Buscando el silencio perfecto

19 Oct 2014, la puna

En la colección de sonidos encuentro gran regocijo (ya se sabe). Pero dentro de este trabajo siempre he estado buscando el silencio perfecto. Cuando hablo aquí de silencio no es el silencio tal como lo imaginamos, pues ese silencio no existe.

Una vez reproduje uno de mis silencios para un amigo, y éste me preguntó que qué era aquello, con decepción. También podría crear un archivo de audio en blanco y nombrarlo silencio.wav, pero, ¿qué sentido tendría?

No, el silencio del que hablo aquí es el silencio que hay debajo de los sonidos: el silencio permite al sonido ser.

Ahí sí, el oyente empieza a mostrar interés. El silencio entre los ladridos de un perro, o el que hay cuando un coche se aleja en la carretera. Lo que quiero decir es que el silencio como tal no existe, o no es nadie sin los sonidos.

Esto añade cierta gracia a la grabación de sonidos, pues el silencio subyacente tiene tamaña importancia. Si buscan el silencio ahora mismo, se darán cuenta de que no está. Hay un coche, un reloj, un vecino o su propio corazón bombeando sangre que hincha las venas de sus tímpanos y suenan en su cabeza -evidentemente todo depende del nivel de sensibilidad de cada uno-. Estaría bien hacer un disco de silencios con el nombre de este post, y seguiría siendo un disco de sonidos.

Lo curioso es que si nos topásemos alguna vez con el silencio tal y como pensamos que es, nos caeríamos de culo, tal vez aterrados por su extrañeza. No es fácil imaginar nuestra realidad física sin el fenómeno físico del sonido, con todo lo maravilloso que es. Imaginar que el aire elástico no fuese conductor, y todo fuese mudo.

* * *

Pues creo que hay una excepción al silencio virtual que describo. Lo curioso es que ése silencio total, aún no perceptible para nosotros en la dimensión física, está y existe, así como existía antes (digo yo) de este planeta. Y ése silencio está a la vez dentro de nosotros en forma de paz, a veces podemos identificarlo en la noche cuando un perro se calla y el sueño nos invade. Otras veces se distingue como ese silencio remanente y eterno del que surgen los sonidos y al que los sonidos vuelven. Es una parte intrínseca no manifestada de todo sonido, ladrido, canto o palabras humanas.

El silencio (ése) es parte de nuestra esencia, nuestra paz y nuestro Ahora, de nuestro Ser. Cuando prestamos atención a este silencio, entre las palabras mismo, nuestra paz crece; estando en contacto con esta calma meditamos y trascendemos.

* * *

Ayer me pareció oírlo cuando bajaba de una colina de las montañas. Se paró el viento y no había nada…

Ojo a este silencio, pues es un arma importante en el a veces arduo -o quizás ruidoso- camino de nuestra vida.

34

22 Octubre 2014

El día que ponía fin a mis 33 llegó. Se acababan así los increíbles tiempos en que contestaba con un 33 cuando preguntaban mi edad.

Sin embargo la intensidad de mi vida sigue intacta, si bien reconozco que después del día que me regalaron, muy emocionado, sentí algo diferente en mi interior, un punto de inflexión, una cumbre, un cambio, un empezar a bajar de una cumbre culminada por su otro lado. Hoy es noviembre, aún me sale un 33 resorteado cuando he de hablar de mi cuenta «temporal» en este planeta. El 34 suena raro pero sabe rico.

Nací a las 05.35 am (un evidente error en el reloj del paritorio que se adelantaba dos minutos), en el Ahora de aquel momento, y cuando desperté en la puna esa hora ya estaba lejos en el pasado, pero era un miércoles soleado con mi familia punera en que Iván, sin realmente hablar de ello, me regalaba y nos regalaba a todos un día libre por mi cumpleaños. Sabía que estaría en este lugar para tan importante día. Escogí la puna. Pedí sol, sabía que era mucho pedir, todos los días por la tarde llueve en la puna. Lo que más me abrumaba era la celebración que habíamos escogido para pasar tal día: una verdadera pachamanca. Una técnica ancestral indígena para grandes banquetes y celebraciones, que consiste en hacer un verdadero horno de piedras sne el suelo y hacer fuego dentro durante horas hasta que las piedras enrojecen y pueden cocinar variados alimentos.

