Ua Pou

Bitácora pacífico – Día 35, 10 julio 2015

Estoy en un barco que encontré en Hiva Oa, es un Hanse de 47 pies, no tienen muy buena reputación pero está equipado.
Viajo con una familia de un australiano mayorcito, Graeme, cerca de 70 le echo, su mujer Guyana más jóven y un crío de 7 años, Alex. Es su segunda mujer, se han echado a la mar sin experiencia, salieron de España donde compraron barco hace dos años para llegar a la Guyana y buscar a la familia de ella. Lo consiguieron y ahora cruzan el pacífico hacia Australia, cansados, despacio, muy conservadores con la navegación, pero al fin y al cabo, son mi familia actual. De momento iré hasta Nuku Hiva con ellos, isla mayor de las Marquesas.

Hay otro tripulante, Edward, inglés, jóven, con conocimientos básicos. Somos los muchachos de a bordo, para ayudar a la familia a navegar y con el barco a cambio del viaje. En total somos 5.

Estamos pasando unos días en Ua Pou, de camino, isla pequeña y perfecta; tan especial llegar a ella y ver sus impresionantes rocas rozando las nubes, como inmensos menhires perfectamente tallados por el agua y el viento desde que eran un antiguo volcán. Parece la isla del tesoro, la del juego, la de los niños, la de la peli. Todas las islas que he visto en el pacífico -y las que no- son volcanes más viejos o más jóvenes, o partes aisladas de un volcán tan grande que se escapa a la imaginación. Los cuatro ó cinco mil metros de profundidad media en estas aguas han sido superados por la lava, y aún otros cuatro mil de altitud sobre ellas, calculo, han tenido algunos volcanes por la forma de sus laderas, que aunque hoy andan erosionadas sobre los dos mil metros de altitud, está claro que en su apogeo han formado un volcán cónico del doble de altura.

Se me presenta la idea repetidamente, con tantos lugares minuciosamente observados en el viaje, de que estos lugares apenas podrían ser más perfectos para nuestro deleite; de que la llegada del Hombre al planeta no podría haber sido en un momento más oportuno. Sin tener en cuenta nuestra influencia en él, me cuesta creer que haya habido un momento geológico en su larga historia o en su futuro más bello que este, pareciera que las erosiones sobre la corteza, los valles, los acantilados, las cataratas, los arrecifes, el nivel del mar, los anillos de coral que protegen estas islas del oleaje cientos de metros fuera de las playas, en fin, todo, estuviese magnífica y armoniosamente desplegado como una alfombra para nuestra visita. Esa es otra de las revelaciones espirituales que un hombre observador experimenta en un viaje por la Tierra.

La libertad existente en el cruzar el pacífico a bordo de un velero me llena de motivación. Los veleros pueden ir donde quieran y pasar el tiempo que quieran en cada lugar, la gente decide sus pasos en el día a día, y entre cada paso solo cabe disfrutar y flipar con el desparrame de lugares que se tienen delante.

1-P1100941

* * *

Día 40

Me he lanzado a explorar Ua Pou. Encontramos una cala espectacular y Edward y yo fuimos con los belgas de Hiva Oa (se suele coincidir con los mismos barcos por semanas en la ruta, haciendo cenitas en este barco, en aquel, hoy vienen estos, etc). Les propuse explorar el corazón de la isla otro día, y fue un día inolvidable. Avanzamos horas por una selva amistosa con troncos cubiertos de mil lianas verticales que ellos mismos dejan caer buscando agua, donde no han llegado serpientes ni amenazas de ningún tipo y que invita a dormir en cualquier lecho. Tras un almuerzo y un ascenso alcanzamos otro ángulo de sus rocas centrales, en otro tiempo paredes de un cráter volcánico.


Mi playa en Ua Pou

Mi playa en Ua Pou

Caminando por el pueblo veo jardines exquisitos, una enorme iglesia con una imagen de cristo nueva para mí, tallado en madera con todo el estilo local que se aplica a las artesanías indígenas en totems o tikis de piedra y madera, tambores, figuras. La personalidad única de la isla con sus rocas elevadas siempre visible desde cada rincón, desde el cementerio, desde los bancos de la iglesia abierta al clima siempre benevolente, cuando me baño en esa playa, desde lo alto de la colina… que si, que estoy en Ua Pou, lo pillo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *