28 junio 2014 . Brasil
Una nueva palabra para mi diccionario.
Hoy he visto a Brasil ganar a Chile, estoy contento.
Fue en la praia do Sono, que bien merece su nombre.
Pero más allá de esta playa hay una playa virgen: la de antigos.
Sin dudarlo, pasaré mi siguiente noche de estrellas y acampada secreta -ilegal- allí.
Ya el Sol baja algo diagonalmente al oeste, limando la cresta de la colina que separa las playas, mientras la escalo y me despido de una praia do Sono que es realmente un sueño. No estoy solo. He perdido la cuenta de los perros que se unen a mi compañía, éste viene firme. Es blanco y marrón, se llama Perro, y me obedece y trata como a un dueño desde que lo conocí en la praia do Sono y corrí a su lado tan sólo una vez.
Me sigue, me espera.
Está claro que esta noche va a ser especial. Es una de las playas más bonitas que he visto, ya oscurece, está desierta.
Me da tiempo a recorrerla completa antes de bañarme y elegir el punto más apropiado para acampar.
Tiene dos ríos que llegan con agua dulce a encontrarse con el mar, y que son cristalinos y limpios, dejan ver la arena de playa del fondo con perfección. A veces hay grandes rocas en ellos, junto a las cuales se forman bañeras profundas donde puedo bañarme para quitarme la salitre picante que molesta con la ropa. Los variados árboles forman, tras la arena, perfectas, inmejorables guaridas abiertas para acampar, y las colinas laterales encierran la playa en forma de luna creciente, las montañas traseras crecen altísimas y se pierde la vista en sus capas neblinosas.
Durante el baño en el mar, que desconozco aún, observo como las olas me golpean y forman sobre mi cuerpo flotante un juego efervescente de blanco espuma y azul claro limpio azur de puig. Escojo el lugar de acampada desde el agua, con la mejor perspectiva. Perro se sienta automáticamente cuando entro al agua: él no va a entrar y toca esperar.
Monto la tienda con la última luz, me sobra tiempo. Me siento a meditar una hora en la toalla y me saca de mi letargo consciente una sacudida de Perro, que descansa a mi lado. Lo miro, me da calma y seguridad. ¿Lo habrán puesto aquí hoy imperativamente, para protegerme en esta playa perdida de Brasil? ¿Por qué rayos estará tan pegado a mí?
Observo sin pausa las estrellas. No me canso, les hablé ayer, hoy contestan.
Perro se va de golpe. Salgo a buscarle, está ya todo negro. Silbo 4 veces y no vuelve. Se fue a su casa. Me siento de nuevo en mi toalla, desconsolado y más solo, aunque ahora las estrellas hablan más.
Perro, mas tarde, aparece a mi lado. Preparo la cena, otra vez lo mismo, sandwich, cojonudo. Perro, educado, espera sin molestar, aunque super atento. Le guardo un sandwich con tan solo una loncha de jamón, le encanta.
La cruz del sur se va inclinando al este: al contrario que en el norte, las estrellas giran en el sentido de las agujas del reloj. Están de aúpa, y voy reconociendo las constelaciones de la noche anterior en Sono, ya grabadas. El firmamento es nítido desde las mismísimas cumbres de las montañas hasta cierta altura por encima del mar, donde una bruma espesa y húmeda reserva su presencia y los secretos del horizonte. Me empapa.
Confío en la noche que me toca, y dejo mi tienda sola. Camino con las manos en los bolsillos, como en un sueño perfecto, con Perro.
Él a veces e queda olisqueando algo atrás, a veces va por delante, pero nunca se aleja mucho. Como todos los perros, vamos. Pero éste es mío.
La noche no tiene luna, y sin embargo veo donde pongo los pies, el mar, las montañas laterales, cubiertas abajo por la bruma, más nítida sobre ellas, blanca. Que veo bien, vamos.
Un barco cruza el horizonte, un avión el cielo. Sus luces son encandilantes. No creo lo que veo. Al caminar, la arena se enciende. En esta playa la bioluminescencia está en la arena húmeda y no en el agua… ¡Qué raro! Pero qué subidón, voy dando patadas a la arena lanzando un montón de lucecitas verdiazules cada vez.
Su inimitable color hace juego con el de algunas luciérnagas voladoras que se encienden y apagan selva adentro tras los árboles, tímidas.
Campanilla?
Me doy la vuelta en el final de la playa. Camino sonriente, la playa no tiene desperdicio la jodía. Ha sido una gran idea venir, salir de Río.
Perro? Sé donde está Perro por sus pisadas, que también se iluminan. Esto es de risa. Las olas nunca se callan, hay muchas, creo que la marea baja. Me lavo los dientes en uno de los riachuelos limpios y dulces que discurren lentamente sobre la arena, el más cercano, y observo el reflejo de las estrellas en la superficie inmóvil y tranquila. Me meto en la orilla para aclarar mi boca y el cepillo…
Algunas estrellas empiezan a aparecer y desaparecer, intermitentemente… ¿comorl? ¡NO SON ESTRELLAS! Son partículas de bioluminescencia que habitan el lecho del río y se encienden y se apagan, sin más. Yo no doy crédito. Qué broma es ésta. Me quedo embobado, mojándome los pantalones, y mirando este pequeño espectáculo de regalo antes de dormir.
Perro se para desde fuera del agua, más arriba, encima de ese escalón de arena que forman las corrientes sobre ella, no le gusta el agua tanto pero parece querer ayudarme a investigar, ¿me verá muy concentrado? Sus orejas están alertas y estiradas hacia el agua, parece verlo.
Mientras escribo estas palabras calentito en la tienda, con el sonido de las olas de fondo, Perro me ha dado dos lametones en un cambio de postura que ha hecho fuera de la tienda, muy a mi lado.
Todo esto es real y no un sueño.
Mi pregunta es:
¿a quién se la ha ido tanto la olla?
Qué veo bien, vamos! Me partí!!
Lástima q no pongas unas foticos de esa,mágica luminosidad, pero casi mejor, asi habrá q ir a comprobarlo.
No dejes de contar nada Mr.Pan que
la olla se me está yendo a mi de tanto leer el yomelargo, q ya he cambiado el lobo estepario de hesse por tus relatos desde hace dos semanas. La noche andina y la huida de la tormenta…
To be contandonos, q nos saca del mundo un rato…
Mi Sito sitano, qué grande eres, recibo tu visita y voy escribiéndote más…