Abril 2013
Siempre he pensado,
‘cuántas cosas jartas nos perderemos por estar mirando pa otro lao‘.
Esto es aplicable al día a día, cuando miras hacia el este y te pierdes el meteorito de tu vida por el oeste, o cuando no ves una puesta de sol porque tienes 13 rascacielos en medio… Pero también es aplicable a la vida, y muchas veces nos preguntamos obnubilados qué otras cosas podríamos vivir; quién sabe lo que nos perdemos en la vida si no vivimos lo que queremos!
Reconozco la sabiduría de la aceptación, pero no puedo evitar tener una cierta sensación de pérdida al ver cómo nos conformamos con las vidas que nos son entregadas y nos disponemos a vivirlas sin rechistar, sin pensar si no habrá otras opciones mejores, más solidarias, más sostenibles, más naturales, menos materialistas. Suele venir a mi cabeza la historia de Momo y los hombres grises, que te robaban el tiempo hasta que no pensabas más que en trabajar y actuar de un modo sistemático.
Llevo 32 años corriendo, creyendo que avanzaba. La vida, según la han dispuesto ahora, te hace creer que has de ir de un lado para otro, poniendo todos tus esfuerzos en algo que te ayudará de alguna manera, en algo que realmente no sabes si es lo que quieres. La vorágine, me gusta llamarlo: si paras, te sientes mal por parar. No puedes estar sin hacer nada. No puedes disfrutar de no hacer nada (como cuando eras niño, quizás?) porque… estás perdiendo el tiempo!
«Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía» (momo)
Y sin embargo, con todo lo que hice, tengo la sensación de haberme sido infiel a mí mismo, a todo. Y me siento mal también por ser partícipe día a día, aunque no quiera, de ese sistema, de tanta injusticia social, de tanto desprecio a la naturaleza, que es lo único material que tenemos de valor. No es lo que planeaba. Es fastidioso que casi, sólo por vivir, según están montadas las cosas, ya formes parte de algo que desprecias. Y ya no sólo en ciudades o en el mundo occidental.
Todo ello me ha dado ganas de vivir la vida humildemente, y con «tiempo». La balanza sobre la que parece basarse la población entre el dinero y el tiempo, cae pesadamente sobre el segundo: me importa mucho más la Calma. Quiero vivir en la naturaleza y ver cada día la puesta de sol, que ha sido mi regalo y mi evasión diaria desde que era niño. Siempre es distinta, nunca te cansas.
Y el comienzo de eso es éste viaje. Un buen punto de inflexión, ahora que puedo hacerlo y me veo capaz. Un primer contacto fuerte con la naturaleza que echo tanto de menos, de manera ancestral e instintiva. Yo pertenezco a Ella, y Ella es mi única religión.
Ahora, quiero cocinarme la vida y ponerle ingredientes raros, a ver qué sale. Tengo curiosidad por ver dónde voy a estar o dónde voy a acabar, ya es hora. Siento una suave impaciencia por descubrirlo.
Otra cosa que pienso a menudo es que doy importancia a los recuerdos. A veces me sumerjo en los más remotos o los buenos y me proporcionan relajación. Ésto me ata mucho al pasado, pero sé que cuando sea viejo, si llego, me va a encantar poder mirar atrás y pensar en mis travesuras. Se me dibujará una sonrisita de pillín. Así que también me anima y reconforta crear recuerdos intensos y sabrosos ahora que puedo. Mi afición al sonido y mi manía por grabar tiene mucho que ver con eso, ya que cuando escucho mis sonidos, viajo en la ilusión temporal hasta el momento en que los grabé, y saboreo sensaciones vividas de nuevo.
Además voy a cumplir 33 años, que es un número que suena como tacatá, y no tengo ni coche ni moto ni hipoteca ni deudas ni hijos ni perro ni gato ni ese etcétera paralizante. Qué coño, ahora o nunca: prefiero que salga mal antes que quedarme siempre con la duda y pensando que no tuve huevos.
Es el momento, resumiendo, de buscar el norte en la estrella polar antes de dormirme cada noche para saber por dónde va a salir el sol y prepararme para él. De dejar de decir cosas a la gente y decírmelas a mí mismo, que soy el único que me va a escuchar de verdad. Y sobre todo de empezar a estar contento por cambiar, y a no preocuparme por envejecer.