Intimidad natural

2 Julio 2014

¿Por qué cuando estoy en una playa desierta, todo es tan maravilloso?

¿Por qué cuando llego a un lugar natural, y es todo para mí, existe la magia?

¿Por qué, cuando se van los únicos presentes en una cachoeira como ésta, todo cobra más sentido y tiene más color?

¿Es que lo quiero todo para mí?

¿Es egoísmo? Ná.

Es la intimidad natural lo que me atrae.

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Cachos de cielo

Junio 2014, Brasil sur

No recuerdo la última vez que ví a la Estrella Polar.

La última vez que ví a la Osa mayor fue en la frontera entre Venezuela y Brasil. Estaba completamente invertida y apuntaba a una estrella polar bien sumergida bajo tierra.

Las echo de menos. Son de esas cosas que se echan de menos.

* * *

Hoy, la Cruz del Sur protagoniza mis noches, y aprendo con ganas las nuevas formas de las constelaciones. El nuevo firmamento ya está aquí, es todo mío. Llegué.

* * *

A primeras horas de la noche, tras la puesta de sol, la Cruz aparece recta y bien alta, más cerca del cénit que del horizonte.

* * *

¿Con qué estrellas voy a vivir el resto de mi vida? ¿Con la estrella polar o con la cruz del sur??????

Husos y telares

Una mujer de rasgos enamorantes y no menos de 85 años, pedalea en un huso de una madera chirriante y barnizada de manoseo, de vieja. Está en la única puerta de su casa de adobe, firme y con una expresión de calma. Con atuendo local de su poblado, me sonríe.

Estoy en Waiku, Lamas, poblado indígena tradicional donde se mantienen tradiciones y magias.

No sé como sacar una foto a tanta belleza sin ser brutito, y de pronto estoy hablando con ella sobre su labor, sorprendido de veras con su huso y un puñado de lana en su mano, del que sale un hilo retorcido perfecto. Su marido se presenta y al mirar dentro de la casa veo un auténtico telar, entendiendo al instante por qué usamos esta palabra para designar algo complicado.

Él lo usa para coser telas grandes y preciosas de hamaca, ella genera hilos, pero con mucha calma, siempre lo han hecho, no hay prisa. Si yo tuviese que hacer todos los hilos que usa él en el telar, estaría un tanto ansioso. Entre explicaciones de él en el telar y pedaleos varios, cuelo unas fotos.

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No acaba ahí el tinglao: una vecina sorprendentemente atractiva para su edad, con dientes de oro y dibujos de cruces en la paleta, llega y se sorprende con mi presencia. Me saluda y poco después, me regalan mi primera ducha de quechua.
Sonaba tan lindo que hube de grabar un video oculto, una vez más, para llevarme mi precioso sonido.

Mientras escucho, descubro, encima de una puerta que da a un patio trasero que grita 1900 en nuestro país, un cuadro de ambos, quizás del día de su boda. Es un dibujo. No hay mucha diferencia con la realidad actual.

Conversaciones psicotrópicas con…

10 Sept 2014

Hoy me he subido a la primera camioneta que se ha parado en la carretera para llevarme hacia Tingo María.

Dos muchachos y un hombre ya estaban encima; los muchachos sólo me han mirado, sin embargo el hombre, de avanzada edad pero aspecto respetable, con el viento en la cara y el sol detrás, me ha hablado y en tan sólo cinco segundos estábamos totalmente enfrascados en una conversación sobre la ayahuasca.

Es completamente interesante poder hablar con gente de todas las edades, pero especialmente con los abuelos, sobre experiencias profundas, transcendentes, personales, psicotrópicas. Viajes. Diría que es único del Perú.

Este hombre me explica con total confianza sus momentos, sus locuras. Pero todo lo que dice es de rigor, serio, no por su edad, sino porque lo dice cabalmente, lo sé. Todo el mundo en Perú ha usado esta planta sagrada alguna vez, y todos reconocen su poder. La planta les ‘agarra’ y les hace ver cosas que necesitan ver, oír verdades que necesitan oír. Cura, mental y físicamente, purga.

El hombre se conecta con la naturaleza, sus palabras, pero de manera preciosa. Dice que la entiende, que ella le protege. Que ve fieras grandes y lindas con él. Que su energía se carga y es bueno. Uno puede intuír, la intuición se manifiesta, las posibilidades humanas se hacen más posibles, reales. El recuerda llevar un campo de energía por delante, y que al encuentro de un peligro, su campo lo nota y tiene tiempo de reaccionar.

