Confieso que he vivido según me fue saliendo. Según me surgió, según me lo fue pidiendo el corazón, la luna y los aguaceros.
Confieso que siempre intenté mantener en pie todo aquello en lo que sigo creyendo, que a veces lo conseguí y que en otros ratos esgrimí banderas que me distorsionaban por completo.
Confieso que amé y que fui amado, que canté y fui cantado, que soñé y fui soñado.
Confieso que pasé largas veladas a la deriva de mi mismo. Que encallé en los lodazales oscuros de la inexperiencia. Que planté banderas y árboles frutales en arenas movedizas. Que fallé, que caí, que mentí, que lloré, que sin quererlo o sin saber que lo quería hice daño, que me equivoqué con uñas afiladas unas veces y con la zarpa almohadillada, otras…
Confieso que busqué, busqué, busqué… confieso que nunca perdí la fe, y aunque alguna vez deambulé desorientado nunca me rendí hasta encontrar la ruta hacia el dorado.
Confieso que busqué, busqué, busqué… confieso que interpreté con tal fiereza mi lucha que al final acabé encontrando…
Confieso que concurrí con la alegría… confieso que he vivido… confieso que por ello y por como me dejaron vivir estaré siempre en deuda con los dioses, con el mundo y con el ser humano…
Confieso que he vivido… confieso que soy consciente del regalo.
Neftalí (nombre verdadero de Pablo Neruda)
–gracias a keka la yogui–
… Confesar «me fui a los bosques a abandonar todo lo que no fuera la vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido»…!