Cuando cursaba 1º de BUP el profesor de historia nos describió claramente las dos diferenciadas vertientes de la teoría de nuestro origen: creacionismo y evolucionismo. Neutral, las expuso sencillamente mientras unos alumnos pintaban en sus cuadernos y otros, como yo, empezaban un camino de dudas aunque fuese en el subconsciente.
Sabía sobradamente que yo estaba con el evolucionismo, ya era de ciencias en aquel momento, y ya entonces sufría de una aversión a la religión actual que todavía hoy no se de dónde me viene, pero creía que eso de la creación estaba relacionado con la iglesia y con todo ese rollo absurdo para un muchacho ya reflexivo. Me resultaba extremadamente creíble la teoría de la sopa cósmica primigenia y que en un momento dado se reuniesen las condiciones químicas necesarias para el nacimiento de la vida celular: gases, polvo, hidrógeno, agua, calor, un rayo. A partir de ahí, la célula evolucionaba: algas, corales, peces, anfibios, lagartos… adaptación, selección. Estaba contento con la teoría.
En 1953, Miller recreó en un laboratorio unas condiciones semejantes (con electricidad) y voilá! aparecieron moléculas orgánicas y el revuelo fue espectacular. El experimento se descarta actualmente porque las condiciones no eran idénticas. Darwin, mi amigo de toda la vida, autor de la teoría de selección y adaptación natural y el origen de las especies, es hoy también descartado por ciertos huecos en su tesis, como la inexplicable explosión cámbrica, que supone un salto imposible en esa evolución por la aparición, sin registro fósil evolutivo evidente, de millones de especies que describirían líneas independientes de corta evolución en lugar de una ramificada como la que él dibujaba en su Árbol de la Vida.
Creo que hay un momento en la vida de un hombre en que se entra en un estado filosófico existencialista, dominado por una sed de respuestas implacable. Especialmente si está viajando y observando un planeta y un universo de fuerzas inquebrantables de infinita perfección y belleza, con tiempo. Bienvenido sea, pues tal momento nos lleva al conocimiento y la investigación aunque nos de quebraderos de cabeza. En yomelargo existe también tal camino y devoro libros tanto como caminos.
Al acercarme a los 30 me desperté alguna vez pensando que aquella situación original de vida en el planeta fue un conglomerado de casualidades exactas, pero ¿qué hacían allí esos elementos? ¿quién los había puesto?
La corriente actual de científicos en el mundo, de mis amigos, para mis sorpresa, tiende a unir creacionismo y evolucionismo en algún punto y a dejar de enfrentar ambos bandos tan categóricamente. Ciencia y fé ciega, amigos.
En el libro ‘The case for a creator’ (ver documental), el periodista Lee Strobel explica el salto de su ateísmo a una fé estable, por medio de entrevistas a científicos consagrados que le dan con sus respuestas una evidencia de la existencia de un creador. Como estudiante de la ciencia, como naturalista, me resultaba extraño ver cómo el consenso científico del último siglo instalado por Darwin y Wallace, que me hacía creer que la naturaleza no necesitaba de un diseñador supernatural porque ella misma puede crear por sí sola, y que nada existe más allá de ella y la materia palpable, se tambaleaba.
En cosmología, la relatividad o la consagrada teoría del Big Bang, apuntan a un origen del espacio y la materia. Y del tiempo, si nos ponemos así. Es obvio y visible que el universo está en expansión y esto apunta a una compresión anterior. En instantes, todo lo que existe, ojo, con toda esa belleza y perfecciones que se observan, apareció. Lo que en inglés llaman fine-tuning (ajuste preciso, ver ejemplos en inglés aquí) del espacio es realmente sobrecogedor: todas las condiciones y leyes que se dan en nuestro entorno espacial, astrológicamente y físicamente, son de infinita precisión y necesidad para el desarrollo de la materia, de átomos, de moléculas, la formación de planetas por gravedad, un largo etc. Si una de estas leyes falla un milímetro, todo se desmorona. Por poner un ejemplo, si constantes de precisión tal como 100.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 cambiaran sólo una unidad, todo se iría a la mierda. Demasiada precisión para ser aleatoria?
Para mí el naturalismo también tiene límites. En mi creencia, el Big Bang no tenía intención, simplemente ocurría y se explicaba a sí mismo. Pero algo ha cambiado respecto a la intencionalidad. Algo tuvo que hacerlo ocurrir. ¿No?
Me resisto a dejar sólo a mi Darwin, en Galápagos, con cara triste, junto a Lamarck, Wallace, Linnaeus. Ellos siguen observando y clasificando las especies, diciendo que evolucionan en el tiempo o mueren, explicando así esa perfección que me choca del mundo, el mundo que solo mantiene mejoras.
Pero para seguir con ellos, debo creer cosas como que
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-nada produce todo
-la aleatoriedad produce precisión exacta
-el caos produce información
–la inconsciencia produce consciencia -ojo-
-la no-razón produce razón
…y eso se pone complicadito.
-Continúa con la serpiente cósmica–
Y cuando descubres que el determinismo pega fuerte en las corrientes filosóficas y parece altamente probado a nivel molecular, ya te cagas