El Remate y una vida

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El Remate, Guatemala

Ahora si, después de un día de agotadora expedición por los senderos inacabables de Tikal, me disponía a encontrar una buena cama después de conseguir que una familia adinerada me bajase en su van hasta El Remate. Cuando estoy en modo exploración, cualquier sendero repentino que se cruce en mi camino merece una oportunidad de ser explorado, y me desvío para ver a dónde lleva, comenzando una nueva ruta y loop, y así… Ésto, en Tikal, es agotador!

El Remate es una pequeña población que dista de Tikal menos que cualquier otra. Es una parada cercana para turistas pero está muy tranquilo, al menos en ésta época, y cuando pasé por primera vez de camino a Tikal ví que estaba a orillas de un lago majestuoso, y que estaba orientado al oeste en su orilla: una puesta de sol en el agua segura.

Encontré un alojamiento muy agradable y barato. Deshice la mochila TODO, coloqué la ropa sucia a parte, mucha, me duché (fría), me acomodé, leí, me dormí como un tronco muchas horas, sin alarma, necesitado.

Al día siguiente paseé por el grandioso lago, el lago Petén, y lo tanteé, viendo que tenía muellecitos de madera para evitar entrar enfangado. Zambullidas gloriosas y niños a los que reté a patear una chancla en sus saltos al agua, que jugaban motivados con la idea.

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Por cierto, en un pueblo remoto de Guatemala como éste, TAMBIÉN te encuentras cosas como ésta en un embarcadero:

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La gente, aquí, también es del Madrid o del Barça, uno u otro. Un dato sin más.

Se me ocurrió la siguiente remada del viaje viendo lindas canoas de madera muy clásicas y decidí que la puesta de sol de ése día la vería en algún lugar, más allá de la colina que cortaba el agua, a unos 5km del pueblo. Estaba siempre lluvioso pero merecía la pena intentarlo, pasara lo que pasara.

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Cuando me eché al agua tenía mucha luz por delante. Un remo de cedro, ligero pero tosco, y un incómodo kayak de dos plazas que costaba mantener derecho.

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Tardaba en llegar a mi objetivo, el enorme lago engañaba. Quería pasar la colina que entraba en el agua para ver la puesta detrás, sin obstáculos. No tardó en camuflarse el sol con unas nubes y lloviznar de nuevo. Un arco iris intentaba cerrarse entre las nubes y el lago. Se ponía fresco!

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Durante el tintineo de gotas frescas no tuve más remedio que pararme y dejar de luchar por mantener la proa en mi objetivo, por la belleza de su simple caída sobre las aguas , mi barco y yo; el silencio de no remar levemente roto por ellas.

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Al llegar a la zona deseada enfilé el barco hacia unas chozas de palapa interesantes. Procedí a embarcar en una finca donde el siguiente sonido llamaba mi atención: un montón de aves alargadas abusaban de la ausencia humana para dar libre albedrío a un canto gracioso y que me hacía pensar si no serían cerdos!!!

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Me concentré en grabarlos y, la puesta de sol, que fue de esas traicioneras que prometen mucho pero que después ZAS!, se van de golpe, pasó desapercibida y se me pasó el rato de degustar un almuerzito viéndola en el embarcadero.

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Pero también estuve entretenido con un curioso suceso. Un extraño y desagradable animal, que me recordó en primera instancia a las mega ratas de la Princesa Prometida, yacía en una pequeña piscina artificial condenado a muerte por su torpeza para salir o saltar. Conseguí averiguar el nombre pero no lo recuerdo. Básicamente, era como una enorme rata parda que apestaba por lo que podría haber pasado en esa piscina últimamente. Además de haberse cagado en todas partes, se había devorado a una compañera, supongo por hambre, y los restos con la cola también estaban allí.

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El trauma que debía tener ese animal era tal, que en seguida le facilité una escalera con objetos, pero no lo entendía. Estaba rendido, me miraba y debió pensar que yo sería su redentor si lo mataba allí mismo, para acabar con su sufrimiento. La poca energía que tenía la usaba en amenazarme con ataques cortos, gritos feos y dientes fuera cuando me acercaba mucho. Qué peste.

Al final, cuando volví y ví que seguí allí, el idiota, decidí sacarlo con el remo a la fuerza. Entendí bien su rendición cuando vi que, entre gruñidos, se dejaba meter el remo por debajo. Cuando lo dejé en el suelo, se calló, y poco después se fue lentamente. Lo miraba, y mentiría si dijese que no esperaba que al menos se diese la vuelta una vez y me sonriese. Me había perdido una puesta de sol con un panecillo por su culpa. Me lo merecía!

Algo después, comido el pan casi a oscuras, en el embarcadero… Me preguntaba… ¿Había llegado a aquel lugar para salvarle la vida a este animal? ¿Quién dispone estos destinos?

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Pero no acaba ahí la cosa. Me quedaba una deliciosa vuelta a casa nocturna, de 5km. Ya había perdido la esperanza de salir con luz, y no tenía prisa. De hecho, hice hasta tres paradas en medio de lago, en la noche nublada, para darme cuenta de lo sutil que era mi posición y mi barco en ese lugar, y cómo el leve viento lateral me hacía girar estúpidamente, pues pegaba más en la proa que en la popa, que estaba más hundida por mi peso. Visto desde arriba me imaginaba como una brújula de agua. Luces y resplandores de lejanas ciudades marcaban el horizonte. El silencio era tan total que me daba sueño. El agua en mis manos estaba más caliente que la brisa dándome en los puños húmedos al remar, y me reconfortaba.

En uno de esos silencios, cuando me quedaba un cuarto de la distancia, empecé a escuchar un murmullo mosqueante. Miré a las luces de El Remate, y no pasaba nada, hasta que de pronto empezaron a difuminarse. Las farolas se convertían en bolas naranjas. Entendí que un fuerte chubasco repentino de esta interminable época de lluvias venía diecto desde el este, sobre el pueblo. La sensación fue de canguelo inicial en plan peli, pero en seguida de calma al no haber riesgo; me puse recto y serio y remé con fuerza hacia las luces. En seguida me golpearon dos de esos gotones gordos empapadores, luego cinco, y al minuto estaba calado pero con la sensación de que las luces se expandían tan rápido como para deducir que me acercaba a buen ritmo. Disfruté la aventura. Después de un ratazo de búsqueda de lugar adecuado para desembarcar, puse el barco a salvo en el fango y salí a la carretera, sacando pecho, con mi remo al hombro, coincidiendo con el final del chubasco.

Qué hermoso final, no?, qué buen camino a casa me esperaba.

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