Bien.
Pues ahí donde lo dejamos, en esa introducción anterior, dice uno:
‘Habrá que ir a ver’. Claro, es apetecible desde arriba.
Entonces me puse un esnorkel y me lanzé a ver. Las primeras sensaciones son básicamente el contraste entre lo inferior y lo superior, ver cómo encajan tan perfectamente ambas cosas, y que al final no son tan distintas. Una suave diferencia de densidad, podríamos decir.
En los cenotes bien abiertos y no profundos (no profundos a primera vista, en algún punto conectan por ahí abajo con sabe Dios qué: eso, en la próxima entrega), la sensación es exactamente la que habrías pensado siempre que miras un acuario doméstico. Hay vida por todas partes, exageradamente. Plantitas, peces varios, piedritas, rocas, un depurador de agua… -no, sin depurador. Verde y natural, siempre limpio mágica y naturalmente.
A veces te mueves tanto buceando que acabas en la otra punta del cenote, y te asomas para ver dónde estás, o cuán bello es el nuevo lugar en el que emerges.
Una vez controlado el tema sigues por otro camino, cruzándote en esta ocasión con otro grupito de educados y elegantes pececillos que se apartan con respeto y te dan los buenos días.
En este tipo de cenotes tan abiertos y cálidos, el agua misma esta algo cargada de poso vegetal que tú mismo mueves al nadar. Eres pez y te molan las algas o el verdín, no hay espacio para asquitos porque si no, te perderías cosillas como ésta.
La cosa cambia bastante cuando visitas cenotes más cubiertos o escondidos, en lugares más secos y rocosos. La falta de sol no favorece tanto la vida y el agua es más fresca y pura, menos habitada, y más fría.
Entra en escena la luz.
Qué os parece el performansito de la dichosa luz?
Agüita.
Próxima entrega: Cenotes #2: con oxígeno
tus fotos son brutales… captas toda la esencia y además con una visibilidad increible!!!!
me han flipado las fotos de los peces, y sobre todo, las de los rayos de luz
ole ole dani fotógrafo :-)