21 Noviembre 2013
Vuelta al presente
Hay una canción famosa sobre Utila que dice ‘-I’m leaving tomorrow. -No you’re not!’
Pues es tal cual. Llevaba queriendo irme muchos días y siempre hay algo, más serio o más estúpido, por lo que me acababa quedando un día más.
Cuando llegué a Utila creí que no podría estar ni una semana. La encontré pequeña, agobiante, fiestera, sucia e insoportablemente calurosa. Hoy acabo de irme y tengo una nostalgia crecidita y una sensación de vacío y pena por el cariño que le he cogido, en un mes, a algunas personas conocidas e incluso a otras no conocidas pero que siempre estaban en el mismo sitio. La confianza creada en tantos días con personas cercanas hizo que todos los que vivíamos, buceábamos, y pasábamos tiempo juntos día a día, fuéramos una familia: al final no importaba con quién, ni cómo: todos los momentos eran para ser compartidos con alguien, desayunando, bajo el agua, estudiando, cenando y birreando. Tenía más gente cercana de lo que me imaginaba y todos teníamos confianza por igual. Ésta fue la enseñanza de Utila, el compartir el tiempo, ser más social y menos egoísta con el mío, y disfrutar de ser amigo de todos igualmente, sean como sean, soberbios, graciosos, confiados, raros, tímidos, tontos, pijos, o mira, majos.
Me dio vértigo tener que enfrentarme al curso que iba a hacer con todo lo que suponía: poco tiempo para mí, buceo cuando apetece pero también cuando no, madrugones, y sobre todo socializar: me daba pereza integrarme con toda la muchedumbre de la escuela, ponerme a su nivel de amistad, entrar a su zona. Lo bueno de todo es que ahora ya recuerdo a Utila como la prueba que me puse a mí mismo y que pasé con fuerza. Me quedé y quise demostrarme que podía ser esa persona, uno más entre todos, aunque me diera pereza; lo fuí y funcionó. Hoy recuerdo Utila como un verdadero sueño.
Acabamos el curso de divemaster con su exámen, el famoso snorkel-test, una cena de tantas, y un fiestón: yo por mi parte me puse bruto con hacer algo de lo que más me gusta: pinchar; dejar un rato al dani buenecito y ser un poco malote, pero esta vez con más razón, pues la musica que se escuchaba en Utila era un poco desastre (comercial). Acabé de los playlists hasta arriba y supe que todos nos merecíamos una fiesta de verdad, de no-importa-nada, una buena despedida. Gracias a Santi enganchamos el sitio más apropiado en la playa para hacer una ‘full moon party’ que sería la mejor fiesta en mucho tiempo según los residentes, y que nos tendría a todos de marcha hasta que la luna llena se puso en el horizonte, amarilla, y salió el sol. Partirla con Xpansul en el Caribe fue otro placer de esta isla, y como siempre, ver cómo la gente disfrutaba y se movía al ritmo, agradecida, necesitada.
Este último flyer manual para la fiesta es el mío :)
Después de recuperarnos, y una vez hartado de bucear, yo necesitaba despedirme de la isla de una manera similar a la que la conocí al llegar, por mi cumple, con aquel amanecer. Encontré una tarde para ver la puesta de sol desde casi el mismo sitio: en Pumpkin Hill, el sitio más alto de la isla. Ésta vez con una amiga brillante, dejamos que las estrellas cayeran y nos hicieran encender una vela para salir del sitio rocoso donde nos pilló la caída del sol, y que la luna saliera para acabar con la negrura y enseñarnos nuestro camino de vuelta, por la pista del famoso aeropuerto.
Adiós, Utila. No me creo que me vaya, tengo imágenes muy locas y enredadas de tí para recordar.
Pero, lo que no me creo realmente es cómo me fui de la isla hasta tierra central.
Próximamente: a vela.