Los perros hambrientos

19 oct 2014

Estoy solo en la Puna.

Durante la primera mitad del día, he estado tumbado en una manta, fuera, envuelto en el saco de dormir, escuchando el silencio, la infinita paz de la Puna. Hay un pitido en mis oídos más fuerte de lo normal: crece proporcionalmente con el silencio.

Abría los ojos y podía mirar al sol fijamente; tras tantas nubes se veía pequeño y triste.

El viento empezó a silbar en el ichu. Trataba de no pensar. Pero nada.

Sólo abandondé aquella posición para calentar té y cocinar. La cocina está fría sin los demás, pero amplia y dispuesta a recibir mis órdenes, sumisa.

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Debo reconocer que cuando entendí que iba a quedarme sólo en la Puna, empecé a salivar pensando en la sabrosa soledad que siempre me arruma con su intensidad.

¿Por qué tanta soledad? -Pienso.

Apenas hay comida en la casa. Debo conformarme con pasta y una salsa de vegetales que ya están un poco arrugados. Cocino con alegría aunque se acaba el gas y he de hacer fuego afuera. Con los estruendos, Oso y Blanquita vienen a cucear.

* * *

Oso es aún un cachorro encantador. Blanquita, más mayor, le enseña todo lo relacionado con la casa. Alertas, ladridos, vacas, caballos. Es normal ver a Oso ladrando al viento cuando Blanquita se lanza a ladrar a una amenaza, pues él aún no sabe qué ocurre y solo imita. Blanquita es la amiga mayor perfecta. Su manía cómica de sentarse encima de Oso y restregarle el culo, solo para tocarle los cojones, me divierte mucho. En algún punto Oso se irrita y comienzan una hermosa pelea con respeto que acaba siempre entre mis piernas, pues Oso se refugia en mí aburrido de perder y Blanquita le sigue dando mordisquitos donde puede.

A veces Oso consigue tumbarla. Le deben de quedar unas tres semanas para superarla en tamaño y empezar a colocar los puntos sobre las íes.

* * *

He puesto pasta de más, y papas de montaña, dulces.
Los perros están tan hambrientos que han empezado a comerse las cacas de caballo y mis mocos cuando aterrizan en el suelo. Mi aparato respiratorio sigue sin entender tanto frío seco después de tan largo calor húmedo, y genera moco inútil desesperado.

He hecho esperar a los chuchos hasta que bebo mi té caliente, sagrado, calienta-manos. Les hago ver que no hay nada de comer para ellos hasta que se tumban, aceptando, sin rencor. Cuando reparto de pronto la pasta, papas y algo de salsa en sus platos y les doy luz verde, entiendo más su hambre. Sin distinguir ni oler previamente si es salado, dulce o picante (tiene) engullen sabiendo que podría ser lo último en días. Platos vacíos en cuestión de segundos.

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Ese plato era todo loque necesitaban para continuar con su simple vida, su Ahora.

Hambre, sueño, frío.

Tan emocionante ha sido tragar que Blanquita ha corrido en círculos alrededor de Oso, con algunas dentelladas al paso, llena de energía y muy feliz. Y han peleado entre mis pies laaargo rato, bajo mi atenta mirada, atención y evaluación de abusos.

* * *

Es esa simple vida de los perros hambrientos la que me ha hecho meditar y no pensar, más que el rato anterior en aquella manta. Esa ha sido la ayuda de los chuchos.

El observar que la carencia de esa masa intelectual que nos distingue a los humanos les hace a ellos vivir más espiritualmente que nosotros, mira.

No conciben la ilusión del tiempo y están aquí y Ahora contínuamente. Llamémoslo manzana mordida, o caja de Pandora; pero no están salpicados por rencores ni envidia. Están conmigo hasta el final. ¿No dan un poco de envidia?

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* * *

¿Existiría el tiempo en la Tierra sin humanos? Si el primer humano en la faz preguntase a un árbol o a un zorro,

-¿Qué hora es?

ambos quedarían un tanto circunspectos.
Quizás murmurarían -ahora-.
Tal vez dirían -¿Qué hora de qué?-
O simplemente contestarían -Pues ahora, claro.-

Nuestra mente disfuncional y contaminada nos separa de la simpleza, de la luz del simple Ser.

Sin embargo, hoy, sólo en la Puna, yo me he librado de ella con ‘soledad’, la ayuda de los perros hambrientos y mis aliadas, las sensaciones del Ahora.

Hambre, sueño, frío.

Ps.- Para historias sobre perros como estos recomiendo la lectura del libro ‘Los perros hambrientos’, de Ciro Alegría.
Sus historias de la puna, pastores y tiempos duros encajan a la perfección con mi Puna. Su divertido acento rural no tiene desperdicio. Los niños lo leen en la escuela.

2 comentarios en “Los perros hambrientos

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