Bitácora chilota. 17 Abril 2015
Ayer, al volver del río sin nada pescado, vimos que había llegado un típico barco pesquero a nuestro fiordo, y parecía tener intenciones de quedarse a dormir.
Richard estaba preocupado con el estricto reporte diario que habíamos de hacer a capitanía con nuestra posición, pero aquellas montañas no dejarían pasar ni una de nuestras ondas de radio. Así que decidimos visitar aquel barco y tal vez usar su potente aparato para nuestro reporte.
Ya sabemos como son estas cosas, y como son 7 pescadores aburridos en un final de día. Yo, absorto con los sistemas del barco para echar redes y otros aparejos por la borda, ni reparé en los intentos de reportar que hacían en la cabina del capitán, pues sabía que Olga se encargaría bien del tema. Hablé socialmente con uno de ellos y poco más tarde, antes de volver a nuestra barquita con los deberes hechos, empezó a sacar pescados para darnos, y parecía no acabar. Congrio, jurel, un pulpito y muchas centollas, a las que arrancaba una parte con infinita facilidad y la tiraba por la borda antes de meterlas en una bolsa, yo relamiéndome pues ya sabía que con un simple hervor en agua estarían listas para devorarlas.
Durante los días siguientes preparamos y comimos todo tipo de platos, incluyendo sopas, pulpo a la gallega, salpicón de pulpo y una paella de marisco -con la centolla-.
Richard eligió una de sus mejores botellas de licor de a bordo, y al día siguiente les ví ir a llevársela a aquellos hombres, con algo de vino.