Zanzíbar ya no es el nombre de un lugar en África. Ahora es el barco que me sacó de América hacia el pacífico, a vela, un enorme sloop de 105 pies que ya presenté en su momento al partir.
Con esta suerte me parece que cada vez navego en veleros más grandes. El superyate Zanzíbar me hizo reírme en mi camarote cuando ví sus lujos e instrumentación, el tamaño de su mástil, de unos 40 metros, el tamaño de la vela mayor. Capitán y tripulación argentinos (solo tres, conmigo cuatro), necesitan tripulantes para llevarlo a las Marquesas, en Polinesia, donde se encuentran con el dueño del yate, que vuela a su retiro y vacaciones. Esto es común en superyates.
Tras días de buena onda en Valdívia, aprovisionamiento, espera de paquetes y equipo, reparaciones y puesta a punto, frías noches, hacer diesel, sociales con los demás yachties que se van por temporada y una cena grupal, zarpamos.
Nos esperan 25 días de travesía, sin ver tierra, ni tan siquiera un barco. La travesía más larga en la actualidad, teniendo en cuenta la tecnología disponible; la mayor distancia que puede hacerse hoy sin paradas, en la inmensidad más grande de agua del planeta, un cuarto del mismo. Cerca de 5000 millas naúticas, con el arco que describiremos, norte, noroeste, oeste.
Precisamente este año es el Niño: Fenómenos meteorológicos impredecibles y cosas extrañas en el mar y las temporadas. En fin, vamos allá.
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Zarpe: 05 junio 2015
Día 1
Salimos de Valdívia con un tiempo horrible y una tormenta amenazando con dejarnos una semana más en tierra. Es tarde, vamos con retraso.
Pensamos que el temporal duraría dos días o tres, hasta llegar a la altura de Valparaíso, pero en unas horas mejoró y permaneció un fuerte viento de 30 nudos sin precipitaciones.
Nos hemos alejado lo suficiente de la costa y tenemos rumbo norte. Viento en nariz, vamos a motor, hace 7 nudos con 1500 vueltas. Sólo la trinqueta está fuera, nos da estabilidad y algo de porte. Las embestidas de nuestra proa en el oleaje remanente son interesantes. El agua corre por la cubierta hacia popa y llega hasta los cuartos traseros.
En la primera noche, estrellas. Luna casi llena y nubes. Estoy cómodo con las velas, las de proa son cómodas, aunque los winches de la génova son como mesitas de café. Todo hidráulico, pero la fuerza de las escotas en un tirón podrían arrancar un brazo. Temo la vela mayor, aún no la hemos izado.
El capitán colocó mal la escota de la trinqueta, pasandola por detrás del estay, y lo he corregido con Thalia, mate de a bordo. Noche fría, un squall (nube cabrona que se mueve con el viento descargando agua y cubre por un rato el barco con agua y vientos cruzados) me empapa y me protejo en el mini-bimini de la escotilla.
Es divertido en proa pero definitivamente peligroso y mojado, las olas mueven mucho el barco.
Intentamos respetar un turno rotativo que hice en un excel, pero de momento hacemos lo que podemos.
Increíbles vuelos de aves.
La tripulación, más o menos.
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Día 3
Mañana rotamos los turnos. Me tocará la puesta de sol. Igualmente, veo el amanecer después de mi turno nocturno porque me quedo un rato más con Thalia, siguiente en rotación.
A 200 millas naúticas de la costa, con la primera luz de resplandor, ya veo albatros madrugadores que juegan con su don.
¿Dormirán posados en alta mar?
Sus patitas colgando han de ser atractivas para grandes monstruos marinos.
Quiero reencarnarme en ave marina. Un Juan Salvador Gaviota, o algo.
Me he mudado al camarote de tripulantes con Lucas, mi socio, el tercero de a bordo, un jóven marinero que ha sido la mejor de las compañías. Alguien con quien hacer el idiota un poco y valorar lo bueno y lo malo. Se acabó mi cabina first-class en proa, no tiene sentido que siga allí, estamos todos mejor en popa. Pero yo soy economy, así que buena onda.
Guau! Acabo de encontrar este blog, qué genial. Es justo lo que me gustaría hacer. Mucha suerte en tu viaje!
Qué guay Aina, te espero, cada día!