo parece añejarlas y convertirlas en verdaderas aventuras y cosas poco creíbles, pero cuando estaba allí, eran lo más normal.
¿Por qué todo es genial cuando pasó hace tiempo?
¿Por qué en el presente no es genial? ¿Es ésto algo universal, o soy yo, que no acepto el presente y tiro contínuamente de la cuerda del futuro?

Si consigo/mos que en el presente ya sea genial, mi/nuestra vida sería siempre brillante, con ese halo de los recuerdos y la magia.

Días 14-17

Día 14 – 19 junio 2015

Lat 15º 53.580′ S
Long 98º 48.611′ W

Seguimos con orejas de burro. Ya estamos cansados de llevar así las velas. El balanceo a ambos lados es un coñazo para cocinar, sentarse, dormir. Un viento de través unos días sería genial.

2375 millas a destino.

Hace calor. El océano tiene 1000 azules diferentes. Ahora, con el sol arriba, es el más marino e intenso que he visto. Quiero saltar y zambullirme. Necesito bucear. El sonido de las olas alrededor es como el de una playa, y hoy después de ajustar unas cosas en proa me tumbé. La superficie entre las olas grandes, con el viento leve, hace un efecto rugoso de olitas azules, creo que veo a través gran parte de las aguas, muy limpias.

Hemos vuelto a cambiar la hora, otra hora menos. Aún nos quedan 4 horas para ajustarnos a la hora de destino, la hora polinésica.

* * *

Día 15

Dos semanas sin ver un barco. Nadie.

Me reconforta saber que hay tanta agua limpia en el mundo. Sin presencia humana.

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Día 16

Extraño comportamiento del capitán hacia mí. Nos hemos enfrentado y me asusta, tensión que no sé cuánto durará. Carácter complicado, me dicen los demás que es así, y en realidad todos los capitanes lo tienen. Encima sin viento, con motor.

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Día 17

El piloto automático ha muerto. Hay dos sistemas independientes de piloto y los dos fallan. Mis negativas profecías se han cumplido -mierda-. Lo usan 24 horas y a mí me parecía excesivo, estoy acostumbrado a intercalarlo con manual, y así lo hacía en mis turnos. Tenemos el motor hidráulico y las válvulas del piloto junto al camarote y se les oye forzar mucho la dirección, creo no está bien calibrado. Cuando una gran ola nos saca de rumbo el auto empieza una pelea por recuperarlo absurda, a veces de 15 segundos.

No saben arreglarlo. Aumenta la tensión, consecuentemente. Lo que hasta ahora eran turnos fáciles y tranquilos del excel, ahora son dedicación continua al timón sin pausa, y el doble de horas (12), pues hemos resuelto que los turnos los haremos en parejas, para asistir a lo que necesite el timonel, de 4 horas cada equipo. Somos 4 a bordo.

El primer día Lucas y yo nos comemos 13h seguidas sin saber dónde están los demás. Ahora si se valora el automático. No hay tiempo libre, dormimos máximo 3-3.5 horas seguidas. 1700 millas a destino.

Los peces de Pi

Día 12

Lat 17º 08.292′ S
Long 96º 05.119′ W

No había amanecido aún y un gran grupo de peces voladores que migraban a toda velocidad, transversalmente al barco, se debió de asustar cuando vio el casco y muchos chocaron contra él. Yo, en popa, escuché el aleteo y fui a socorrerlos. Tienen segundos de vida antes de morir.

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Supongo que el impacto contra el barco cuando vuelan también los deja ko. Intenté agarrar uno, son viscosos y sus escamas azules y blancas preciosas y redondas se caen y dejan mi mano apestosa. Lo tiré al agua, en la que quedó boca arriba hasta que lo perdí de vista con la luz del frontal. Espero se recuperase, porque al amanecer encontré otros cinco muertos y secos por la cubierta del Zanzíbar.

Uno de ellos estaba justo en el borde del imbornal, a punto de tirarse y haberse salvado.
¿Qué decide cuantas vidas simples y aparentemente sin importancia se acaban en cada segundo de este planeta?
¿Qué nos diferencia de ellos?
¿Por qué nuestras vidas son tan infinitamente más valiosas que las de cualquiera de estos peces que vuelan, o de los que mueren a millones cada día para alimentarnos?
¿Por qué tanto drama por que un humano muera?

Qué alimento tan fácil para un náufrago, como Pi.

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Día 13

El clima en el barco mejora. Cogemos confianza. Lo pasamos bien. Es como haberme metido en un apartamento con unos desconocidos sin salir nunca de casa. ¿Qué estará pasando en el mundo?

La mañana de las ballenas

Día 11

Estoy con turnos de amanecer. Amanece como una hora más tarde que hace diez días, por nuestro movimiento longitud oeste: estamos a unas 1300 mn de la costa, que debe ser peruana y no chilena.

Poco después de que empezase a clarear, cuando empiezan a verse las velas, he oído respiraciones de ballenas. Poco después, había cientos de ellas, por todas partes, en la dirección del viento y la corriente, adelantándonos lentamente. A veces juraría que podía oírlas. Mierda, no tengo hidromicrófonos.

Una jóven jugó a darse la vuelta junto a la amura de estribor, casi tocando.

Sólo alcanzo a verles la cabeza y la espalda en su proceso de respiración. Son enormes y negras, inofensivas, aunque no me extraña que asustaran a antiguos marinos y generasen leyendas expansivas. El sol destelleaba entre nubes al salir, la superficie del océano era un espejo roto y flexible. Las pequeñas nubes que nos adelantaban desde sus bajas presiones, con rachas inesperadas que a veces obligan a arriar alguna vela, eran de cuento. Con sus lluvias diagonales debajo y enmarcadas en naranja.

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Como son puntos de humedad en la distancia sobre el mar, a veces se transforman en un corto y ancho arco iris entre el mar y la nube. Hay muchos arcos iris en el pacífico.

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A las ballenas no les gustan las cámaras. La saco y desaparecen, no he podido enganchar ni una. Las ballenas, he aprendido esta mañana, son de esas cosas que se hicieron para los ojos; guardé la cámara y disfruté feliz del momento, con el piloto automático.