La bitácora del pacífico

Zanzíbar ya no es el nombre de un lugar en África. Ahora es el barco que me sacó de América hacia el pacífico, a vela, un enorme sloop de 105 pies que ya presenté en su momento al partir.

Con esta suerte me parece que cada vez navego en veleros más grandes. El superyate Zanzíbar me hizo reírme en mi camarote cuando ví sus lujos e instrumentación, el tamaño de su mástil, de unos 40 metros, el tamaño de la vela mayor. Capitán y tripulación argentinos (solo tres, conmigo cuatro), necesitan tripulantes para llevarlo a las Marquesas, en Polinesia, donde se encuentran con el dueño del yate, que vuela a su retiro y vacaciones. Esto es común en superyates.

Tras días de buena onda en Valdívia, aprovisionamiento, espera de paquetes y equipo, reparaciones y puesta a punto, frías noches, hacer diesel, sociales con los demás yachties que se van por temporada y una cena grupal, zarpamos.

Nos esperan 25 días de travesía, sin ver tierra, ni tan siquiera un barco. La travesía más larga en la actualidad, teniendo en cuenta la tecnología disponible; la mayor distancia que puede hacerse hoy sin paradas, en la inmensidad más grande de agua del planeta, un cuarto del mismo. Cerca de 5000 millas naúticas, con el arco que describiremos, norte, noroeste, oeste.

Precisamente este año es el Niño: Fenómenos meteorológicos impredecibles y cosas extrañas en el mar y las temporadas. En fin, vamos allá.

Haciendo diesel en un río de Valdívia

Haciendo diesel en un río de Valdívia. Si, la quilla es retráctil.

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Viajando por mis edades

Septiembre 2015

Parece ser que por algún favor de nuestra naturaleza, quizás por una reacción química del hipotálamo, a partir de los 60 uno empieza a tener de sí mismo una idea más romántica; qué estupendo tipo era uno. Abuelos sonrientes y pillines lo demuestran con un simple guiño de ojo, o cuando hablan de algun romance o travesura. Incluso en los fracasos debe encontrarse un encanto especial a esa edad. Este pensamiento me hace apostar por ello con viveza, por las sonrisas de la jubilación, o mejor dicho, de la edad: el viaje es mi as de picas.

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Este oceáno pacífico estará en los momentos en que abrí mis ojos, entornados por el sol, rectos, frente a su viento. Lo ví después de luchar contra el mar, y yo era joven y él me miraba.

Y me sentí importante por ello, más allá de afortunado me sentí importante, pues el pacífico era mío y me miraba a mí y me mostraba a mí sus secretos; una sensación parecida a la que tenía cuando iba a la plaza Anaya de Salamanca en mitad de la noche, o por los tejados de la catedral cuando la andamiaron para restaurarla, y por al menos media hora eran míos, ningún otro estudiante de miles se cruzaba con las escaleras de Anaya ni sus jardines, ni se acercaba por allí. Dormían, y yo estaba despierto, como lo estoy mientras viajo en yomelargo.

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De este océano, todo lo que quedará será un momento de fortaleza, de romanticismo y de juventud. El mar, fuerte y bueno, salado y amargo. ¿Pero qué es lo que brilla aquí ahora? ¿Es el pacífico, o es la juventud?
¿Conseguiré cosas en la vida? ¿Tendré amor, dinero, cosas terrenales? Reconocimiento, amistades, una casa, una pensión, lo que sea.
Pero, ¿no es mejor no tener nada en la juventud?

Cuando mi rostro esté marcado por el trabajo, las decepciones, el éxito, el amor, la aceptación de que la vida no es lo que uno quiso o esperó, y aunque mis ojos vidriosos y antiguos, sin ese brillo, sigan buscando ansiosamente algo de la vida que ya se ha ido sin ser visto, como la fuerza, la fantasía de las ilusiones y la juventud, aunque sepa que cometí errores e hice el ridículo, aunque sufro en muchos momentos, pensaré que yo me largué, y si no sonrío senil y espontáneamente, que me aspen.

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Motivaciones y créditos a Joseph Conrad

Habemus barco

Habemus barco es, sin lugar a dudas, la frase más importante de yomelargo. Es la frase que indica que finalmente sí. Demuestra el poder del deseo, de la imaginación y de la suerte. Demuestra que alguna estrella me guía y me hace pensar que ya no hay nada imposible en esta vida. Que las cosas ocurren, se van cumpliendo. El mayor agujero en mi viaje, la mayor duda, el gran interrogante: el océano pacífico, que temía pudiese acabar con mi sueño por imposibilidades, tiene ya una traza marcada y yo estoy en ella.

Comenzaba Abril cuando volví a Chile desde una frontera andina de senderos de ruta a pie y refugios argentinos de cuento. Llevaba meses cuadrando mis pasos para presentarme en la costa chilena justo en este mes, cuando, según me habían explicado los marineros, algunos barcos salen de estas bajas latitudes a surcar el pacífico sur hacia norte y oeste, pues la temporada de huracanes se acaba y las aguas, aunque frías, se calman.

Preparé un borrador en papel para dejar en todas las marinas de la ciudad de Puerto Montt. «Single person, male, 34, is looking for vessels heading west», comenzaba el escrito. Se me acababa el continente pero no las ganas de vivir, y mi única salida era el vasto Pacífico, con suerte hasta Nueva Zelanda, medio mundo por agua, donde podría empezar de nuevo un ciclo de viaje, el trabajo y sigo, el paso más importante, el que decide si sí o si no.

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El impresionante velero Zanzíbar, del que me gusta de entrada el nombre, tiene 105 pies de eslora, cerca de los 33 metros, lo que me sugiere más estabilidad, tiene propietario belga, bandera de islas Cayman pero tripulación argentina, lo que me sigue gustando mucho, y me ha aceptado como tripulante para trabajar hasta las islas Marquesas, en la Polinesia francesa. Esto último me fascina. Aunque no se qué haré después para continuar mi viaje, en el medio del Pacífico, pero algo se me ocurrirá, supongo.

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El barco está en Valdívia, por donde pasé muy tranquilamente hace unas semanas sonriente y confiado, buscando y preguntando. Ahora cuestiono con qué seguridad venía, pues sé lo díficil que se me ponía ya en Mayo mi objetivo. Pero un día que dormía en una copec, gasolinera chilena, se iba una niebla densa cuando recibí un email del capitán para entrevistarme por skype, y hoy escribo ésto en un camarote del Zanzíbar donde a veces me miro a un espejo riéndome de mi suertudo presente.

Zarpamos en una semana y estamos con todas las invariables tareas previas a una aventura así, aprovisionamiento y mantenimiento principalmente. Tocaremos Juan Fernández e isla de Pascua a medio camino pero por seguridad y en caso de necesidad. La intención es no parar hasta Polinesia para tener el barco allí en un mes (30 junio), lo que me hace despedirme por ese tiempo y entrar en el silencio del mar, que se reflejará en yomelargo.

Esperando para zarpar a bordo del Zanzíbar

Esperando para zarpar a bordo del Zanzíbar