Bueno, ya.
Después de un año y medio y miles de kilómetros caminados, con sus populares bailes, y cientos de fotos luciendo en mis pies, las enes han dicho que no pueden más.
Ni pensar en abandonarlas en un lugar basuresco. Se merecen otra cosa.
Hay un lugar en Río, por donde pasan miles de personas al día, que es muy colorido. Las famosas escadas de Selarón atraen a la gente por su colorido y sus millones de azulejos provenientes de todo el mundo, cientos de España por cierto.
Así que, siguiendo con la tradición, las elevé, y allí siguen.