28 de mayo
Por primera vez me encuentro con una ciudad más auténtica e histórica, con su personalidad, fuera del turismo masivo y bastante bonita. Me recibe una catedral importante española, adornada con dos palmeras, y una linda arquitectura que en general me hace acordarme de ciertos pueblos de la patria (de los pocos bonitos que nos quedan).
Hay alguna celebración en la ciudad, pues para mi deleite, me encuentro con la plaza mayor llena de gente y con un escenario para mariachis y similares:
Algunas leyendas viejas de mis prejuicios salen a la calle con la mañana, sus sombreros y camisas, sus vestidos de tipo camisón, sus mantones.
Además, un enorme cenote semidescubierto en el medio de la ciudad me descubre las maravillas de estos fenómenos, de nuevo. Tardo mucho en pasearlo por sus dimensiones interiores, y una bandada de pájaros vuela, jugando, a entrar y salir, haciendo el siguiente interesante sonido:
Por la ciudad, sigo encontrándome rincones agradables, muchas iglesias bien queridas, calles típicas, y construcciones coloniales.
Suficiente de ciudad. He venido a ver Chichen Itzá, uno de los grandes complejos mayas de la zona; próximamente.