El libro del Ahora

Seguramente habrá gente -o no- que se pregunte a qué viene todo esto del Ahora y estas entradas tan fuera de lugar en un blog que habla de lugares del planeta, como yomelargo. Hasta hay una categoría nueva al respecto.

A parte de que yomelargo es un viaje tan interior como exterior, lo que justifica sobradamente esas entradas, existe un libro fundamental y en parte responsable de todo ello. Encajando profundamente con mis aprendizajes espirituales, ha sido una pieza de 8 cabezas en el puzzle del viaje. Un libro de esos que se puede abrir en cualquier página y crecer un poquito con un párrafo. Un libro que cada vez que lo llevo en la mano, el paseo cobra más sentido. Un libro que lleva un año en mi mochila y le he dado unas 4 o 5 pasadas, y ahí va a seguir.

Si alguna vez parece que existe mérito en esas entradas, no es mío, es del libro, que ha puesto ese crecimiento en mi camino. Si te animas, dale espacio y confianza, no leas al pie de la letra cuando veas nombres, levanta tu mirada tras cada párrafo y trata de asimilar lo leído, lee despacio, y no pierdas el contacto con él.

A mí, me ha acompañado como un amigo, y al igual que comparto la belleza del planeta, creo a bien compartir la belleza del aprendizaje y las cosas buenas que descubro, más allá de lo material.

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El poder del Ahora (Eckhart Tolle)

La impermanencia de los ciclos

En lo relativo a las formas, hay nacimiento y muerte, creación y destrucción. Nuestros cuerpos físicos, árboles, plantas, naciones, civilizaciones, galaxias.

Lo mismo pasa en nuestros inevitables ciclos de pérdidas y ganancias. Hay ciclos de éxito, cuando las cosas parecen llegar a nosotros y funcionar. Hay ciclos de fracaso, cuando desaparecen nuestros bienes, seres queridos o lo que simplemente llamamos suerte. En este viaje, aunque quizás sólo sean percepciones optimistas del camino creadas por situaciones inolvidables o momentos pletóricos, encuentro mis ciclos altos, el seno creciente de la gráfica de mi presente. Pero sin embargo, existen momentos, creados por pequeñas enfermedades o inseguridades, planes rotos, bajadas de energía, incluso falta de motivación para escribir, en que mis ciclos también tocan fondo y los senos son negativos.

En estos momentos, dependiendo de mi estado de consciencia, me enfado, rebufo y los días son miserables. Yo mismo soy inconsciente de mi poder para cambiarlo, y una simple imposibilidad física o debilidad emocional me hacen perder el norte de yomelargo. Sin embargo, aunque tarde, acabo por descubrir que estas fases deben dejarse ir, simplemente para dejar espacio a que surjan cosas nuevas. Si me resisto en este punto, rehuso seguir el ciclo de la vida, y sufro.

La conclusión es que no es cierto que el ciclo ascendente sea bueno y el descendente malo excepto en nuestra mente. En la identificación con la mente, me resisto al Ahora negativo y creo un sufrimiento proporcional. Creo un dolor de resistencia inconsciente a lo que ES al dejar a mi mente juzgar mi ciclo negativo -ne-ga-ti-vo- y crear toda la negatividad asociada. Este dolor sobrevive con mi resistencia, y no puedo realmente luchar contra él porque crearía más conflicto interior.

La salida es observarlo y aceptarlo con una sonrisa, aunque sea forzadita -fuera de coña- en la boca. Es bueno reconocer este dolor y aceptar que está ahí sin pensar en él, sin juzgarlo, observando lo que pasa en mi interior, y siendo consciente de que lo observo. Así entiendo que esta fase es impermanente y tiene un fin, pues nada puede crecer por siempre. La gráfica no puede siempre subir, el seno(x) medianamente estable es la realidad obvia en los ciclos de la vida. Dicho de otra forma, la subida no puede existir sin la bajada. La bajada es esencial, vital para la siguiente subida, así que acepto esta bajada con su negatividad como parte intrínseca de mi Ser. A veces me doy cuenta demasiado tarde y ya he sufrido de más, pero aprecio mucho darme cuenta. Saber que va a pasar y observarlo como quien observa a su pareja pesimista cuando está de mal humor con una sonrisa y le hace reír, aceptándola y sabiendo que es parte de la vida.

