Morir antes de morir

19 oct 2014 en la puna

-No, no voy a morir físicamente, no aún, espero.

Una de las enseñanzas espirituales de este viaje es aprender a entender la impermanencia de las cosas (recuerden las enseñanzas budistas de Vipassana) y por lo tanto a aceptar nuestra propia muerte.

Estoy contento de sentir cada día que temo menos mi muerte, que ni ella ni yo somos tan importantes y que gracias al desapego a las cosas materiales e inmateriales (ambas impermanentes) uno se libera de su propia carga.

La liberación de nuestro ego es un paso fundamental. Liberarse de nuestro ego es liberarse también de nuestro apego a cosas inmateriales como una postura ideológica o una opinión, o tal vez nuestra necesidad de tener la razón.

* * *

Uno de los sufrimientos más permanentes que recuerdo antes de este viaje es la sensación de estar bien pero no estar completo. Carencia, falta de totalidad. ¿No te ha pasado nunca? Creo que todas las personas que cargan con su ego (vamos, todo el mundo) lo sufren, pero algunas o la mayoría son inconscientes. Para rellenar este hueco buscamos posesiones, éxito, reconocimiento, una pareja o gente especial, pero todo esto es impermanente. El ego quiere su educación, buena apariencia física, habilidades… pero en verdad nosotros no somos eso. Es el ego: nuestra mente y su tiempo. El tiempo, que se acaba, nos hace correr en busca de cosas materiales e impermanentes.

Conseguir renunciar a todas esas cosas es de maestros, iluminados; la mayor parte de la gente nos pasamos la vida solo intentándolo. Pero esa es la muerte de la que hablo: desnudarse de la ropa que en realidad no somos nosotros.

Decir adiós al apego, hola a la impermanencia; entender el sentido de nuestra existencia colectiva y permanente más allá de nuestras vidas terrenales. Entender que la ilusión del tiempo crea a su vez la ilusión de nuestro nacimiento y muerte, entre los cuales la mente y su ego se aprisionan con miedo y prisa, y se sienten amenazados de por «vida».

Esa muerte de la que hablo es entregarse y aceptar.

El secreto de la vida es morir antes de morir, y descubrir que no hay muerte.

Buscando el silencio perfecto

19 Oct 2014, la puna

En la colección de sonidos encuentro gran regocijo (ya se sabe). Pero dentro de este trabajo siempre he estado buscando el silencio perfecto. Cuando hablo aquí de silencio no es el silencio tal como lo imaginamos, pues ese silencio no existe.

Una vez reproduje uno de mis silencios para un amigo, y éste me preguntó que qué era aquello, con decepción. También podría crear un archivo de audio en blanco y nombrarlo silencio.wav, pero, ¿qué sentido tendría?

No, el silencio del que hablo aquí es el silencio que hay debajo de los sonidos: el silencio permite al sonido ser.

Ahí sí, el oyente empieza a mostrar interés. El silencio entre los ladridos de un perro, o el que hay cuando un coche se aleja en la carretera. Lo que quiero decir es que el silencio como tal no existe, o no es nadie sin los sonidos.

Esto añade cierta gracia a la grabación de sonidos, pues el silencio subyacente tiene tamaña importancia. Si buscan el silencio ahora mismo, se darán cuenta de que no está. Hay un coche, un reloj, un vecino o su propio corazón bombeando sangre que hincha las venas de sus tímpanos y suenan en su cabeza -evidentemente todo depende del nivel de sensibilidad de cada uno-. Estaría bien hacer un disco de silencios con el nombre de este post, y seguiría siendo un disco de sonidos.

Lo curioso es que si nos topásemos alguna vez con el silencio tal y como pensamos que es, nos caeríamos de culo, tal vez aterrados por su extrañeza. No es fácil imaginar nuestra realidad física sin el fenómeno físico del sonido, con todo lo maravilloso que es. Imaginar que el aire elástico no fuese conductor, y todo fuese mudo.

