Agosto 2014
Los árboles
Innumerables son las veces que, estando por el Amazonas, he oído motosierras de fondo en algún lugar.
Ñieeeee, ñiaaaahhhhh
Un eco de mosqueo desde primeras horas de la mañana.
A veces me aventuraba selva adentro siguiendo el sonido; sin embargo a veces me preguntaban a dónde iba, como en Codajás, en donde una vez nos confesaron a mi amiga Lua y a mí que el pueblo pensaba que los dos éramos policía secreta. Ese mero hecho nos dio a entender que ocultaban algo. Aunque la policía brasileña está totalmente comprada, y todo forma parte de la misma farsa, por un momento quise ser investigador de verdad.
A veces encontraba cementerios de árboles, una manzana pelada. Otras, en entradas por la selva, me encontraba muchas veces con un sólo árbol tumbado y destripado en medio de la nada. Desgraciadamente se meten a buscar los más grandes, los inmensos, los que tienen cientos de años, los que ya no quedan. Dan madera mejor. A nadie le importa nada más que éso, aquí.
La tala descontrolada es real.
***
Los animales
Un hombre brasileño bastante agradable, de la familia que nos acoge en la selva de Codajás, me dice que si como macaco. Acabo de entrar en la casa y no sé que decir, pero de pronto encuentro en el suelo una imagen rota, la muerte, la sangre caliente de dos macacos que comían açaí en las palmeras de la finca, y todavía parecen querer hablar. Pero no. Deslumbrado por la extraña belleza que hay en lo inerte de la muerte, en el contacto con seres que nunca puedes tocar, perdí la cuenta de los minutos que pasé absorto en el suelo mirando las manos de estos monitos, sus rabos en espiral, sus ojos vacíos como los de un paso de semana santa y sus bocas aún llenas.
El hombre ya no era tan agradable, y sin embargo, la compasión me hizo entenderle y no juzgarle. Era cazador y hasta sé que a veces mata jacarés -cocodrilos- apuntando al agua con linterna y disparando a sus ojitos, que sobresalen del agua y brillan a la luz.
El último día me ofreció orgulloso un diente de jacaré, un precioso colmillo de marfil de quién sabe qué impresionante pieza. Era tal nuestra amistad que no pude decirle que no, pues supe que el discurso que iba a darle no iba más que a emborronar nuestra despedida. Hoy lo llevo en el cuello, pues simboliza amistad y leyenda amazónica. Pero intento entender al hombre, a mi propia raza, la mosqueante.
***
Y el plástico
Fue en mi primer barco por el Amazonas que ví a dos tipos tirando sus latas de cerveza al agua.
Poco a poco, observando, me dí cuenta de que todo el mundo lo hacía. Pasajeros y tripulantes. Plásticos, vasos, platos, vidrio, latas, pañales. TODO. Esto es, quizás, lo que más me ha hecho sufrir en el río: no hay manera de mantenerse ecuánime, no se puede mirar a otro lado, yo no puedo.
El segundo día les llamé la atención: no les hizo gracia. Dependiendo de la ignorancia del sujeto, se ríen como niños o se enfadan con el ‘gringo’. Las anécdotas son de volverse loco.
Una vez, estaba en mi hamaca observando un vaso de plástico (los pasajeros agarran uno cada vez que tienen sed, beben de un grifo y lo tiran) que se movía con el viento cerca de la borda, pensando en recogerlo pero perezoso. Apareció una mujer que limpiaba con escoba y pensé: ‘Hurra, lo recoge’. Lo movió un poquito y lo empujó con todo al agua. Al llegar a puerto, las ví tirando las bolsas enteras de basura al agua.
Otra vez dos críos brasileños sacaban latas de un cubo y se tiraban penalties a la barandilla, todas al agua. Les di el sermón pero acabaron siendo mis amigos y me pedían siempre que les contara historias de esas como la del pez que se muere y ya no se puede pescar.
Ya en Perú les grité a dos niños que tiraban botellas al agua y su madre se reía. Les ví usando el cubo alguna vez y me alegré, pero su madre sigue tirando todo por la borda y ellos lo volverán a hacer.
Un barco de misioneros religiososo evangelistas hasta Iquitos, nos llevaba aguas arriba cuando los ví arrojando las bandejas de plástico donde nos daban de comer por la barandilla, cubiertos incluídos. Eso fue el colmo -por su supuesta influencia corregidora- y se me hinchó la vena, les eché una bronca -usando su religión como argumento de peso- en público, dejándoles al borde del ridículo, y al día siguiente estuve hablando con su líder un rato insistiéndole para que en sus misiones dediquen un minuto para educar ecológicamente a los pueblos a no hacer lo que ellos hacían.
En el último barco, mejoran las cosas. Nos dan de comer en tuppers reutilizables que hemos de pagar -se acabo el problema de las bandejas y platos de corcho: la gente ha pagado por ellos- y grandes letras en los lados prohíben basura al río. Un hombre de la limpieza arrastra grandes bolsas de plástico, de la de cubo grande, con basura y empieza a tirarlas por atrás, lo paré después de la primera y dejó el resto en una esquina, se fue esquivándome mientras le seguía comentándole la jugada (siempre ataco con buen rollo, diciendo que ese es su río, su vida, del que vive el país y se saca pescado para todos, y se van a morir los peces, el plástico estará ahí décadas, sus hijos no podrán bañarse más, vamos, dramatizando suave). Se me gira y me pregunta de dónde soy.
-De España.
-Pues aquí es diferente.
Me rendí, después de quedarme sin palabras y casi caerme al suelo, y concluí que hacen falta muchas generaciones para el cambio en la conciencia. Unos niños muy muy enterados de esto podrán quizás pasar el mensaje a sus hijos. Pero los padres lo siguen haciendo, todos. Y los niños ven.
Bajo la excusa del subdesarrollo, existen otras áreas donde la inversión es prioritaria.
Mientras tanto, las orillas del Amazonas desde Yurimaguas hasta Belém seguirán como las he visto, con plástico enredado en las orillas, bolsas flotando, escenas dantescas y sobre todo, basura en general que llega hasta el Atlántico.
¿Han oído hablar del sexto continente? Una inmensa isla de plástico que se concentra en el centro de las corrientes del océano, gruesa y firme como para vivir en ella.
Señoras y señores, nos enfrentamos al plástico.
Cuando compres tu próximo… paquete de tabaco y te lo metan en una grande e innecesaria bolsa de plástico, ¿no vas a hacer nada?