Son caras de una misma moneda de acero, el éxito está detrás del fracaso y viceversa. Tarde o temprano vamos a fracasar FIJO. Así que esperemos el fracaso con los brazos abiertos, sabiendo que cada éxito eventualmente se convierte en nada, según las leyes de impermanencia. La no resistencia sería el estado de gracia contínuo, con el que soñamos, en el que no dependemos de que las cosas sean buenas o malas: simplemente llegan y se gozan, MIENTRAS DUREN. Tal vez se irán, pero cuando no hay dependencia, no hay temor a la pérdida -muerte-, todo fluye con suavidad.

Volvendo a la impermanencia, y al apego, la condición que me traía felicidad puede ahora traerme infelicidad. O puede desaparecer y hacerme sufrir. La prosperidad de las gentes hoy pueden ser el consumismo vacío y triste del mañana. Apegarnos a una condición -sea algo material, o nuestra mismísima juventud- va a traer sufrimiento. Según el budismo y mi Vipassana personal, la felicidad es ‘dukkha’ (sufrimiento), y son inseparables. Felicidad e infelicidad son una misma cosa. Sólo la ilusión del tiempo las separa en mí gráfica sinusoidal, seno(x).

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Alfonso?

Isla solar

1 Diciembre 2014

La isla del Sol tiene un sol que pone a la gente la piel quemada. He visto a abuelas que son blancas y ahora son muy negras. Es fácil ver todo el recorrido del sol desde su salida hasta su entrada estés donde estés, y siempre se refleja alrededor, en aguas frías del Titikaka. Quizás por eso.

La luz de la isla es única como la isla misma. Hay tantas cosas únicas en la isla que no se cómo ordenarlas.

Cuando llegué me sorprendió un silencio que resonaba en mis entrañas, resultante de la ausencia del motor de explosión. El viento volvía a imponer su hegemonía como en la puna, la paja silbaba. Ascendí desde la orilla cientos de escalones incas hasta la primera población y entendí que en esta isla las principales intervenciones humanas siguen siendo incas, como todos los caminos que la cruzan o las terrazas de cultivo que ahora siguen dando robustas plantas verdes que contrastan con la palidez de la roca. Me imaginé a los incas surcando estas aguas heladas y haciendo de la isla el lugar tan espléndido que aún ahora es, y volví a admirarles una vez más.

Me faltó el oxígeno al subir con mi cargada mochila y superar los 4000 msnm a los que me encontraba. Todo este espectáculo está aquí arriba, pensé, en las montañas: es el lago navegable más alto del mundo; el mar, abajo en algún lugar remoto. Aquí arriba, ese sol ya baja, ese reflejo ya quema.

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La isla está poblada por indígenas de origen Quechua y Aymara, que se dedican a la agricultura y pastoreo principalmente. Es bonito callar y escucharles hablar en sus lenguas.

Silencio. Mi primera parada visual continuada se estableció en la cordillera Real, al este: una fila de enormes picos nevados que representan a los magníficos Andes bolivianos y que hacen del lugar, instantáneamente, un rincón frío en el mundo. Se siente su brisa venir con golpes heladores en esta cara de la isla. Quise ver más, y no tardé en remontar el cerro más alto que tuve a mano, como es costumbre, para conseguir 360º de Titicaqueces.

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Después de Machu Picchu

11 Noviembre 2014

(Continúa de…)

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Pasaron horas hasta que dejé de oír a turistas y radios. En el entretiempo, reptaba por el suelo entre ramas sin querer hacer ni un crujido, buscando dos tronquitos que podrían sostener mi peso en la red-hamaca y donde pudiera despejar la maleza intermedia sin tanto problema. Encontré el lugar. Esperé a que pasase la hora de un supuesto control básico de alrededores, reptando a otro lugar más alto donde pudiera ver la puesta de sol sin ser sorprendido, no hubo suerte. Cuando se acercaba la noche, saqué las cosas comprimidas en el fondo de la mochila, y con sigilo, fui montando mi red y un plástico para una lluvia casi segura. Desde mi red podía ver, entre ramas, algo inédito para el público. El sol se despedía en el horizonte, y poco a poco Huayna Picchu se vestía de negro, de abajo a arriba, hasta que solo la ciudadela vió el sol.

