Lila

Lila es un juego divino que los antiguos indios creen que somos.
Yo he tenido este pensamiento por deformación profesional.

Cada animal creado, ¿podría ser un objeto o una clase de un lenguaje de programación? ¿Está tan depurado este código que no tiene errores, o no los vemos? ¿Alguna vez han tenido una visión cortada de la realidad, como un error en un videojuego? ¿Son los dejavús pequeños ‘bugs’ en nuestro programa? ¿Cómo se programa el fuego? ¿Y el agua?

Muchas veces me he imaginado a un creador con un ratón en la mano y clicando entre elementos así:

Número de patas:
Peludo
Mamífero

A los ojos de un programador como yo, hasta las realidades más complejas podrían ser implementadas por un Programador super-inteligente. Yo no programo videojuegos, pero que se lo digan a uno que sí.

* * *

Es realmente cruel pensar en las formas de vida que viven sólo unos minutos y después mueren como parte de esta creación, sin más trascendencia o significado aparente. Pero solo si los vemos como una entidad separada de todo lo demás, una forma frágil que tiene su aniquilación, egotista.

Si pensamos en el Todo, en nuestro gran Videojuego, en el programa informático global, en la creación total, no es cruel. No? Es una forma, parte de la esencia, del todo, un thread de ejecución en la pirámide, un puñado de líneas de código pero completamente necesarias para que el programa general funcione, o no pete.

12 radios

Un día conocí un hombre en Nauta, Perú, de esos que insisten en invitar a un gringo aleatorio como yo (ellos nos llaman también «mister») a un trago sobre una agrietada mesa de madera que habrá recibido cientos de golpes ebrios de vasos opacos.

Me confesó que tenía 12 radios y le gustaba sintonizar una onda con cada una. Por las mañanas, iba oyendo todas, pero sólo le gustaba una. Vivía solo.

La compasión

La compasión

Creo que en el viaje de yomelargo entendí, y nunca lo había entendido antes, el significado de la palabra compasión.

Quizás a través del Ahora pude estar más despierto, y esa consciencia, que trae bienestar, hace automáticamente buscar el bienestar de los demás. Cuando se tiene se da, cuando uno recibe uno da. Es un cliché, pero muy real. No importa cómo se tiene o cómo se ha recibido, no tiene por qué ser de los demás, también puede tenerse generando dentro. Pero cuando se tiene, se quiere que los demás tengan, y despierto, uno empieza a estar más atento ó consciente de las caras de los demás, de los sufrimientos de los demás, sus realidades.

En lo más profundo de estas realidades, está la luz invariable de esas personas, idéntica a la propia. Esta infinita similitud entre los demás y uno, esta igualdad, más allá de que ellos la conozcan o no, o de que sean conscientes o miserables, es de hecho la compasión. De repente, un vínculo profundo entre ellos y yo existe, y aunque suene egotista, veo a los demás como desde otra dimensión pero en el sentido de ‘bueno, ahí están, ahí los han puesto, lo hacen lo mejor que pueden, pobrecicos’ (como yo).

En el viaje, obviamente me he encontrado con gente asquerosa, literalmente y hablando sin compasión. Gente de mearles encima. Gente que no merece nada, que contesta mal incondicionalmente, maleducados, groseras, o llanamente hijos de puta. También gente pobre, pero pobre espiritualmente, muy lejos de sí mismas y con pocas probabilidades de encontrarse. Y, mirándolos con los ojos correctos, o compasivos, ¿qué culpa tienen ellos de nada?

Digo como yo porque compartimos la naturaleza física y mortal finita, y estamos sujetos a un destino y a una muerte de la forma, todos, juntos. Nuestros nombres, formas e ilusiones desaparecerán como lágrimas en la lluvia. Esto me crea compasión y humildad, y acaba con ese ego.

Y como yo, porque quiero creer que también estamos sujetos, como hermanos, a la dimensión espiritual que estoy intentando alcanzar, a una condición inmortal pero también impuesta, que espero nos una indefinidamente y que dé un sentido de un puta vez a todo este tinglao en el que vivimos. Uno puede alienarse en el sufrimiento ajeno para experimentar la compasión, pero también puede tener compasión por nuestra parte eterna, si es que existe, sin necesidad de Dioses. No sé.

Delfines rosas

31 julio 2014, Lago Miuá Brasil

El sol baja. De la misma manera que soy testigo del amanecer, no puedo dejar de asistir al atardecer.

Las sombras se extienden desde los postes de nuestra plataforma flotante. Lua descansa y teme un poco por la fragilidad de nuestra canoa. Me largo a la mitad del lago. En la canoa hay un remo, una banana y un libro. Y yo.

Remo despacio: dos, dos, paro. Llego más cerca de la otra orilla que de la mía. Paro. Me tumbo como puedo en el fondo de la canoa. Evidentemente el espectáculo es grandioso. He de coger un palito de la superficie para usarlo como remito por encima de la borda y mantener el sentido que me deja ver el show, pues una leve brisa insiste en mantenerme en otro.

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Oscurece rápido, nada de leer, lucha con la nube de mosquitos del atardecer, de la que pensé librarme en medio del lago. Espero pacientemente, mi desnudez total no ayuda, no tengo cómo cubrirme, pero confío en que será sólo un rato.