Desayunamos rico y con tiempo en mantas sobre la paja amarilla. Había llovido bastante y las cordilleras blancas se habían ensanchado con nuevos picos nevados. Colocamos ingredientes de pachamanca al sol sobre una manta más: papa, camote, choclo, yuca, banana, maduro, frijoles, papa dulce… Nos sentamos, tomamos té y frutas, sentí el placer de no hacer nada sobre aquella manta mientras la gente hacía cosas por mí, lo dejé pasar hasta que mi conciencia me nombró el abuso, quise ayudar, la niña Wayra me contó en secreto que alguien hacía un pastel en la cocina, no pude entrar, volví a mi manta, sentí el sol, sonó la flauta de Iván, los niños se tiraron sobre mí, se nubló.

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Antiguinhos

30 junio 14

Hoy me he despertado en Antiguinhos, la hermana pequeña de Antigos.

Era una de esas mañanas nubladas preciosas que sólo dan ganas de pasear por la orilla, y que ponen el mar con un azul limpio, puro.

Es una playa tan pequeña, que anoche temía por la marea, no me dejaba margen. También por la lluvia. Sin embargo, la marea tan sólo borró todas las huellas e imperfecciones de la arena, dejándolo todo virgen, una vez más, para mí, para mis primeras pisadas. Además dejaba la playa bien grande al bajar, con otra estética nueva. Había un barco de vela en el medio del horizonte, bastante bucólico.

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Mi única compañía en la playa era una garza blanca a la que fui a saludar temprano, muy despacio, hasta el límite en que mostró signos de incomodidad. Ella pescaba en las rocas.

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También hay un río con agua fresca del que bebo. Bueno, y otro montón de perfecciones e inteligencias naturales indescriptibles que harán de hoy otro día desbanalizado, con total seguridad.
O quizás debería decir piterpanizado.

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Peterpaneando

28 junio 2014 . Brasil
Una nueva palabra para mi diccionario.

Hoy he visto a Brasil ganar a Chile, estoy contento.
Fue en la praia do Sono, que bien merece su nombre.

Pero más allá de esta playa hay una playa virgen: la de antigos.
Sin dudarlo, pasaré mi siguiente noche de estrellas y acampada secreta -ilegal- allí.

Ya el Sol baja algo diagonalmente al oeste, limando la cresta de la colina que separa las playas, mientras la escalo y me despido de una praia do Sono que es realmente un sueño. No estoy solo. He perdido la cuenta de los perros que se unen a mi compañía, éste viene firme. Es blanco y marrón, se llama Perro, y me obedece y trata como a un dueño desde que lo conocí en la praia do Sono y corrí a su lado tan sólo una vez.
Me sigue, me espera.

Está claro que esta noche va a ser especial. Es una de las playas más bonitas que he visto, ya oscurece, está desierta.
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Los perros hambrientos

19 oct 2014

Estoy solo en la Puna.

Durante la primera mitad del día, he estado tumbado en una manta, fuera, envuelto en el saco de dormir, escuchando el silencio, la infinita paz de la Puna. Hay un pitido en mis oídos más fuerte de lo normal: crece proporcionalmente con el silencio.

Abría los ojos y podía mirar al sol fijamente; tras tantas nubes se veía pequeño y triste.

El viento empezó a silbar en el ichu. Trataba de no pensar. Pero nada.

Sólo abandondé aquella posición para calentar té y cocinar. La cocina está fría sin los demás, pero amplia y dispuesta a recibir mis órdenes, sumisa.

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