El inca Huayna Cápac, rey del Perú, ordenó que unos indios exploraran las vetas del imponente y por aquel entonces precioso Cerro Rico (Sumaj Orcko en quechua) allá por el siglo XV. Cuentan que al comenzar a hacerlo, se estremeció la montaña con un gran estruendo (potocsí en aymara) y una gran voz sonó diciendo: «Pachacamac janac pachapac guaccaichan», «No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños». Vaya.
Faltaban 83 años para la llegada de los españoles y el cerro mineral más rico y famoso del mundo ya tenía nombre y dueño. Sea verdad o no, esta riqueza acabó en manos del emperador Carlos V, aun no siendo desconocida por los indios. Estos habrían descubierto el poder argentífero de la montaña, según otra leyenda que escuché en la casa de la Moneda de Potosí, porque uno de ellos hizo un gran fuego una noche y por la mañana vió un hilo de plata correr al lado.
Hoy en día Potosí tiene otra forma, es más achatado, tiene muchos colores bonitos y una gran ciudad en las faldas. Le queda plata, pero hoy se saca más estaño y zinc. Debe ser como un queso, y me pregunto cuánto aguantará sin colapsar. Las realidades y leyendas mineras asociadas a la fiebre occidental por el mineral monetario no solo son ciertas sino que siguen ocurriendo, como pude comprobar.
Cuando entré en una de las 300 minas que persisten, una cooperativa por un lado de la montaña, me dijeron que la entrada se mantenía desde los españoles hasta muchos metros adentro, con piedras laterales y abovedada. Después se quedaba la roca al desnudo con formas heterogéneas y su color azulado, unas vías en el suelo que a veces se sumergían en charcos y unos tubos laterales que no mandan aire a ningún hombre sino a los martillos de picar.
No tardé mucho en tener que agacharme al caminar en un recorrido de unos 800 metros al interior de las minas, ni en empezar a oler a azufre o gases que se notaban tóxicos. Bastan 12 o 13 años para que los niños puedan entrar a trabajar. A los dos años suben de rango y tras cinco, forman parte de la coope oficialmente. No recuerdo los privilegios pero han de ser interesantes para los muchos trabajadores que, sabiendo la dramática historia de estos laberintos, continúan entrando cada mañana a arriesgar su salud y su vida.
Dicen que varios millones de indígenas y esclavos africanos (que agantaban más y mucho mejor) murieron sacando minerales del Cerro Rico. Enfermedades pulmonares les acortaban la vida terriblemente y la silicosis era lo común entre los trabajadores. Hoy, muchos mineros tienen este trabajo y es su vida, no tienen otra cosa y siguen aceptando unos precios ridículos por lo que sacan. Un muchacho me dijo que por cada kilo de mineral bruto le daban 20 bolivianos, unos 2 euros. Y lo extraen de túneles de los que suben por escaleras de madera, a pulso, empujan vagonetas por túneles donde no entran de pie, y a veces llevan mochilas propias medio rotas llenas de roca con vetas. Sus coopes no les dan nada ni les aseguran.
Subiendo al cerro está el mercado minero. Se vende principalmente tabaco natural, alcohol etílico de 96º, coca, dinamita y velas. Cualquiera puede comprar cartuchos de dinamita en Potosí. Todo esto lo costean ellos cuando van, y los turistas compran estúpidamente estos materiales para ofrecérselos a los trabajadores a cambio de pasearse torpemente entre ellos mientras trabajan y preguntarles cosas o comentando, como ví, las camisetas del barça y del madrid que muchos llevan puestas, bien sucias los pobres.
Los materiales suenan a vicio pero tienen bastante sentido. Me contaron que la mayor parte del alcohol se usa para curar heridas y rozaduras, controlar el nivel de oxígeno de las cuevas (que ya están de entrada a 4300 msnm) por su combustión y otras historias… Otra parte se bebe con jugos de naranja. Los cigarros también tienen más funciones a parte de fumarlos. Y la dinamita se coloca en agujeritos de las paredes persiguiendo vetas y venas, arriba o abajo, a donde vayan, prolongando túneles descontroladamente de manera independiente, en grupos de dos. Se alejan sólo unos metros o suben un nivelcito durante la explosión. Martillean los pedazos sacando trozos buenos y mantienen una enorme bola de coca en un carrillo que les mantiene activos y fuertes, al menos psicológicamente. O resumidamente, héroes.
Yo me largo de esta mina.
Excelente escrito meu querido, é uma parte do yo me largo que me encanta muito mostrar a realidade dura dessa gente.
Leva-me para viajar através de teus olhos Dani.