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De pronto, mientras estoy tapeando con los dedos en los bordes de la canoa, ritmitos de los míos, noto que los habitantes del lago se aproximan y se asoman curiosos. Son los delfines rosas, dueños de infinitas leyendas del amazonas. Son tan majos como todos los delfines y el sonido que hacen al respirar en superficie es igual al de un humano que nada y respira, es muy raro, son muy humanos…

Cuando paro de hacer ritmitos se van. Cuando vuelvo, vienen. Así he estado una hora, comprobando como les gustan mis ritmitos cuanto más elaborados son. Podría comunicarme con ellos o hacer palabras si viviese aquí mucho tiempo.

Me siguen hasta no muy cerca de la orilla. Me despido, miro adelante, casa, quizás Lua haya pescado algo más pequeño.

Olhando minha raça

01 julio 2014 – Ponta Negra, Brasil

Uma das coisas que eu gosto de fazer nesta vida, é olhar pra os humanos como si estivesse olhando pra uma raza determinada: cãos, macacos…

É assim que eu consego apreciar mais à minha espécie.

* * *

Acordei uma hora atrás, na minha rede, na casa branca de Ponta Negra. O sol já pega forte e, além das onas do mar, escuto às crianças jogar de novo futebol, desde primeiras horas da manhã.

É uma das coisas que fazem-me torcer pra Brasil na copa, depois da eliminação da Españha:
Todos os povos, até o mais pequenino, tem umas través na praia, no río, junto da casa, é igual:
sempre estão preparados pra jogar futebol.

É no sangue dos brasileiros: Brasil é o país do futebol.

Sentado na minha cadeira, posso olhar, através de um buraquinho na floresta, através das ramas dos árvores, como espiando-os,
aos pequenos humanos jogando futebol.

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Amigo de la luna

Muy reflexivo, melancólico y dudoso estaba en mis días posteriores al Arco Iris del Amazonas, con pensamientos de volver y continuar al mismo tiempo.

Sin embargo, en las simples calles de Nauta encontré mi motivación y mi bienestar interior, paseando despacio y observando, leyendo y saludando a los niños y hombres, cruzando puentes de madera y buscando puesta de sol. Un día era especial y estaba bien conectado, algo iluminado diría. Debía de caminar sonriendo cuando, ya oscuro, decidí sentarme en una plazuela a leer más sobre el Ahora (ese libro me alimenta).

Pero fui el centro de atención de tres lindos niños que intentaban arrancarme una pulsera y divertirse. Después de varias palabras, desvié su atención hacia la luna, a la que le faltaban unos 3 o 4 días para llenarse. Cuando les dije que mi amiga luna estaría bien redonda en 4 días, porque ella me lo decía, sus ojitos se desviaron a la derecha y sus caras se pusieron serias y pensativas.

Me fui.

A los pocos pasos, todos me alcanzaron y el más pequeñito me preguntó tímido:
-¿Tu vienes del cielo?

Me sobrecogí un poco. Cabe decir que mi parecido con Jesucristo a esas alturas ya causaba entretenimiento en las calles.

-¿Qué? ¿Que si vengo del cielo?

Sabía exactamente lo que había dicho pero quería asegurarme de que ese diálogo empezaba. A veces los niños no repiten la misma pregunta cuando se les pregunta porque creen que han dicho algo malo, así que yo la repetí. El asintió.

-Si-, dije.
-¿Y conoces a Dios?

Más sobrecogido. Ese día, después de leer, me sentía especialmente en paz conmigo mismo, con el Ser, con dios tal vez.

-Si. Y a Jesús.
-¿Y a María? -dijo la niña-.
-Si, a todos.
-¿Y cuando te vas? -dijo el niño-.
-Mañana, al alba, antes de que claree. Subiré así.

Y con un gesto raro en la cara, los brazos abiertos y un sonido vocal que les sacó una carcajada, simulé mi ascenso. Lo tuve que hacer dos veces más para su satisfacción.

Después me fui por última vez, muy enternecido, creo feliz, diciéndoles que estuvieran atentos al cielo durante el alba.

Antiguinhos

30 junio 14

Hoy me he despertado en Antiguinhos, la hermana pequeña de Antigos.

Era una de esas mañanas nubladas preciosas que sólo dan ganas de pasear por la orilla, y que ponen el mar con un azul limpio, puro.

Es una playa tan pequeña, que anoche temía por la marea, no me dejaba margen. También por la lluvia. Sin embargo, la marea tan sólo borró todas las huellas e imperfecciones de la arena, dejándolo todo virgen, una vez más, para mí, para mis primeras pisadas. Además dejaba la playa bien grande al bajar, con otra estética nueva. Había un barco de vela en el medio del horizonte, bastante bucólico.

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Mi única compañía en la playa era una garza blanca a la que fui a saludar temprano, muy despacio, hasta el límite en que mostró signos de incomodidad. Ella pescaba en las rocas.

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También hay un río con agua fresca del que bebo. Bueno, y otro montón de perfecciones e inteligencias naturales indescriptibles que harán de hoy otro día desbanalizado, con total seguridad.
O quizás debería decir piterpanizado.

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