* * *

Pues creo que hay una excepción al silencio virtual que describo. Lo curioso es que ése silencio total, aún no perceptible para nosotros en la dimensión física, está y existe, así como existía antes (digo yo) de este planeta. Y ése silencio está a la vez dentro de nosotros en forma de paz, a veces podemos identificarlo en la noche cuando un perro se calla y el sueño nos invade. Otras veces se distingue como ese silencio remanente y eterno del que surgen los sonidos y al que los sonidos vuelven. Es una parte intrínseca no manifestada de todo sonido, ladrido, canto o palabras humanas.

El silencio (ése) es parte de nuestra esencia, nuestra paz y nuestro Ahora, de nuestro Ser. Cuando prestamos atención a este silencio, entre las palabras mismo, nuestra paz crece; estando en contacto con esta calma meditamos y trascendemos.

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Ayer me pareció oírlo cuando bajaba de una colina de las montañas. Se paró el viento y no había nada…

Ojo a este silencio, pues es un arma importante en el a veces arduo -o quizás ruidoso- camino de nuestra vida.

Los perros hambrientos

19 oct 2014

Estoy solo en la Puna.

Durante la primera mitad del día, he estado tumbado en una manta, fuera, envuelto en el saco de dormir, escuchando el silencio, la infinita paz de la Puna. Hay un pitido en mis oídos más fuerte de lo normal: crece proporcionalmente con el silencio.

Abría los ojos y podía mirar al sol fijamente; tras tantas nubes se veía pequeño y triste.

El viento empezó a silbar en el ichu. Trataba de no pensar. Pero nada.

Sólo abandondé aquella posición para calentar té y cocinar. La cocina está fría sin los demás, pero amplia y dispuesta a recibir mis órdenes, sumisa.

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Apuntes del Ahora

Si los comparto con mi tribu, los comparto con ustedes:

No ha habido nunca un momento en el que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá -piénsalo-.

Nunca nada ocurrió en el pasado, sino en el Ahora. Nunca nada ocurrirá en el futuro, ocurrirá en tu Ahora -ya, piénsalo-.

El pasado es una huella de la memoria almacenada en la mente de un ahora anterior -toma ya-.

Nada existe fuera del Ahora.

Termina con la ilusión mental del tiempo. Vence a tu mente.

Permite y acepta que todo sea ahora:
Vive la llama del ahora.

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es ésto, ya.

La vida es ése momento en que te das cuenta de que todo eso que no tienes y que estás buscando, lo tienes y te está pasando. Y que aunque no concuerde en género y número con lo que buscabas, es éso.

Son momentos muy breves, son iluminaciones, quizás. Ya ni recuerdo ninguno con claridad, pero sé que me ha ocurrido hace poco y había mucha luz iluminando unas hojas. No recuerdo más, pero creo que no fue la única vez.

Es como un sueño que has de remembrar al despertar, para volcarlo al disco duro del día a día, que es el que sí se puede recordar fácilmente; no como la otra, la jodía, la RAM del sueño que en seguida es sobreescrita por memeces, no vuelve.

Es muy efímera la impresión, hay que estar atento y, cuando llega, quedarse inmóvil, dejar de respirar, como si se nos hubiera posado un morfo costarricense iluminado en un brazo, observarlo con toda la atención, pues somos conscientes de que se va a ir,
y no vuelve.

Así que lo que queda en ése instante es felicidad, pues pocas conclusiones pueden sacarse más allá de que ‘está todo bien‘, ‘lo estoy haciendo bien‘, ‘todo va a ir bien‘ ó ‘es ésto. ya.‘.

Es un momento espiritual, al final no hay nada más espiritual que una hoja iluminada. Un día soleado en el que la batalla por ser y tener es despejada a golpe de trompeta victoriosa por la presencia consciente, los cuerpos muertos de los guerreros por el suelo han muerto por algo y no en vano; la gloria futura y la perfección inalcanzable y frustrante se acallan ante la simplicidad, ante un microscópico presente que sopla diciendo ‘ésto es real, estás viviendo’, y que no se puede romper.

Al final es, todo, un momento, un instante en primera persona a través de tus ojos, los inocentes, los de tu niño: los sabios. Los que no esperan más que ésto,

los que saben que no hay más que ésto.

ENTRE LOS ÁRBOLES