También me cuenta que en una toma con un grupo, él se separó para vivir su experiencia y se dió cuenta de que los demás necesitaban venir con él por algo, y les pidió mentalmente que fueran: llegaron en minutos. Es verdad, no mentía.

Un hombre tosco y serio se sube en la camioneta, a todo esto. Por un momento me preocupa -mi mente pendiente- que lo primero que oiga de mi amigo sea una historia sobre cómo se peleaba con unos duendes en uno de sus viajes, a puño y sudando, pero le miré y estaba muy tranquilo. Lo olvidaba, estoy en Perú.

Hoy mismo

Hoy es el primer día de mi vida que he visto una tela de araña diseñada en forma de nave, de bola, de balón ahuevado, hueca. Estaba suspendida por múltiples cables fuertes en todas las direcciones, sin duda como el acero para unas abejas extrañas que colocaban sus nidos en ellos.

No encontré a la araña, quería felicitarla: por el diseño y por la hospitalidad.

Después perdí la cuenta de las niñas de hasta 6 años que cargaban con sus hermanos (esta vez no eran sus hijos), de la mitad de su tamaño, por el poblado de Jutaí, donde por fin he visto caras completamente indígenas en el Amazonas. Tenían una increíble capacidad para arquear la cadera y dejar el peso de sus cargas en ella. Una estaba en la puerta de su casa viendo el chavo del ocho de reojo; otra caminaba a oscuras por la calle con una cara de mujer de 40 años que mejor ni recordarla. Otra, bajaba a un embarcadero con todos sus hermanos.

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Hoy es el primer día de mi vida que he oído un sapo que suena exactamente como Mario Bros saltando en SuperMarioWorld para Supernes. Que estuve un rato buscando al chavalillo de turno por la casa, para echarme unos vicios con él, hasta que me sacaron de mi equivocación.

Hoy he visto cosas.

Ser paki (mola)

Son millones de veces las que, en Barcelona, los controladores principales del mercado de productos de consumo en pequeños negocios -desplazando a los mismísimos chinos-, pero sobre todo de cervezas en la calle, se acercan en cualquier lugar para ofrecerte una dichosa lata.

Son los pakistaníes. Nadie que haya pasado por Barcelona desconoce el fabuloso sonido con acento pakistaní que sueltan al pasar por tu lado con una leve sonrisa:

-Cerveza-beer, amigo?

Que por supuesto está en mi colección de sonidos:

No fueron pocas las veces que los quise matar cuando estando en la playa no me dejaban dormir, pues preguntaban cada minuto. Alguna vez les grité en el Borne porque insistían aún diciéndoles que no. Y sin embargo, todos queremos a los pakis. Tienen mil veces más carisma que los chinos, son simplemente salaos. Nunca se meten en líos, no se conocen apenas historias de tráfico o violencia con los pakis, y siempre traen una cerveza bien fría allí donde uno quiere tomarla en la calle, donde haya fiesta. 1 euro. 6pack x 5. «No paki, no party», solemos decir en barna.

Pues bien, hoy les quiero un poco más precisamente por su insistencia y les entiendo como nadie: Si quieres ganar dinero en Río, vende cervezas durante el mundial en Copacabana.

Cuando mi amigo argentino Edu llegó a Río, ví la luz: él tiene una «camio», que es lo que faltaba para la logística. Sólo necesitábamos una neverita, hielo, y cervezas. Bueno, y algo de ingenio, cachondeo y gracia.

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En un super, tenían oferta y conseguíamos super latãos (lata extra grande, de 550ml) por 2 reales y pico: las vendíamos por 6.

Lo malo fue que empezamos el día del 7-1 a Brasil, que ya es poca fiesta, hubo disturbios durante el juego y se fueron los gringos, y además cayó el diluvio después del partido. Morimos para al menos recuperar la inversión, en otro barrio con algo de ambiente, pero fue muy dura la pelea para captar clientes y conseguir vender, empapados.

En el siguiente partido habíamos vendido todo antes de acabar el primer tiempo. Brillaba el sol, los gringos estaban contentos, se vendían de cuatro en cuatro y la policía no nos molestó apenas. Bendición.

-«Cerveja! Latão geladão! Cold beer!», -gritaba entusiasmado, contando los billetes.

Pero de vez en cuando, con la boca más pequeña, gritaba un:
-«Cerveza beer, amigo?» y sonreía, recordando a mis pakis…