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Bienestares del valle sagrado

16 noviembre 2014

El Valle Sagrado de los Incas, en los Andes peruanos en realidad son un montón de ríos y vallecitos donde se asientan un sinfín de pueblos indígenas.

Al llegar al valle también se puede ver el mestizaje en arquitectura y cultura de pueblos coloniales. Cusco es la primera ciudad que me parece verdaderamente bonita e irresistible en el país. Grandes calles bien acabadas, un gran trabajo de urbanismo, grandes plazas y calles mágicas, con gran oferta en todo tipo de tiendas y comidas, hostales cucos y con estilo, casas de piedra y bonitos balcones de madera.

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El valle es rico y apropiado para el cultivo, y los incas conocían sus cualidades climáticas. Es hogar de cientos de hectáreas donde crecen con un clima especial miles de especies locales que hacen perderse a uno en nombres y estudios. Desde que entré en el país, oía a la gente hablar de plantas, granos, harinas, semillas y hierbas que jamás había escuchado. Entendí la riqueza vegetal del país y el por qué del asentamiento de tantas personas interesadas, de hecho esta riqueza es, creo, una de las fuentes de las que proviene la profundidad sanadora y espiritual del Perú.

Lo más interesante del valle Sagrado, en realidad, para mí, es el extensivo aprovechamiento de la tierra para el cultivo de una manera muy cuidada, esforzada, personal, con cariño, obsoleta diría: sin máquinas. Las altas colinas empinadas y las bajas zonas planas tienen verdes claros y oscuros de plantas jóvenes y listas para recolectar, y aquí y allá se ven a las personas agachadas con su herramienta en la mano, con paciencia y buen humor, sacando el sabor natural de los vegetales con cariño y dedicación. Junto a cada casa hay una chacrita familiar con algo que crece con una sonrisa, fresco y respetado por todos los vecinos, sin envidias ni tentaciones.

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Cabe decir que Peru es uno de los países que más se resiste al ataque y terribles fines que los increíblemente expansivos ogros de Monsanto con bloqueos a GMO’s, y no es para menos: es uno de los líderes en exportación de productos ogánicos y en variedad de semillas.
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Ser tú

Septiembre 2014

Fue en la cueva y catarata del sol naciente, dentro del parque nacional de Tingo María, antes de perderme la única vez que me he perdido de verdad y sin querer en este viaje, que tuve una revelación.

Intenté meditar un poco después de bañarme, y el pensamiento vino así de golpe como un chasquido. Estaba muy claro, pero ahora solo recuerdo que pensaba que buscar ser alguien en todo momento es estúpido. Siempre lo hacemos. Imitar, ver caracteres que nos gustan en otras personas. Es imposible ser otra persona y punto. Solo podemos ser nosotros mismos, pero es que de hecho esa es la magia de la vida, uno de los secretos, o más bien un gran misterio de la vida que disfrutar: dedicarnos a explorar a la única persona que podemos descubrir sin secretos, a la única persona que está abierta y disponible para entender en el camino propio del entendimiento, y ser esa persona. Nosotros mismos. La única persona incógnita y con interrogante del mundo, que está abierta y disponible.

Las demás personas están cerradas, lejanas, secretas, bloqueadas: no podemos entrar en ellas!

Sé tu mismo y nadie más: los demás ya están pillados.

Debemos dejarnos ser y descubrir. Sorprendernos con nosotros mismos en el presente, cada día, siempre. Así que decidí sonreír y flipar conmigo mismo y mis sorpresas para siempre, y seguí caminando.

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(Continúa)

Morir antes de morir

19 oct 2014 en la puna

-No, no voy a morir físicamente, no aún, espero.

Una de las enseñanzas espirituales de este viaje es aprender a entender la impermanencia de las cosas (recuerden las enseñanzas budistas de Vipassana) y por lo tanto a aceptar nuestra propia muerte.

Estoy contento de sentir cada día que temo menos mi muerte, que ni ella ni yo somos tan importantes y que gracias al desapego a las cosas materiales e inmateriales (ambas impermanentes) uno se libera de su propia carga.

La liberación de nuestro ego es un paso fundamental. Liberarse de nuestro ego es liberarse también de nuestro apego a cosas inmateriales como una postura ideológica o una opinión, o tal vez nuestra necesidad de tener la razón.

