Camino y camino por Camagüey, buscando esas fantásticas estampas cubanas que no se me van a olvidar nunca.
Hasta una vía de tren, encuentro. La vía obsoleta apenas se mantiene derecha, y niños y perros juegan sobre ella. Me pregunto si podrá sostener un tren, permitir su paso.
Caminando sobre ella, llego a la estación, que como tantas cosas, se cae a cachos, pero muestra altiva su fase de plenitud, pasada, del pasado.
En la vía misma de la estación me parece oír un ruido fuerte, y de pronto, el paso a nivel se mueve. Uno de esos antiguos trenes cubanos con tanta gente se aproxima en la distancia y me preparo para grabarlo en el cruce.
Las barras bajan, la campanilla suena, el trafico se detiene y el tren pasa. Se mueve desesperantemente lento, y veo como su interior no es precisamente cómodo. Es muy viejo, y algún local no me recomienda usarlo, pues me podrían robar.
Después, el tráfico se reanuda y la paz vuelve, a lo que paro mi grabadora y reanudo mi camino.