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Uno de los sufrimientos más permanentes que recuerdo antes de este viaje es la sensación de estar bien pero no estar completo. Carencia, falta de totalidad. ¿No te ha pasado nunca? Creo que todas las personas que cargan con su ego (vamos, todo el mundo) lo sufren, pero algunas o la mayoría son inconscientes. Para rellenar este hueco buscamos posesiones, éxito, reconocimiento, una pareja o gente especial, pero todo esto es impermanente. El ego quiere su educación, buena apariencia física, habilidades… pero en verdad nosotros no somos eso. Es el ego: nuestra mente y su tiempo. El tiempo, que se acaba, nos hace correr en busca de cosas materiales e impermanentes.

Conseguir renunciar a todas esas cosas es de maestros, iluminados; la mayor parte de la gente nos pasamos la vida solo intentándolo. Pero esa es la muerte de la que hablo: desnudarse de la ropa que en realidad no somos nosotros.

Decir adiós al apego, hola a la impermanencia; entender el sentido de nuestra existencia colectiva y permanente más allá de nuestras vidas terrenales. Entender que la ilusión del tiempo crea a su vez la ilusión de nuestro nacimiento y muerte, entre los cuales la mente y su ego se aprisionan con miedo y prisa, y se sienten amenazados de por «vida».

Esa muerte de la que hablo es entregarse y aceptar.

El secreto de la vida es morir antes de morir, y descubrir que no hay muerte.

Buscando el silencio perfecto

19 Oct 2014, la puna

En la colección de sonidos encuentro gran regocijo (ya se sabe). Pero dentro de este trabajo siempre he estado buscando el silencio perfecto. Cuando hablo aquí de silencio no es el silencio tal como lo imaginamos, pues ese silencio no existe.

Una vez reproduje uno de mis silencios para un amigo, y éste me preguntó que qué era aquello, con decepción. También podría crear un archivo de audio en blanco y nombrarlo silencio.wav, pero, ¿qué sentido tendría?

No, el silencio del que hablo aquí es el silencio que hay debajo de los sonidos: el silencio permite al sonido ser.

Ahí sí, el oyente empieza a mostrar interés. El silencio entre los ladridos de un perro, o el que hay cuando un coche se aleja en la carretera. Lo que quiero decir es que el silencio como tal no existe, o no es nadie sin los sonidos.

Esto añade cierta gracia a la grabación de sonidos, pues el silencio subyacente tiene tamaña importancia. Si buscan el silencio ahora mismo, se darán cuenta de que no está. Hay un coche, un reloj, un vecino o su propio corazón bombeando sangre que hincha las venas de sus tímpanos y suenan en su cabeza -evidentemente todo depende del nivel de sensibilidad de cada uno-. Estaría bien hacer un disco de silencios con el nombre de este post, y seguiría siendo un disco de sonidos.

Lo curioso es que si nos topásemos alguna vez con el silencio tal y como pensamos que es, nos caeríamos de culo, tal vez aterrados por su extrañeza. No es fácil imaginar nuestra realidad física sin el fenómeno físico del sonido, con todo lo maravilloso que es. Imaginar que el aire elástico no fuese conductor, y todo fuese mudo.

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Pues creo que hay una excepción al silencio virtual que describo. Lo curioso es que ése silencio total, aún no perceptible para nosotros en la dimensión física, está y existe, así como existía antes (digo yo) de este planeta. Y ése silencio está a la vez dentro de nosotros en forma de paz, a veces podemos identificarlo en la noche cuando un perro se calla y el sueño nos invade. Otras veces se distingue como ese silencio remanente y eterno del que surgen los sonidos y al que los sonidos vuelven. Es una parte intrínseca no manifestada de todo sonido, ladrido, canto o palabras humanas.

El silencio (ése) es parte de nuestra esencia, nuestra paz y nuestro Ahora, de nuestro Ser. Cuando prestamos atención a este silencio, entre las palabras mismo, nuestra paz crece; estando en contacto con esta calma meditamos y trascendemos.

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Ayer me pareció oírlo cuando bajaba de una colina de las montañas. Se paró el viento y no había nada…

Ojo a este silencio, pues es un arma importante en el a veces arduo -o quizás ruidoso- camino de nuestra vida.